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La OCDE confirma oficialmente la elección de Mathias Cormann como nuevo secretario general

La designación del australiano al frente del ‘think tank’ de los países ricos levanta suspicacias por sus posturas en torno a la lucha contra el cambio climático

Mathias Cormann, en agosto de 2018, cuando aún era ministro de Finanzas de Australia.
Mathias Cormann, en agosto de 2018, cuando aún era ministro de Finanzas de Australia.MARK GRAHAM (AFP)

Los Estados miembro de la OCDE han confirmado este lunes al exministro australiano de Finanzas Mathias Cormann como nuevo secretario general del organismo con sede en París. Tras derrotar por la mínima en la última etapa de su camino para convertirse en el relevo de Ángel Gurría a la ex comisaria europea sueca Cecilia Malmström, su nombramiento ha generado no pocas reticencias tanto dentro como fuera del think tank de los países ricos, especialmente entre las numerosas organizaciones medioambientales que han puesto el grito en el cielo por su hasta ahora escéptica postura ante el cambio climático, un asunto clave en la agenda de la institución que ahora dirigirá.

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Aun así, en la sesión final de un proceso de selección iniciado hace seis meses y en el que llegó a haber diez candidatos, los 37 Estados con derecho a voto han respetado este lunes la costumbre de la sexagenaria Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y han aprobado por consenso la designación de Cormann el viernes pasado. El australiano que sustituirá a partir de junio al mexicano Gurría tras 15 años al frente de la organización con sede en París. Romper la tradición del consenso habría dado una peligrosa muestra de división en momentos de máxima incertidumbre económica. Pero la evidente falta de entusiasmo a la hora de saludar al candidato —no ha habido una lluvia de felicitaciones pese a que su nombre ya estaba en el candelero desde hace días— son una señal de que el nuevo jefe de la OCDE no contará, apuntan fuentes diplomáticas, con carta blanca. Sus pasos, inciden, serán vigilados muy de cerca.

Consciente quizás de ello, en todas sus declaraciones desde que se conoció que era el candidato finalista, Cormann —de corte conservador, 51 años y que además del inglés domina el alemán, el francés y el flamenco que aprendió en su Bélgica natal— ha insistido en su compromiso en materia medioambiental, pese a que durante su larga etapa como ministro de Finanzas en el Gobierno australiano —casi ocho años— sus políticas rozaron el negacionismo. Esas suspicacias no serán suficientes para evitar que el conservador se convierta en el sexto secretario general de la historia del organismo.

Borrón y cuenta nueva

“Necesitamos una acción genuina, ambiciosa y eficaz en cambio climático de manera que también sea económicamente responsable”, dijo este fin de semana a la emisora australiana ABC. También en el comunicado oficial que emitió después de que se conociera que había sido el ganador —aunque por un “estrecho margen”, como subrayan las fuentes— en una votación secreta realizada el viernes para romper el empate que mantenía con Malmström, la cuestión del medioambiente primó en su discurso. “A medida que el mundo continúa luchando con el impacto de la pandemia más grave en más de un siglo, nuestra misión esencial del pasado —promover un crecimiento económico más fuerte, limpio y justo y aumentar los niveles de empleo y vida— sigue siendo la misión más importante para el futuro”, dijo, tratando de hacer borrón y cuenta nueva. Asimismo, se comprometió a “dirigir y promover un liderazgo global en materia de acción ambiciosa y eficaz contra el cambio climático para lograr las cero emisiones globales de carbono para 2050”. Unas garantías que no tranquilizan a la treintena de ONG que habían pedido que se desestimara su candidatura. Sin éxito.

Cormann, emigrado a Australia en 1996, formó parte esencial de un Gobierno que en 2014 “abolió el esquema de tarificación del carbono” introducido por su predecesor laborista para obligar a las empresas a reducir sus emisiones de carbono y que desde entonces ni ha propuesto una alternativa a esa medida ni se ha comprometido a la política de cero emisiones globales para 2050 que ahora él deberá defender y promover al frente de la OCDE. Ese mismo Ejecutivo, al que solo renunció para lanzarse a la carrera por el puesto en París, ofrece aún subsidios a los combustibles fósiles por un valor de 29.000 millones de dólares anuales —el 2,3% del PIB nacional— y sigue dispuesto a abrir explotar reservas de combustibles fósiles. Greenpeace, Oxfam, ActionAid y el resto de firmantes también reprochan haber frenado en foros internacionales compromisos de otros países en la lucha contra el cambio climático, como cuando en 2017 describió las restricciones de préstamos de los bancos al carbón como una medida “muy, muy decepcionante”.

Guiño a Asia-Pacífico

La elección de Cormann se percibe como una sorpresa relativa dentro de la organización. Su cartel de outsider que contaba con el apoyo de muchos países no europeos —la tercera parte de los 37 Estados miembros— le convertía en una opción a tener en cuenta para llegar a la ronda final. Su rival sueca, de corte liberal, partía con varios cuerpos de ventaja, pero algunos factores, sin embargo, parecen haber jugado en su contra en el foto finish.

Primero: el método de sufragio finalmente elegido ante la situación de empate total —voto secreto, en urna— siempre favorece el voto a candidatos a los que no está bien visto apoyar en público. Segundo: la etapa de Malmström como comisaria europea de Comercio levantó importantes ampollas en Estados Unidos, algo que no ha jugado ni mucho menos a su favor a pesar de la mayor sintonía ideológica con la Administración Biden, menos aún cuando el bloque europeo no ha votado ni mucho menos en bloque. De haberlo hecho, Cormann no habría tenido ninguna opción. Y tercero: en pleno giro del centro de gravedad de la economía mundial hacia Asia-Pacífico, la elección de un representante de aquella región se interpreta como un claro indicativo de que el porvenir del think tank pasa por expandirse hacia el este. Sin candidato japonés, coreano o neozelandés en liza, la suya era la única baza posible en el área. “Si la OCDE quiere ser una organización global tiene que mirar al lugar por el que pasa el futuro”, argumenta un técnico del ente con sede en París.

Un mandato con muchos frentes abiertos

El exministro de Finanzas australiano no llega a la jefatura de la OCDE en un momento cualquiera. Tras la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, el bloque rico se enfrenta a un lustro clave de reconstrucción de la economía mundial. En la agenda, dos temas especialmente candentes: cerrar un acuerdo sobre la llamada tasa Google, que grave equitativamente a las tecnológicas independientemente del país en el que radiquen, y avanzar en la imposición de un impuesto global a las emisiones de dióxido de carbono. En el primero de esos frentes, todo apunta a que el cambio de guardia en la Casa Blanca va a traer consigo la fumata blanca: la nueva secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ya ha dejado caer el mayor obstáculo de Washington a la propuesta. En el segundo, el pacto parece más lejano: Malmström lo tenía como uno de los ejes prioritarios de su apuesta —”es algo en lo que la OCDE tiene que tomar la iniciativa; en cinco años creo que sería posible”, decía en enero en una entrevista con este diario—, pero con el australiano parece alejarse.

En los pasillos del organismo inquieta —y no poco— el pasado de Cormann. Pero hay quien opta por verlo en positivo: “Precisamente por todo el ruido que ha generado su nombramiento, va a tener que demostrar mucho en lo ambiental. En todos los temas, también en este, la agenda la marcan más los países miembro que el secretario general, y él no se va a poder negar a los avances”, apunta una de las fuentes consultadas. “Va a tener que demostrar que sabe navegar en las aguas de la OCDE”. Su pasado no se lo pondrá nada fácil.

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