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El virus doblega al IPC

La pandemia marcó el devenir de la inflación, sobre todo por el parón de la movilidad, que desplomó el petróleo y los precios de los servicios turísticos

Javier Salvatierra
Carnicería en el mercado de La Cebada, en Madrid.
Carnicería en el mercado de La Cebada, en Madrid.David G. Folgueiras

Un año para quedarse en casa. Podría ser un eslogan para resumir 2020, que comenzó oficialmente el 1 de enero, pero que estalló en marzo, poniendo patas arriba absolutamente todo: Cifras, costumbres, rutinas, trabajos, relaciones, transportes, ocios, índices… También el IPC, el índice de precios de consumo, que tiene un impacto inmediato en nuestros bolsillos. Tanto, que el INE ya advirtió en marzo de que la pandemia ocasionaba “un problema sin precedentes” en los 70 años de historia del IPC: muchos de los productos y servicios con los que se elabora dejaron de estar disponibles, además de que sus propios encuestadores no podían salir a la calle a recoger los precios de los que siguieron en venta. Por ello, tuvo que cambiar su modelo de trabajo y, en colaboración con Eurostat, tomar medidas para seguir elaborando el índice. Básicamente, recoger telemáticamente los precios de los productos disponibles (quedarse en casa) y estimar los demás. Las estimaciones se han hecho con métodos estadísticos, pero aun así han dado lugar a algún absurdo.

De hecho, el Banco de España alertó, en un análisis de la semana pasada, del impacto en “la calidad de la señal que proviene de los índices de precios de consumo”. En resumen: que los datos no son tan fiables como antes porque en pocos meses han cambiado mucho los hábitos de los consumidores y no se han actualizado las ponderaciones de cada bien o servicio en el índice.

El INE, además, para un mejor seguimiento, estableció dos índices paralelos con los bienes y servicios más consumidos durante el confinamiento. El grupo de “bienes covid-19” está integrado por productos de gran consumo, alimentos (frescos y elaborados), bebidas, tabaco, productos de limpieza del hogar y de cuidado personal y comida para animales. El de “servicios covid-19”, básicamente incluye los gastos de vivienda (luz, alquiler, calefacción, agua, teléfono) así como música y tv en streaming o seguros. Los bienes de primera necesidad subieron (un 1% interanual en noviembre), mientras que los servicios, lastrados por el precio del petróleo bajaron un 2,2%.

El precio del crudo ha marcado, de hecho, buena parte de la evolución del índice, que en noviembre (-0,8%) encadenó ocho meses en negativo, terreno al que entró en abril por vez primera desde 2016. “El desplome de precios del petróleo, al inicio de la pandemia, marcó la evolución de los precios a nivel global”, afirma tajante Óscar Arce, director general de Economía y Estadística del Banco de España. “A principios de la pandemia tuvimos dudas sobre si tendría un efecto inflacionario o desinflacionario. Se podía pensar en un efecto inflacionario por la destrucción de oferta, y algo se vio con algunos productos frescos, pero fueron puntuales. En general el efecto fue desinflacionario por la tasa muy baja de la energía y de los servicios más afectados”, resume, como balance de 2020.

Aplicando un poco de lupa, tomando como referencia el dato interanual de noviembre, el último publicado, así se han comportado los productos de la cesta del IPC en cada una de las partidas en que los clasifica el INE:

Alimentación y bebidas no alcohólicas. La llegada de la pandemia mandó de un plumazo todo el consumo de comida y bebida a los hogares, ante el cierre de la hostelería, provocando una demanda sin precedentes en los supermercados. Hubo algunas subidas, en general puntuales, pero en un año en el que casi todo el consumo alimentario se ha hecho en casa, no es de extrañar que el grupo más importante del IPC sea también el más inflacionario, con una subida, moderada del 1,3%. Llama la atención, eso sí, algunas subidas, como la del azúcar, del 5,4%, que la Asociación General de Fabricantes de Azúcar achaca al repunte de ventas “debido al uso para repostería casera” que incluso provocó rupturas de stock. Junto con la harina (+0,5%) y la levadura (+1,1%), fueron las estrellas del confinamiento. También la del cordero (+4,3%), paradójica, puesto que es una carne muy dependiente del canal hostelero. Las del confinamiento “fueron semanas muy complicadas”, admite Raúl Muñiz, presidente de la patronal Interovic, pero un conjunto de factores salvaron al sector: se produjo menos, se exportó más (en vivo a países musulmanes, con Arabia Saudí como nuevo destino, y a mercados como Francia, donde los musulmanes no pudieron viajar a sus países de origen); tras el encierro, algunas campañas reactivaron el consumo en casa. Y además compara con un año, 2019, de precios históricamente bajos, según Muñiz.

En el otro lado, un año más el aceite de oliva (-4,4%), que aún sufre los efectos de la cosecha del año pasado, la más alta de la historia, más de 750.000 toneladas, que se sumaba a una producción mundial media alta que lastraba los precios, según explica Teresa Pérez, gerente de la Interprofesional del Aceite de Oliva. “Hasta el verano fue a la baja, por el stock inicial de la campaña, pero ahora va al alza”, afirma. Y las perspectivas son buenas: una cosecha más baja y más demanda porque se cocina más en casa por la pandemia y se nota una mayor sensibilidad hacia productos saludables.

Bebidas alcohólicas y tabaco. Este año, mucho de lo que se gastaba en bares se ha consumido en casa. Entre otras cosas, la cerveza, que ha subido un 4,1%. El susto del confinamiento dio paso a un consumo más indulgente y la cerveza lo notó, según Jacobo Olala, director general de Cerveceros de España. “Creemos que ese dato podría explicarse por la apuesta de los consumidores por especialidades más premium en el hogar”. Eso sí, las cerveceras acabarán el año en rojo, porque el hogar no llega a compensar ese 70% del consumo que se realiza en la hostelería. El vino, en cambio, baja (-0,5%). El hecho de que la venta se orientase hacia los supermercados lastró el precio: más marcas lucharon por estar en los lineales y el consumidor busca allí más el factor precio, explica David Palacios, presidente de la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas.

Vestido y calzado. Ninguna gana de estrenar en un año de confinamiento y teletrabajo, sin apenas eventos u ocio nocturno. Las ventas de ropa han caído un 40%, según la patronal del comercio textil y las grandes cadenas lo han notado en sus cuentas. Se ha comprado poco, pero los precios que recoge el INE apenas han variado. Tan solo destaca la subida del precio de la tintorería (+2,7%) y la patronal no se lo explica. “Estamos trabajando al 30-50% de lo normal. Con el teletrabajo, apenas funciona el traje, que es lo que mantiene el día a día. Solo se funcionó en mayo y octubre, en los cambios de armario”, explica José Carlos Má Espinosa, presidente de la Federación de Tintorerías y Lavanderías.

Vivienda, agua, luz, gas y otros combustibles. La tercera partida más importante del IPC —este año habrá ganado peso— ha lastrado el índice, marcada por la caída de los precios del petróleo. El combustible para calefacción, de hecho, se lleva la palma de las caídas (-31%), acompañado por el gas (-11,8%). Por el contrario, las reformas para acondicionar el hogar han cotizado al alza y servicios como los de carpinteros y otras reparaciones suben.

Muebles y artículos para el mantenimiento del hogar. Estabilidad en un grupo en el que sube el servicio doméstico (+1,3%) y bajan los accesorios de ferretería (-1,7%).

Sanidad. La pandemia está detrás del encarecimiento de los servicios hospitalarios (+2,7%), que la Alianza para la Sanidad Privada en España achaca al incremento del coste que ha supuesto para el sector el aprovisionamiento de material de protección frente a la covid-19. Les han costado más mascarillas, guantes o batas, y lo han reflejado en sus precios. En el otro lado, baja el precio de las gafas graduadas y lentes (-1,9%), pese al tiempo pasado ante las pantallas. La Federación de Asociaciones del Sector Óptico habla de promociones para recuperar ventas tras el confinamiento y de la búsqueda de precios bajos ante la incertidumbre económica en muchos hogares.

Un hombre en el aeropuerto de Palma de Mallorca, el 20 de diciembre de 2020.
Un hombre en el aeropuerto de Palma de Mallorca, el 20 de diciembre de 2020. Isaac Buj (Europa Press)

Transporte. Quedarse en casa, decíamos. El parón absoluto de la movilidad durante semanas por la pandemia explica que la segunda parcela que más pesa en el IPC caiga a plomo (-5,1%). Por un lado, sin transporte, el petróleo se desplomó. Fue tal el terremoto que el crudo Texas llegó a cotizar en negativo en abril por primera vez en la historia, lo que explica las bajadas de gasóleo y gasolina, superiores al 10%. Pero además, el virus dejó al mundo sin turistas casi todo el año. Su reflejo en el IPC se aprecia en los vuelos internacionales, un 11,8% más baratos que hace un año.

En el otro lado, destaca la subida de los viajes por mar (+6%). Pilar Boix, directora de comunicación de Balearia, esgrime una serie de factores: desde la reducción de capacidad para mantener las distancias de seguridad hasta el predominio de los residentes sobre el pasaje vacacional (al tener el billete modificado, optan a plazas más caras), pasando por las compras de última hora (sin promoción) para explicar la subida, si bien resaltan que las navieras han perdido la mitad de sus ingresos. Extraña menos que suban las bicicletas (+2%), por el aumento de demanda tras el confinamiento, en pos de viajes más seguros y sanos en las ciudades y por razones de ocio y deporte, sumado a problemas de stock por la disrupción del tránsito de contenedores, explica Jesús Freire, secretario general de la Asociación de Marcas de Bicicletas.

Comunicaciones. En el año de las vídeoconferencias, fue más barato hablar por teléfono (-7,3%) y comprar el terminal (-11,4%). Aunque desde The Phone House, con datos de la consultora GFK se encogen de hombros, pues registra un aumento de ventas del 7% en los teléfonos libres, con una subida leve del precio medio, de 327 euros a 330.

Ocio y cultura. Los paquetes vacacionales (-5%) acusan la anemia turística, mientras que los ordenadores (-8%) refleja otros factores relacionados con la pandemia. Explica Samuel González, director comercial de MediaMarkt Iberia, que en el primer semestre, una inusual actividad promocional para recuperar ventas tras el confinamiento lastró los precios. Después del verano, “hubo mucha demanda obligada”, por ejemplo, de ordenadores para los niños ante la posibilidad de cierre de colegios, que “va a gamas más bajas”.

Enseñanza. Salvo la obligada escuela no presencial, pocas novedades en los precios. Sube la secundaria (+1,7%) y baja la superior (-2,1%).

Vista del emblemático Café Zurich, en Barcelona, cerrado.
Vista del emblemático Café Zurich, en Barcelona, cerrado.Quique García (EFE)

Restaurantes y hoteles. Siendo el turismo uno de los sectores más afectados por la pandemia, la rebaja del precio de los hoteles (-20,2%) no necesita muchas explicaciones. Mes tras mes, las caídas de pernoctaciones han superado el 70% desde marzo y la reducción de oferta no ha servido. Una habitación de hotel costaba en noviembre de media 63 euros, 20 menos que un año antes. En cambio, dice el INE, los bares han mantenido estables sus precios.

Otros bienes y servicios. “Con la situación que tenemos, imposible”, reacciona Giovanna Tagliavia, presidenta de la Asociación de Joyeros, Plateros y Relojeros, ante el dato de la subida de la joyería y bisutería que ofrece el INE (+14,3%). Sostiene que las ventas se han mantenido, quizá porque se ha regalado más en detrimento de la ropa, pero no encuentra explicación al dato. Tras la joyería, los seguros de salud se encarecen un 4,8%. Cotizan al alza, en tiempos de crisis sanitaria, según el INE. Se diría que la gente confía más en los médicos que en otras soluciones más inciertas, porque la mayor bajada (-2,6%) del grupo más variopinto del IPC es para “Otros efectos personales”, que esconde desde artículos de fumador y gafas de sol a rosarios y crucifijos.

El extraño caso de las entradas del fútbol

En el grupo de ocio y cultura se da una de esas paradojas que se han producido este año en el índice de precios a causa de la pandemia. Según los datos publicados por el INE en noviembre, destaca la subida del 8% de los “servicios recreativos y deportivos: espectadores”, una partida en la que se incluyen las entradas y abonos para presenciar eventos deportivos, así como entradas a parques de atracciones y de entretenimiento.Curiosa la subida, teniendo en cuenta que desde marzo el deporte no tiene público y las visitas a parques de atracciones han escaseado.

Pero tiene su explicación. “Desde el mes de abril los precios se han estimado, ya que no se proporciona el servicio”, aclara el Instituto Estadístico. Es decir, en todos estos meses no se ha podido recoger el precio de las entradas, pues no lo había, y se ha tenido que calcular el dato en base a otras referencias. Añade el INE que la mayor parte de los meses la tasa ha sido del 0% mensual, excepto abril y noviembre (0,2%) y junio (0,3%), cuando se estimó “con la variación del resto de artículos disponibles para el consumo”. Si se añade que en marzo ya mostraban una tasa anual del 5,7% y que el último dato se compara con la bajada de noviembre de 2019, el resultado es ese 8%.

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