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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un Senado republicano sería malo para los negocios

Un Gobierno dividido significaría parálisis en tiempos de crisis, lo que es catastrófico para todos

Paul Krugman
Tienda cerrada por el impacto del coronavirus en Nueva York.
Tienda cerrada por el impacto del coronavirus en Nueva York.China News Service

Parece que la marea azul no ha estado a la altura de las expectativas. Joe Biden será el próximo presidente, pero a no ser que los demócratas consigan evitar una derrota en la segunda vuelta para el Senado en Georgia (lo cual, para ser justos, es posible, teniendo en cuenta la notable fuerza de sus esfuerzos organizativos en ese Estado), Mitch McConnell será el próximo líder de la mayoría del Senado. Las grandes empresas parecen satisfechas con este resultado. Las Bolsas ya estaban subiendo incluso antes de recibir la buena noticia sobre las perspectivas de obtener una vacuna contra el coronavirus. Los intereses empresariales parecen imaginar que prosperarán con una presidencia de Biden frenada por el control republicano del Senado.

Pero las grandes empresas se equivocan. Es muy probable que un poder estatal dividido signifique parálisis en un momento en el que necesitamos desesperadamente actuaciones enérgicas.

¿Por qué? A pesar de las noticias sobre la vacuna, se nos avecina un invierno de pesadilla por la pandemia; y será peor, desde una perspectiva humana y económica, si un Senado republicano obstruye la respuesta de la Administración de Biden. Y aunque la economía volverá a ponerse en marcha en cuanto se distribuya ampliamente la vacuna, tenemos enormes problemas a largo plazo que no se resolverán si nos enfrentamos a la clase de paralización que caracterizó la mayor parte de la presidencia de Obama.

Empecemos por la pandemia. Ahora que buena parte de la atención pública se centra, o bien en los últimos esfuerzos desesperados de Donald Trump para robar las elecciones, o bien en las esperanzas de que una vacuna nos permita retomar la vida normal, no estoy seguro de cuánta gente comprenderá la ruinosa perspectiva que nos espera para los próximos meses.

La pasada semana murieron más de 1.000 estadounidenses al día de covid-19. Pero, por lo general, las muertes llevan un retraso de 14 días respecto a los casos diagnosticados, y el número diario de nuevos contagios se ha duplicado en las últimas tres semanas. Esto significa que casi con seguridad alcanzaremos 2.000 muertes diarias en algún momento del próximo mes. Y el número de casos nuevos sigue aumentando exponencialmente, de modo que las cosas se pondrán mucho, mucho peor en los próximos meses, en especial porque, a efectos prácticos, no tendremos presidente hasta el próximo 20 de enero. Cuando Biden asuma por fin el cargo, es muy probable que estemos padeciendo todos los días el equivalente a un 11-S.

Además de provocar muertes y secuelas duraderas en la salud de muchos supervivientes, la pandemia descontrolada provocará enormes penurias económicas. Los gobernadores responsables están imponiendo nuevos confinamientos que tal vez ayuden a frenar la expansión del coronavirus, pero esto también conducirá a una nueva oleada de pérdida de empleos. Es cierto que algunos de los peores brotes de coronavirus se dan ahora en Estados con gobernadores irresponsables que ni siquiera imponen el uso obligatorio de mascarillas. Pero incluso en esos Estados la población no puede evitar percatarse de que tienen amigos y vecinos que mueren y que los hospitales están llenos; reducirán sus gastos, lo cual provocará la pérdida de muchos puestos de trabajo, incluso sin imposiciones políticas.

Lo que necesitamos es, claramente, un programa a muy gran escala de subvenciones para casos de catástrofe, que proporcione a familias, empresas y, en igual medida, a Gobiernos estatales y locales la ayuda que necesitan para evitar la ruina económica hasta que llegue la vacuna. Y se podría pensar que un Senado republicano estaría dispuesto a colaborar con la Administración Biden en un programa tan evidentemente necesario. Es decir, podríamos pensarlo si nos hubiéramos pasado los últimos 12 años escondidos en una cueva.

Recuerden la famosa declaración de Mitch McConnell —"Lo más importante que queremos lograr es que Obama sea un presidente de un solo mandato"— en octubre de 2010, un momento de recuperación lenta y desempleo extremadamente elevado. ¿Por qué pensar que vaya a mostrarse más cooperativo, más dispuesto a actuar por el interés nacional, cuando millones de defensores de un Trump sin futuro están acusando a la cúpula republicana de apuñalar a su héroe por la espalda?

Siendo realistas, lo máximo que podemos esperar es un paquete mísero, muy por debajo de lo que EE UU necesita. Y me pregunto si los republicanos temerosos de Trump —que han dado una imagen increíble de cobardía mientras el pronto expresidente lanza afirmaciones ridículas acerca del robo de las elecciones"— estarán dispuestos a aceptar siquiera eso. La buena noticia es que la desgracia remitirá cuando por fin tengamos una distribución generalizada de la vacuna. De hecho, el próximo año seguramente veremos un fuerte repunte del empleo.

Pero la historia no terminará ahí. Antes de que el coronavirus nos golpeara, EE UU registraba un desempleo bajo, pero nuestra prosperidad transitoria (y muy desigualmente distribuida) enmascaraba hasta qué punto estábamos descuidando nuestro futuro. Necesitamos desesperadamente invertir billones de dólares en reparar nuestras infraestructuras en mal estado, cuidar de nuestros niños y tomar medidas urgentes contra el cambio climático.

¿Qué parte de ese gasto esencial aceptará un Senado republicano? La apuesta más segura es: ninguna. Al fin y al cabo, McConnell bloqueó el gasto en infraestructuras incluso cuando Trump estaba en la Casa Blanca y la inversión pública podría haberle ayudado a conservar el cargo. Ahora bien, lo que es malo para EE UU no es necesariamente malo para las grandes empresas. Pero teniendo en cuenta el punto en que nos encontramos, un Gobierno dividido significaría parálisis en tiempos de crisis, lo que muy bien podría resultar catastrófico para todos. Lo cierto es que incluso por su propio interés, el gran capital debería estar apoyando a los demócratas en esa segunda vuelta en Georgia.

Paul Krugman es Premio Nobel de Economía © The New York Times, 2020. Traducción News Clips.


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