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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El momento del euro

La moneda única se ha estancado en su papel internacional mientras el dólar mantiene su supremacía

Ángel Ubide
ilustración negocios
Maravillas Delgado

La plaza del euro en Fráncfort, al lado del antiguo edificio principal del Banco Central Europeo en Kaiserstrasse, ha perdido brillo con el traslado del BCE a su nueva y flamante sede a orillas del río Main. El símbolo del euro ilumina de noche lo que ahora es un lugar de encuentro de skaters, viajantes que esperan el último autobús, y parejas enamoradas errantes.

Esta pérdida de brillo es una buena metáfora de la evolución del euro. Más de veinte años desde su creación, sigue sin afianzarse como una verdadera moneda de reserva que pueda hacerle sombra al dólar. La eurozona se ha gripado, con un crecimiento muy débil y frágil en la última década, crecientes divergencias económicas internas, inflación muy por debajo de su objetivo, y profundas fallas estructurales no resueltas. No es de extrañar, por tanto, que ningún país vea ya la adopción del euro (que, recordemos, es un compromiso de todos los países de la Unión Europea) como un incentivo para cambiar y mejorar sus políticas económicas. El soft power del euro, esa capacidad diplomática de incentivar cambios políticos a cambio de un futuro económico mejor, se ha difuminado, en paralelo al deterioro de la capacidad de la UE de evitar las derivas políticas no solo en su vecindario sino incluso dentro de sus fronteras, como muestra la evolución de Turquía, Polonia y Hungría hacia la democracia iliberal.

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The euro’s moment

El euro se ha estancado en su papel de moneda internacional. EE UU y la eurozona representan un porcentaje similar del PIB y el comercio global pero, según los datos del FMI, el porcentaje de reservas globales denominadas en euros es tan solo un 20%, muy por debajo del 60% del dólar. El índice del BCE del papel internacional del euro, que incluye también el uso del euro como moneda de denominación de activos y como medio de pago internacional, muestra unas proporciones similares.

La supremacía del dólar permite a EE UU gozar del denominado “privilegio exorbitante”, la capacidad de EE UU de financiarse a tipos de interés menores de lo que correspondería a sus fundamentos macroeconómicos. También permite a EE UU ejercer una fuerte y decisiva presión diplomática a nivel global, a través de su control del sistema de pagos en dólares y la aplicación de sanciones, algo que, demasiadas veces ya, ha colocado a Europa en una delicada situación diplomática y que se hubiera evitado si el euro fuera una verdadera alternativa al dólar.

Objetivo prioritario

Reforzar el papel internacional del euro debe ser un objetivo prioritario de la eurozona, tanto por razones económicas como geopolíticas. EE UU hace tiempo que dedica mucha más atención y recursos a Asia que a Europa –la triste realidad es que en Washington ya solo se habla de Europa cuando hay crisis- y la asertividad, potencia y efectividad de la diplomacia económica China es evidente. Europa ya no puede esconderse detrás de la Alianza Atlántica, debe encontrar su propia voz, dejar de ser campo de juego de las relaciones internacionales y convertirse en jugador decisivo. Pero para ello no bastan las buenas intenciones, declaraciones de principios, ni medidas marginales. Si Europa quiere incrementar su potencial, debe invertir en ello.

La clave del privilegio exorbitante del dólar es el amplio y líquido mercado de bonos del tesoro, que proporciona un activo creíble y seguro para los inversores mundiales. Si la eurozona quiere potenciar el papel internacional del euro, la condición necesaria es avanzar en dos direcciones: la reforma del Pacto de Estabilidad, y la política fiscal común y su necesaria emisión de eurobonos; no activos sintéticos, sino eurobonos de verdad. La demanda global existe: hace un par de semanas, la UE inició las emisiones de los “bonos sociales” que financiaran el programa SURE de apoyo al mercado de trabajo y la demanda fue 14 veces superior a la oferta.

A corto plazo, adaptar el Pacto de Estabilidad a la realidad post covid-19, aceptando que la deuda pública no es un objetivo sino un instrumento de política económica cuando los tipos de interés son cero, y por tanto eliminando el objetivo del 60% de deuda/PIB, es un paso imprescindible para aumentar la estabilidad de la eurozona y evitar un endurecimiento prematuro de la política fiscal y un aumento de la divergencia económica con EE UU y China. A medio plazo, el Plan de Recuperación Europeo es la semilla que puede catalizar los eurobonos y crear el activo de reserva europeo. Para ello debe convertirse en un instrumento permanente y dotarlo de los impuestos europeos necesarios para el servicio de la deuda. Además de crear un activo de reserva, es un instrumento para revertir el deterioro de la inversión pública, completar la arquitectura económica del euro, y apuntalar manera permanente la estabilidad de la eurozona. La experiencia de este año evidencia que compartir riesgos con una política fiscal común refuerza la estabilidad del euro.

Las proyecciones del FMI para 2021 muestran una eurozona económicamente muy rezagada con respecto a EE UU y China, y un aumento muy preocupante de las divergencias dentro de la eurozona. Es el momento de la verdad para el euro. Parafraseando a Paolo Giordano, si no se aprovecha esta oportunidad, el dólar y el euro seguirán siendo como los números primos gemelos, aquellos que están separados por un número no primo: suficientemente cerca para ser comparables, pero siempre suficientemente lejos para nunca ser iguales.

En Twitter: @angelubide

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