El economista jefe del BCE alerta de la fortaleza del euro frente al dólar
El irlandés Philip Lane advierte de que la subida de la moneda única “reduce las perspectivas de inflación”
La apreciación de una moneda no siempre es negativa. Puede ser una señal de confianza en el futuro de una economía. Tampoco las devaluaciones son positivas per se, como bien saben los países que han visto hundirse su divisa por fugas de capitales. Pero entre esas dos variables hay un océano de grises por el que navegan los bancos centrales. Con el euro subiendo frente al dólar desde el inicio de la pandemia —este viernes la moneda única se cambiaba por encima de los 1,18 dólares— en Fráncfort existe desazón. “La reciente apreciación del tipo de cambio del euro reduce las perspectivas de inflación, que seguirá baja de forma persistente en el medio plazo”, alertó este viernes el economista jefe del BCE, Philip Lane, en un artículo publicado en el blog del banco.
Pese a que la economía estadounidense ha caído menos que la europea durante la pandemia (-9,1% versus 11,8% de la zona euro), los inversores huyen del billete verde, cuyo valor ronda mínimos de mayo de 2018. La presidenta del BCE, Christine Lagarde, reveló este jueves que la reciente apreciación del euro ha aparecido en las discusiones del Consejo de Gobierno, y que están vigilando su impacto en los precios, aunque rechazó que el mandato de la entidad sea conseguir uno u otro tipo de cambio, lo que contribuyó a nuevas subidas del euro al alejar la posibilidad de una intervención. A comienzos de este mes, sin embargo, Lane apuntó que la evolución de la tasa de cambio euro-dólar “sí importa” para la política monetaria.
Los gráficos muestran que el dólar no ha actuado como valor refugio durante la expansión del virus. En marzo, cuando empezaron los confinamientos en Europa pero no estaba claro hasta qué punto la enfermedad golpearía al otro lado del Atlántico, el euro llegó a estar en 1,07 dólares, mínimos de 2017. Ahora, la incertidumbre sobre la evolución de la crisis en EE UU, las elecciones del 3 de noviembre, y el anuncio de la Reserva Federal de que tolerará una inflación más alta han animado al euro frente al dólar.
La preocupación de Lane responde a una lógica simple. La subida del valor de la moneda única hace que una botella de aceite español o un coche alemán cuesten más fuera de las fronteras de los Diecinueve. Al mismo tiempo, vuelve más competitivos bienes y servicios llegados de fuera. Ambos factores pueden dañar el empleo y el crecimiento en plena recuperación. Si bien el reverso positivo son las importaciones de productos como el petróleo, del que Europa es muy dependiente, aunque su precio sigue en cotas bajas.
El otro daño colateral de un euro fuerte es la baja inflación. En agosto, los precios se situaron en terreno negativo (-0,2%), una caída de seis décimas respecto a julio. Eliminando de la ecuación los volátiles precios de la comida y la energía, su caída fue del 1,2% a un mínimo histórico del 0,4%. Y Lane espera que se mantenga negativa durante el resto del año debido al colapso de los precios del petróleo durante la pandemia y a la reducción temporal del IVA en Alemania. La caída de los precios puede añadir leña al fuego de la crisis al desincentivar el consumo con el aplazamiento de compras, lo que dañaría los márgenes de las empresas y atraería menos inversión y actividad, generando más desempleo.
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