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La OCDE recomienda subir los impuestos verdes y a la propiedad para financiar la recuperación

El organismo alerta de que habrá que esperar la reactivación económica para avanzar en la consolidación fiscal

Laura Delle Femmine
Una camarera trabaja en un bar en Toledo.
Una camarera trabaja en un bar en Toledo.ISMAEL HERRERO (EFE)

La llegada del coronavirus ha revolucionado en un abrir y cerrar de ojos todas las prioridades de las autoridades. Los Gobiernos han tenido que volcarse hacia la atención sanitaria y han diseñado medidas de choque para sostener el tejido productivo y las familias durante el confinamiento. Ahora, tras la desescalada y ante un futuro que sigue siendo incierto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) recomienda mantener los apoyos fiscales “el tiempo que sea necesario” para impulsar la recuperación y evitar caer en la trampa de la austeridad. “Las medidas deben estar bien orientadas y retirarse lentamente cuando la situación mejore”, reza la quinta edición del informe Tax Policy Reforms 2020, publicado este jueves por el organismo, que recomienda que los impuestos verdes y los gravámenes sobre la propiedad y las ganancias del capital ganen peso en la fase de reconstrucción.

“Una vez que los países salgan de la crisis y las economías se recuperen, los gobiernos comenzarán a buscar cómo restablecer las finanzas públicas, pero es posible que no puedan recurrir a recetas tradicionales”, zanja el editorial del informe, firmado por Pascal Saint-Amans, director del Centro de Políticas y Administración Tributaria del organismo con sede en París.

En otras palabras: ha llegado el momento de empezar a pensar en reformas estructurales que atajen el boquete que la pandemia ha generado en las cuentas públicas, pero sin que estas supongan una vuelta a la casilla de partida. Al contrario, el club de las economías avanzadas sugiere que esta crisis sea un estímulo para “reconstruir mejor” y buscar fuentes de ingresos alternativas, empezando por impulsar la fiscalidad medioambiental ―”una prioridad central”―, que todavía tiene un peso diminuto en la recaudación de la OCDE: un 1,5% del PIB de media en 2018.

“Aumentar los impuestos sobre el trabajo y el consumo, como se hizo a raíz de la crisis financiera mundial de 2008, puede resultar políticamente difícil y, en muchos casos, no deseable desde una perspectiva de equidad”, aclara el informe. Según el organismo, además de la fiscalidad medio ambiental, también los impuestos sobre propiedad y rentas del capital tendrán un papel importante en la recuperación, sobre todo en un “contexto de mejoras significativas en la transparencia tributaria internacional”.

En este sentido, prevé que la necesidad de financiación causada por la crisis brinde un nuevo impulso al diseño de una tasa digital global, en la que la OCDE lleva años trabajando y cuyo avance se ha visto recientemente frenado por el estallido de la pandemia y la decisión de EE UU de descolgarse de las negociaciones. “La mayor presión sobre las finanzas públicas, así como las crecientes demandas de una mayor equidad deberían proporcionar un nuevo ímpetu para alcanzar un acuerdo sobre la fiscalidad digital. La cooperación fiscal será aún más necesaria para evitar que las disputas fiscales se conviertan en guerras comerciales, lo que dañaría la recuperación en un momento en que la economía mundial menos puede permitírselo”, concluye el organismo.

Tendencias

El informe publicado este jueves, que con periodicidad anual disecciona los principales cambios en las políticas fiscales de los miembros del club y un puñado de otras economías ―en total, 40 países en la edición de 2020―, hace este año hincapié en las medidas lanzadas para hacer frente a la emergencia sanitaria, aunque también recoge las principales tendencias en materia tributaria observadas antes del estallido de la crisis. Entre ellas, rebajas del IRPF para las clases medias y del tipo nominal del impuesto de sociedades, además de señales de alza en el impuesto sobre el patrimonio.

En línea general, las herramientas lanzadas nada más estallar la emergencia sanitaria se han dirigido a mantener a flote hogares y empresas a través de instrumentos de liquidez y protección del empleo y de las rentas ―aunque su magnitud y alcance varían en función del país―. Unas ayudas que se han ido ampliando después, a medida que se prolongaba el confinamiento.

Entre las medidas más usadas para garantizar la liquidez está el aplazamiento en el pago de impuestos, un instrumento que han adoptado más de tres cuartos de los socios de la OCDE. España también ha incluido esta disposición en su paquete anticrisis, mientras que los instrumentos de ayuda directa han sido más modestos que en el resto de grandes economías.

Con la progresiva desescalada, los apoyos públicos han empezado a enfocarse a la recuperación, por ejemplo hacia inversiones vinculadas a la transición ecológica o la concesión de créditos fiscales, a la vez que se han ido ampliando los esquemas de protección de empleo y las bajas vinculadas la covid-19, con una brecha importante entre las economías avanzadas y los emergentes. Aun así, el organismo alerta de que el futuro es incierto.

Ya antes de la pandemia, el crecimiento de la economía mundial era frágil y soplaban vientos de desaceleración, debido a la guerra comercial entre EE UU y China y a la incertidumbre internacional causada por acontecimientos como el Brexit. Pero nadie se esperaba semejante batacazo: en el segundo trimestre del año, el PIB del conjunto de los países de la OCDE cayó un 9,8% ―un 18,5% en España―, tras haber retrocedido ya un 1,8% entre enero y marzo y hundiendo el club en recesión.

Según las previsiones que el organismo hizo en junio, en caso de rebrote la caída del PIB global alcanzaría el 7,6% este año. Ni siquiera en el momento más duro de la crisis financiera el retroceso fue tan mayúsculo. Con la agravante de que ahora las cuentas públicas están mucho menos en forma, herencia del crac de la década pasada: en 2019, una ratio de deuda sobre el PIB del 110% en promedio en la OCDE, frente al 74% de 2007, y un déficit del 3,3%.

Las medidas de confinamiento adoptadas frenar los contagios y el aumento del gasto público para atender la emergencia dispararán estos números rojos hacia cotas aún más altas, nunca vistas en tiempos de paz. La OCDE recuerda que la evolución de la recaudación suele ir aparejada a la del PIB, pero que tiende a caer más rápidamente. “Estimar el impacto de la covid-19 sobre el PIB mundial sigue siendo un ejercicio altamente especulativo, pero las primeras estimaciones sugieren que es probable que el impacto sobre los ingresos fiscales sea significativo”, asegura el informe. Y alerta de que, si en el corto plazo el retroceso de los ingresos públicos ha sido vinculado a las restricciones para frenar los contagios, en el largo dependerá “en gran parte de la eficacia de las respuestas políticas”.

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Sobre la firma

Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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