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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La nueva política monetaria

En esta crisis provocada por la pandemia, los bancos centrales han intervenido sin complejos para manipular todos los precios de los activos financieros

José Carlos Díez
Sede de la Reserva Federal, en Washington.
Sede de la Reserva Federal, en Washington.Kevin Lamarque (Reuters)

En 1873, Walter Bagehot publicó Lombard Street: una descripción del mercado de dinero, donde recomendaba que los bancos centrales actuaran como prestador de última instancia para evitar los efectos devastadores de las crisis financieras sobre el PIB y el empleo. Así nació la política monetaria moderna.

En los años sesenta del pasado siglo Milton Friedman lideró el monetarismo y anticipó la estanflación que asoló a la economía mundial diez años después. Los bancos centrales redujeron la importancia de la tasa de paro y la estabilidad financiera para priorizar la estabilidad de precios. Desde 1960 hasta 1972 la inflación subyacente en EE UU estuvo próxima al 3%. Tras la crisis del petróleo en 1973 y, sobre todo en 1979, el promedio se dobló hasta el 6% con picos del 10%.

Pero desde 1990 hasta hoy el promedio de inflación ha sido del 2%, con riesgos de deflación en 2009 y ahora en 2020. Sin embargo, en este último periodo el mundo ha vivido un crecimiento de la deuda sin precedentes y burbujas financieras sistémicas. Igual que el aumento de emisiones de dióxido de carbono ha aumentado la temperatura del planeta e intensificado los desastres naturales, el desarrollo del capitalismo financiero y las burbujas de activos han incrementado la frecuencia y la intensidad de los episodios de inestabilidad financiera.

Hasta 2008, los bancos centrales manipulaban los tipos de interés a corto plazo en el mercado interbancario para influir sobre los tipos del crédito a empresas y familias. Tras la quiebra de Lehman los tipos bajaron al 0% y perdieron esa capacidad. La inflación estaba controlada, la tasa de paro subió a máximos y los banqueros centrales volvieron a Lombard Street.

En esta crisis provocada por la pandemia, los bancos centrales han intervenido sin complejos para manipular todos los precios de los activos financieros. Siguen controlando los tipos de interés a corto plazo con sus subastas, controlan los tipos de interés a largo con sus programas de compras masivas de deuda pública y privada. La Reserva Federal de EE UU, emulando al Banco de Japón, ha comprado derivados de crédito para manipular las primas de riesgo de los bonos privados con calificación de bono basura que están en mínimos, aunque las quiebras de compañías y los impagos de deuda de esos bonos han aumentado con fuerza.

Evitar la inestabilidad financiera en esta pandemia era condición necesaria para evitar una depresión económica. Pero la infravaloración del riesgo es la causa principal del sobreendeudamiento y las burbujas financieras. Sin intervención de los bancos centrales no sería posible explicar racionalmente que con un desplome de las expectativas de beneficios de las compañías, los precios de sus acciones estén en máximos históricos.

Cuando una tendencia no es sostenible algún día acaba. Hoy ya somos conscientes de la necesidad de reducir las emisiones contaminantes para mitigar el cambio climático. Sería necesario incluir en los ODS de Naciones Unidas la estabilidad financiera para conseguir un sistema financiero global más aburrido que se concentre en trasvasar ahorro a la inversión, especialmente a la más productiva.

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