¿Pueden las familias resistir este ‘shock’?
Antes de la pandemia, más de un tercio de los hogares era incapaz de afrontar un gasto inesperado de 700 euros
¿Cómo de preparadas estaban las familias españolas para un descenso inesperado de sus ingresos? Antes de la crisis de la covid-19, más de un tercio de los hogares era incapaz de afrontar un gasto inesperado de 700 euros. Al mismo tiempo, la familia mediana contaba con los ahorros para reemplazar menos de dos meses de ingresos, más de un cuarto apenas podía cubrir un par de semanas. Esta vulnerabilidad de una clase media incapaz de hacer frente al shock debe informar el diseño de políticas públicas para combatir la crisis, con medidas que protejan los ingresos familiares, y formar parte del debate alrededor del ingreso mínimo vital (IMV). Sin embargo, el problema va más allá, pues depende de la capacidad de ahorro a medio plazo e incluso la educación financiera de la población. Incrementar la resiliencia de nuestras familias ante crisis futuras debe ser una prioridad de la reconstrucción.
La crisis de la covid-19 ha propiciado un duro golpe a los ingresos de muchas familias, con más de tres millones de trabajadores afectados por un ERTE, muchos con sus ingresos reducidos y otros directamente sin trabajo. Algunos autónomos vieron sus ingresos desaparecer en su totalidad. Ante esta situación, debemos reflexionar acerca de la capacidad que tienen los hogares españoles para afrontar una caída repentina de ingresos, ¿cuántas familias son financieramente vulnerables?
La Comisión Europea lleva a cabo una encuesta anual para juzgar la capacidad de las familias europeas para afrontar un gasto inesperado: un funeral, una reforma necesaria en la vivienda, etcétera. El tamaño del gasto varía según el país, en España ronda los 700 euros. En este ámbito, la autoevaluación es especialmente útil, pues incorpora criterios como la capacidad de contar con la ayuda de amigos o familiares.
En 2018, un 36% de nuestras familias no podía cubrir un gasto de este tamaño, lo que nos sitúa algo por encima de la media europea (un 32%). La cosa empeoraba verdaderamente en el caso de familias monoparentales, el colectivo más precario. Un 54% de estas familias se encuentra en situación de vulnerabilidad, es decir, no tiene la capacidad de cubrir ese gasto de 700 euros. Además existe un componente importante de género: según el INE, las mujeres forman más del 80% de los hogares monoparentales en España.
Aparte de la autoevaluación, los ahorros relativos a los ingresos y los gastos también proporcionan una buena indicación, más objetiva, de la capacidad de los hogares para absorber una pérdida de ingresos, que en última instancia podrían reemplazarse con ahorros. Una encuesta del Banco Central Europeo (BCE) nos permite calcular que la familia española mediana cuenta con ahorros para reemplazar casi dos meses de ingresos. Para algunas, las circunstancias son aún peores: un cuarto de los hogares no podría cubrir ni dos semanas. Los resultados mejoran cuando examinamos lo que llamamos gasto básico: comida, utilidades del hogar y alquiler o hipoteca de la primera vivienda. La familia mediana española podría cubrir con sus ahorros casi cinco meses de gasto básico, pero nada más.
Si más de un tercio de nuestras familias eran incapaces de cubrir un gasto inesperado de 700 euros, ¿cómo iban a poder lidiar con un shock del tamaño del actual? Esta crisis ha supuesto, para muchas familias (y para la sociedad en general) un doloroso recordatorio de la situación de vulnerabilidad en la que se hallan. El Gobierno debe actuar en consecuencia, protegiendo a aquellos incapaces de lidiar con la caída súbita de sus ingresos, que conforman el grueso de la clase media (no solo los grupos más desfavorecidos, que son la prioridad de políticas como el IMV).
Sin embargo, aún más importante es construir una sociedad resiliente, con mayor capacidad de ahorro y la educación financiera para tomar mejores decisiones en este ámbito. Llevamos más de una década perfeccionado medidas para estimar la vulnerabilidad de las familias, pero estos indicadores no permean en los debates políticos en Europa. El shock actual acentúa su importancia, cierto, pero ni es el primero ni será el último. Hemos, pues, de desarrollar una sociedad capaz de hacerles frente.
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