La rebelión de los pequeños de la UE complica la negociación de las ayudas europeas
Los países frugales y los más laxos con los impuestos frustran las aspiraciones de Calviño al Eurogrupo y defienden una respuesta a la crisis económica más contenida y con más control del gasto
“Países muy pequeños con muy poco peso”, fue la descripción que Nadia Calviño hizo en 2018 del grupo conocido como Nueva Liga Hanseática, una trinchera nacida a raíz de la salida del Reino Unido de la UE y que bajo el liderazgo de los Países Bajos intenta evitar un posible directorio post-Brexit de los cuatro socios más grandes (Alemania, Francia, Italia y España). Las palabras de Calviño la han perseguido durante estos dos años. Y han acabado por convertirse en el epitafio de su candidatura a la presidencia del Eurogrupo, que se ha estrellado estrepitosamente contra un rival aparentemente pequeño del grupo hanseático pero que ha concitado el apoyo mayoritario entre los 19 ministros de Economía de la zona euro que componen el Eurogrupo.
La rebelión de los pequeños visibiliza la complejidad del tablero europeo. La incertidumbre se cierne ahora también sobre la cumbre europea de la semana que viene, donde debe negociarse el Fondo de Recuperación frente a la crisis de la pandemia y el marco presupuestario de la UE para 2021-2027. Los países llegan divididos en grupos que se asemejan en parte a los bandos formados en el Eurogrupo: las potencias lideradas por Francia y Alemania por un lado; y por otro los países pequeños y del Norte encabezados por Holanda. Fuentes comunitarias destacan la valía de Donohoe pero advierten que el resultado del Eurogrupo “es el triunfo de los países que rara vez miran por el interés europeo y en cualquier negociación se centran en el balance de beneficios nacionales”. Una combinación peligrosa para un fondo de recuperación que, según Berlín y París, debe basarse en una inyección de medio billón de euros en subsidios.
Merkel y Macron exigen un acuerdo urgente, antes de finales de este mes, por la urgencia de socorrer a Italia y España, los dos gobiernos más golpeados por la covid-19. Pero el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, asegura que no hay prisa y quiere negociar un presupuesto a la baja y un fondo de recuperación a base de créditos y con duras exigencias para su desembolso. Los partidarios del acuerdo confiaban en el rodillo franco-alemán para superar los obstáculos de Países Bajos, Suecia, Austria o Dinamarca. Pero la liga Hanseática acaba de demostrar que una maraña de socios pequeños puede rodear a los que vuelan más alto y hacer que sus alas dejen de batir. La caída entonces es inevitable.
La victoria del ministro irlandés, Paschal Donohoe, deberá servir para coser heridas entre ese Norte que exige más contención y disciplina fiscal y el Sur, que reclama una visión más social de Europa. Su elección ha sido un toque de atención para el eje franco-alemán. En la victoria de Irlanda ha jugado el hecho de que la votación en el Eurogrupo no era ponderada por peso económico o población de los socios. Pero aun así, el resultado muestra que el respaldo de socios tan poderosos como los que había conseguido Calviño no bastan para imponerse. “En Bruselas no hay amigo ni enemigo pequeño”, señala una fuente comunitaria. “Hay que hablar con todos”.
La revuelta de los pequeños contra la candidata respaldada por Merkel, Macron o Conte confirma que la Unión ya no es el antiguo club donde la coordinación entre las grandes capitales marcaba la agenda de manera inexorable.
La Unión de 27 socios, y la zona euro de 19, alberga constelaciones muy variables de intereses que se alinean de manera diversa en cada momento y que pueden deparar resultados tan inesperados como la victoria de Donohoe de este jueves.
Ni siquiera la canciller alemana, Angela Merkel, dispone ya de capacidad de imponer su criterio, como ya comprobó el año pasado. Su acuerdo con Francia, Italia y España para conceder la presidencia de la Comisión Europea al socialista holandés Frans Timmermans fue abortado por el Partido Popular Europeo, donde varias delegaciones de países pequeños también se revolvieron y reclamaron el puesto, que acabó en manos de la conservadora Ursula von der Leyen.
El batacazo de Calviño corrobora también que la dinámica de los partidos políticos, durante años anestesiada en Bruselas por el consenso europeísta, cada vez está más presente en las instituciones comunitarias. La derrota de la vicepresidenta del Gobierno español se debe, en parte, a la pugna populares y socialistas por repartirse los cargos en juego.
Desde 2013, los socialistas habían ocupado la presidencia del Eurogrupo, con el holandés Jeroen Dijsselbloom primero, y con el portugués Mário Centeno después. El cargo compensaba en parte el dominio del PPE en otras instituciones como la presidencia de la Comisión, el Consejo o el Parlamento.
Pero el equilibrio cambió en parte tras las elecciones al Parlamento Europeo de 2019. El PPE se mantiene al frente de la Comisión, pero los liberales, con Charles Michel, ocupan la del Consejo, y el socialista David Sassoli está al frente del Parlamento.
Los socialistas apostaban por mantener la presidencia del Eurogrupo, dado que el mandato de Sassoli expira a mitad de legislatura a finales del año que viene y, previsiblemente, será sustituido por alguien de otro grupo. Esa situación dejará a los socialistas, el segundo grupo en las elecciones de 2019, sin ninguna presidencia hasta los próximos comicios en 2024.
Pero el Partido Popular Europeo advirtió después de que Centeno anunciase su retirada que no admitía esa lógica y que disputaría el puesto. Y cuando Donohoe anunció su salida, el PPE manifestó claramente su apoyo al irlandés, en un gesto que hace años hubiera pasado prácticamente desapercibido pero que en esta ocasión ha contribuido al resultado. Poco ha importado que el irlandés represente a un país acusado de dumping fiscal para atraer con rebajas de impuestos a multinacionales que eluden así el gravamen sobre los beneficios obtenidos en el resto de la UE.
“El desenlace del Eurogrupo augura una batalla campal por los próximos puestos que surjan y en los que la clave de reparto tenga en cuenta el color político de los candidatos”, auguran fuentes comunitarias. Otras fuentes señalan, sin embargo, que en la victoria de Donohoe han confluido factores diversos y que tanto los respaldos de Calviño como los del Irlandés eran transversales, de izquierda a derecha. La española contaba con el apoyo de países como Grecia, con gobierno monocolor del PPE. Y el irlandés, aunque no ha querido revelar el origen de sus votos, ha asegurado tras ser elegido que procedían de todo el espectro político.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Economía
- Eurogrupo
- Unión Europea
- Crisis económica coronavirus covid-19
- Fondo Europeo Recuperación Covid-19
- Política financiera
- Política económica
- PPE
- Nadia Calviño
- Paschal Donohoe
- Economía europea
- Holanda
- Francia
- Italia
- Alemania
- Mark Rutte
- Coronavirus
- Coronavirus Covid-19
- Coyuntura económica
- Política
- Angela Merkel
- Emmanuel Macron
- Europa
- Crisis económica