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Crisis del coronavirus
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Teletrabajar: querer y poder

Preguntémonos como sociedad cómo queremos incorporar el teletrabajo y qué papel queremos darle en nuestras vidas

Una empleada trabaja con su portátil desde su casa.
Una empleada trabaja con su portátil desde su casa.

Aunque algunos lectores, dada su experiencia, crean adecuado aplicar al teletrabajo la frase “ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió”, ¿es realmente generalizable el rechazo que pueden estar sintiendo hacia esta práctica laboral? Responder la pregunta no es un mero ejercicio académico: a la situación personal que hemos vivido una parte de los trabajadores, al tener que adaptar nuestras condiciones de trabajo al contexto restrictivo de la pandemia, le seguirá un proceso parcialmente astringente mientras no exista una solución eficaz para el coronavirus.

Si bien todavía no hay cifras a nivel agregado del uso del teletrabajo para evaluar la situación, disponemos de dos referencias muy interesantes: estudios recientes han analizado qué puestos de trabajo se pueden desempeñar desde casa dada la tecnología existente, y han estimado que alrededor de un 32% de los trabajadores en España podría hacerlo. Sin embargo, en el país un 4,8% de ellos realizaban en 2019 su trabajo normalmente desde casa, por debajo de la media europea (5,3%) y lejos del líder, Países Bajos (14,1%), según Eurostat. Con estos datos, el mundo de lo posible se encontraba muy alejado de lo efectivo antes de la pandemia, y parece que ambas circunstancias han convergido. ¿A qué se debía esta diferencia previa?

Para responder a esta pregunta, permítanme una analogía arbórea. La teca es un árbol típico del sudeste asiático caracterizado por una madera dura, elástica e incorruptible, muy utilizada en construcciones navales y pavimentos. Además, también corresponde a un acrónimo que puede resumir cuatro dimensiones del teletrabajo: la Tecnología (entendida en sentido amplio, desde la infraestructura, los servicios del sector público y el entorno regulatorio, hasta la inversión del sector privado y el acceso adecuado de los hogares), el Estilo de vida (equilibrio entre la dimensión personal y profesional del individuo), el Conocimiento (con especial énfasis en las capacidades y habilidades digitales), y el Acuerdo entre trabajadores y empresas (que implica un cambio de cultura empresarial y formas innovadoras de conectar entre los miembros de una organización). Mientras no abordemos adecuadamente estas dimensiones resultará bastante difícil poder asignar las propiedades de este árbol al teletrabajo.

En suma, esta experiencia que estamos viviendo requiere una visión más amplia y mayor perspectiva del teletrabajo. No es solo poder, también es querer. Antes de juzgar la herramienta por una mala vivencia, preguntémonos como sociedad cómo queremos incorporar el teletrabajo y qué papel queremos darle en nuestras vidas. Mientras tanto, nos quedamos a la espera de las decisiones que tome el Ministerio de Trabajo y Economía Social sobre este tema. Como decían dos conocidos cómicos al finalizar sus exposiciones, “y la próxima semana... hablaremos del Gobierno”.

Alfonso Arellano, analista de BBVA Research.


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