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“América Latina tardará tres o cuatro años en recuperar el PIB anterior a la pandemia”

El economista jefe del BID ve una recuperación en U en la región, más lenta que en el resto del mundo, tras una "triple parada súbita" de la economía en 2020

Ignacio Fariza
El economista jefe del BID, Eric Parrado, en una imagen de archivo.
El economista jefe del BID, Eric Parrado, en una imagen de archivo.

El chileno Eric Parrado (Antofagasta, 1970) se ha encontrado con una enorme patata caliente en forma de pandemia global solo un año después de haber aterrizado en el cargo de economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Habla con EL PAÍS, por videollamada y por espacio de casi una hora, en una de las semanas más complejas de la institución con sede en Washington: el Gobierno de Donald Trump presentará batalla para que un estadounidense presida el Banco, contraviniendo una histórica norma no escrita. También en el peor momento sanitario en el subcontinente desde el inicio de la crisis del coronavirus, con Latinoamérica convertida ya en el último epicentro de la enfermedad. En el primer charco prefiere no entrar; en el segundo se moja de lleno.

Pregunta. ¿Es tan pesimista como sugieren las últimas proyecciones?

Respuesta. Una de las pocas cosas que tenemos seguras es que esta es una crisis sin precedentes: hay muy pocas que se le parezcan. Quizá, en términos de impacto, la Gran Depresión de los años treinta, aunque con la diferencia de que entonces fueron tres años de fuerte caída del PIB y aquí parece que será solo uno. Los pronósticos se están volviendo más pesimistas porque empezamos a tener información del sector real, con caídas muy grandes en consumo y desempleo. En la región estamos viendo tasas de -14% y -15% en términos mensuales. Y eso significa más pobreza, más endeudamiento y más desigualdad.

P. ¿Hay riesgo de que la recuperación sea en V en los países ricos, pero en U, más retrasada, en Latinoamérica?

R. Es un riesgo; nos preocupa. Muchos países de América del Sur tienen una dependencia importante de China que, aunque se está recuperando relativamente bien, va a encontrarse con un mundo debilitado. De todas formas, nuestro problema no es nuevo: la pandemia nos pilló débiles, creciendo ya en 2019 menos de lo requerido para nuestro desarrollo. Un crecimiento muy fuerte en 2021 se ve cada día más lejano: la recuperación de la región claramente va a demorar más. Nuestra previsión central sigue siendo una caída del PIB entre -8% y -10% este año, y una recuperación solo a partir del segundo semestre de 2021. Es decir, más una U que una V.

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P. ¿Cuándo recuperará la región el nivel de PIB anterior a la pandemia?

R. Va a tomar mucho tiempo, porque el impacto está siendo muy fuerte y tienes que crecer más fuerte de lo que caíste: si caíste un 9%, con una recuperación del 9% no vas a llegar al mismo nivel… Tienes que crecer mucho más para poder llegar al nivel de tendencia. Va a ser bien costoso.

P. ¿De cuánto tiempo hablamos?

R. Tres o cuatro años. Y aún más regresar a los niveles previos de renta per cápita, que es uno de los indicadores clave del desarrollo.

P. Todos los motores se han frenado en seco. ¿Qué guiará esa futura recuperación?

R. América Latina está sufriendo una triple parada súbita: de la movilidad de personas, restricciones de viajes y turismo, que golpea especialmente al Caribe y a algunos países de América del Sur; del comercio, con exportaciones e importaciones cayendo fuertemente; y de flujos financieros, con una caída en inversión extranjera directa que puede llegar al 50% y una gran bajada de las remesas de entorno al 30%. Esta triple parada súbita es la gran diferencia con el mundo desarrollado y casi todos los emergentes. Por eso estamos viendo cómo las previsiones de crecimiento van deteriorándose más y más. El golpe, de todas formas, no será igual en todos los casos: los países que han hecho las tareas, con prudencia fiscal y bancos centrales independientes, han podido hacer un esfuerzo adicional para enfrentar la crisis. Allí la recuperación será mucho más rápida.

P. Al principio de la crisis el foco económico apuntaba a Asia, con China a la cabeza. Luego a Europa, especialmente a Italia y a España. Ahora las miradas se posan sobre América Latina.

R. Nosotros entramos a esta pandemia con una preexistencia, con bajos niveles de productividad y crisis sociales en algunos países. En 2019 ya volábamos con un motor dañado y este 2020 se ha dañado el otro motor. Ahora lo complicado es tratar de planear este avión, salvar a sus pasajeros y aterrizar en un lugar seguro. Ya antes de la crisis sanitaria nos costaba cerrar la brecha de ingreso per cápita frente a EE UU, mientras el Asia emergente sí la ha cerrado rápidamente en los últimos 30 años. La pandemia es un llamado de atención: no debemos ser tan graduales en las reformas que permitan elevar la productividad.

P. ¿Cuáles?

R. Hay que hacer un esfuerzo grande en infraestructuras físicas y digitales, educación y sanidad. Y tratar de tener instituciones que piensen en el largo plazo, que proyecten las necesidades de cada país y no dependan del ciclo político. Tenemos que volver no a una nueva normalidad sino a una mejor normalidad: la normalidad prepandemia no es la que queremos. Ese es el cambio de énfasis que tienen que hacer los Gobiernos. Si tenemos visión de largo plazo vamos a tener también países más estables, y no la historia que se repite en América Latina: viene un Gobierno para hacer una reforma y el siguiente hace la contrarreforma de la reforma. Los ciclos políticos tan cortos tienen el incentivo de patear los problemas hacia adelante.

P. A estas alturas ya está claro que el coronavirus será, también, un catalizador de la inequidad. Y América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo.

R. El impacto ha sido enorme en términos de distribución del ingreso: el 80% de los latinoamericanos de bajos ingresos ha sufrido al menos una pérdida de empleo de un familiar cercano desde el inicio de la pandemia, frente al 20% de los de ingresos altos. Hemos tratado de hacer esfuerzos de gasto social, pero no nos ha ido bien. Cuando uno mira el Gini [el índice de dispersión de ingresos más usado por los economistas] antes y después de transferencias e impuestos, estamos igual que el mundo desarrollado, pero cuando cobramos los impuestos y aplicamos los programas sociales, apenas varía. Y eso solo quiere decir una cosa: que las políticas no están funcionando, que no están bien focalizadas y que se requiere un grado adicional de eficiencia en el gasto público.

P. Y está, también, el factor informalidad. El caso de Perú parece claro: más personas en esa situación significa también un golpe mayor de una crisis económica como esta.

R. Tal cual. La media de la región sigue por encima del 50%, y el golpe está siendo mucho mayor para los segmentos informales, a los que es más difícil llegar con transferencias. Esta pandemia es un claro llamado de atención.

P. ¿Espera un 2021 caliente en las calles, como lo fue 2019?

R. De esta crisis vamos a salir más pobres, más endeudados y con un mayor problema de distribución del ingreso. Los Gobiernos tienen que empezar a planear su respuesta para que la recuperación sea mucho más inclusiva, que es lo que causó las protestas en algunos países de América del Sur. Necesitamos una red de protección social mucho más amplia y que las transferencias no se filtren a los segmentos de mayores ingresos: que lleguen a los sectores más pobres. Y una educación, una sanidad y unas pensiones que igualen, que emparejen la cancha para todos. La búsqueda de un nuevo trato es urgente.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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