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“Lo que estamos haciendo es solo un pedazo de lo que vendrá cuando haya un día después en Venezuela”

Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, hace balance de la conferencia de donantes convocada para apoyar a los países de acogida del éxodo

Francesco Manetto
El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, durante una rueda de prensa.
El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, durante una rueda de prensa.EFE

Luis Alberto Moreno (Filadelfia, 1953) lleva 15 años al frente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), uno de los organismos más implicados en la conferencia de donantes convocada esta semana por España y la Unión Europea para apoyar a los cerca de cinco millones de migrantes venezolanos y a los países receptores. El presidente de la institución financiera reflexiona, en conversación con EL PAÍS a través de videoconferencia, sobre la convulsión económica que afronta la región como consecuencia del coronavirus. A ese sombrío panorama se suma la emergencia relacionada con la atención del flujo migratorio que —con la excepción de unas decenas de miles de personas que decidieron regresar— ha causado un impacto sin precedentes en los servicios públicos y desborda a varios Gobiernos latinoamericanos.

Pregunta. Esta semana se ha celebrado la conferencia de donantes en apoyo de los migrantes venezolanos. ¿Cómo está impactando la crisis del coronavirus en los países latinoamericanos que más han acogido a esa población?

Respuesta. Los costos asociados a la migración, sobre todo para aquellos países que han recibido a un mayor número de migrantes, por ejemplo, Colombia, Perú o Ecuador, representan cerca de medio punto del Producto Interior Bruto de cada uno esos países. Entre 0,3% y 0,6% del PIB. Pero claramente esos costos son insuficientes frente a las enormes necesidades de poder acoger a todos los venezolanos y proveerles de los servicios sociales que da cualquier Estado. Si uno mira el gran reto que todos los países tenemos, y se ve claramente en el caso de Perú que tiene unos niveles de informalidad altísimos, arriba del 65%, es que donde más se siente el contagio es en las poblaciones y en los sectores informales. Y en el caso de los migrantes venezolanos, la mayoría de ellos han sido migrantes que llegan de forma informal. Pero hemos visto otros casos, en Perú o Colombia. Gente del sector de salud, enfermeras, médicos, que estaban haciendo otras cosas porque no conseguían integrarse, con la covid-19 han podido ayudar en el sector de salud, la primera línea de combate que se tiene contra el virus.

P. La emergencia está precisamente relacionada con la amenaza de colapso de los servicios de salud. En el caso de Colombia, según los datos ofrecidos esta semana por Migración, hay 1,8 millones de venezolanos en un país con alrededor de 50 millones de habitantes. ¿La prioridad de los donantes y del BID era garantizar la sostenibilidad de esos servicios?

R. Claramente nos hemos enfocado en apoyar a los países de destino alrededor de un conjunto de intervenciones que tienen que ver con agua y saneamiento, hoy más que nunca fundamental, los temas de vivienda, las afiliaciones al seguro social, el acceso a los servicios educativos. Esos temas cambian dentro de los países dependiendo de la ciudad. No es lo mismo el caso de Cúcuta de Bogotá o Barranquilla. Por otro lado, hemos tenido que mirar los temas de empleo, para que sea más inclusivo. Todos los países que tienen fronteras con Venezuela ya venían haciendo chequeos antes de la covid, mucho antes había controles para ver si la gente llegaba con déficit de vacunas de cualquier tipo. El reto de la covid-19 en América Latina llegó tarde y los países empezaron a adecuar sus sistemas de sanidad, importar los equipos necesarios y hoy por hoy el 65% de los nuevos casos se están dando en América Latina y el Caribe. En la medida en que aumenten el número de pruebas aumentarán el número de casos. Pero los problemas reales hoy, que están prácticamente desbordando los sistemas sanitarios, están en Brasil, en Chile y en Perú.

P. En la conferencia de donantes se han comprometido casi 2.800 millones de dólares. ¿Ha cumplido su función? ¿Qué papel ha tenido el BID?

R. Aplaudo el hecho de que la canciller española, Arancha González, decidiera tomar este tema. Desde el BID, con respecto al financiamiento, [comprometimos] casi 1.200 millones de dólares, lo que representa el 42% de todo lo que se anunció en esos términos, y en donaciones estamos aportando 85 millones de dólares, que representa el 13%. El BID es de lejos la institución que más está haciendo. Creo que era muy importante hacer este esfuerzo, ayudar a los países de destino, sobre todo en esta época en la que el gasto fiscal se ve comprometido por la emergencia de la covid. Pero lo que estamos haciendo es solo un pedazo de lo que vendrá cuando haya un día después en Venezuela. Es muy importante advertir de que, si uno suma lo que podemos hacer todas las instituciones multilaterales, si acaso vamos a poder hacer la tercera parte de las necesidades que va a tener Venezuela, no por un año, por varios años.

P. ¿Cuál es su grado de optimismo con respecto a la crisis venezolana?

R. Es más que urgente que haya una definición política en Venezuela, este régimen lo único que ha traído a los venezolanos es hambre, frustraciones y un empobrecimiento generalizado, y no producto de la covid, desastres naturales o de una guerra.

P. La mayoría de los países latinoamericano, con excepciones, acaba de cumplir dos meses de cuarentena y restricciones. ¿Cuál es su valoración de la situación y cuáles son las perspectivas económicas?

R. A partir de la investigación que hemos hecho, hemos llegado a la conclusión que mantener confinada a la población latinoamericana más de 60 días genera unos problemas enormes y hay que mantener el equilibrio entre la salud de la población y la salud de la economía. Dicho eso, todos los países de una u otra manera, y en el mundo, no solamente en América Latina, están aprendiendo a nadar nadando en el proceso de reapertura. Lo primero que había que mantener era toda la cadena alimenticia y las medicinas. Y se han creado una serie de protocolos para varios sectores, como la obra pública y la construcción, en ambos casos altos generadores de empleo. Los Gobiernos locales son otro elemento fundamental, porque son los responsables de asegurarse de que se cumplan esos protocolos. En Colombia, Bogotá tiene un número altísimo de casos mientras que Medellín y en general Antioquia lo han logrado controlar bastante bien. Mucho de eso lo han hecho básicamente porque allá todo el mundo se pone en la mesa, el sector privado, el Gobierno de la ciudad, el del departamento, todas las fuerzas vivas trabajan juntas. En Colombia está empezando a abrirse el comercio, algunas tiendas sí y otras no. Eso es lo que toca, de no hacerse también genera problemas de salubridad.

P. ¿Cómo va a lidiar Latinoamérica con su economía después de esta crisis?

R. Entramos a esta crisis con condiciones preexistentes, 60% de endeudamiento y déficit fiscal por arriba del 1,5%, en promedio. Con países que tenían problemas de altísimos niveles de deuda, inflación y sobre todo bajo crecimiento. El crecimiento de los últimos cinco años en América Latina ha sido quizá uno de los más bajos de los últimos 30 años. Y en esa coyuntura entramos. Lo que vamos a tener son cantidades de empresas, como hemos visto con las aerolíneas, que tienen que reestructurarse, problemas para el turismo y las remesas, que van a caer en torno al 30.000 millones de dólares. Esto es determinante en países del Caribe y Centroamérica sobre todo. En Estados Unidos el desempleo llega a 40 millones, prácticamente uno de cada cuatro norteamericanos está sin empleo, y esa cifra para los hispanos es mucho más alta. Lo que quiere decir que tienen menos dinero para enviar a sus países y a eso hay que agregarle que esas economías dependen de las exportaciones de los productos básicos y los precios de esos productos ya estaban a la baja. Es ese el entorno en el que vamos a tener que desenvolvernos con mayores déficit fiscales y endeudamientos. Si hay una lección del año 30, cuando se hizo el famoso New Deal en Estados Unidos, otros países también llegaron a alguna forma de New Deal. En Colombia se llamó La revolución en marcha, que hizo el presidente López Pumarejo y que básicamente consistía de una u otra manera en repensar el contrato social. Y ese es el tipo de cosas que vamos a tener que hacer, cambiando grandes sistemas del Estado, la educación, las universidades, la inversión digital. Mil cosas que se van a tener que repensar, pero uno no puede eliminar de esto la relación personal. Y hay mucho que se puede hacer en la salud. Ese es el tipo de reformas que se van a tener que hacer.

P. ¿Cree en la capacidad de adaptación de los Gobierno y la población?

R. Es impresionante cómo el mundo entero se ha adaptado a esto, lo que quiere decir que como seres humanos somos más capaces de adaptarnos de lo que nos imaginamos. Recuerdo que tenía un profesor en Harvard, un gran biólogo, que escribió unos libros maravillosos sobre los insectos, y él decía que había dos especies que podían salir con éxito porque cooperan entre ellos: eran los humanos y los insectos. Yo creo que la capacidad de adaptación nos tiene que servir como una gran lección para poder salir de esto con éxito. Y de la misma manera en que todas nuestras sociedades están luchando contra la covid vamos a tener que poder construir acuerdos como sociedades con ese mismo espíritu.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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