Jueces que no leen economía
La sentencia del Constitucional alemán flaquea porque el BCE ha publicado al menos una docena de estudios sobre los efectos del QE
Decíamos ayer: la sentencia del Tribunal Constitucional alemán de Karlsruhe, de 5 de mayo, es ilegal porque atenta contra la superior jerarquía del Tribunal de la UE y contra la independencia del BCE atacando —aunque proclame lo contrario— su herramienta de expansión cuantitativa (quantitative easing, QE) para afrontar esta recesión.
Pero es que hay más. Estos jueces no leen, pobres, más que sentencias. Solo así se entiende que acusen a Fráncfort de “ignorar los efectos de política económica” que entrañan sus decisiones monetarias, de no “identificarlos ni ponderarlos”.
Si leyeran periódicos se enterarían de que en el consejo del BCE se ha discutido ácidamente, y votado de forma controvertida, en varias decisiones sobre la QE: es decir, sus dirigentes han ponderado, incluso públicamente, entre su impacto (positivo) y sus (negativos) efectos colaterales.
Y la entidad sigue haciéndolo. Antes de ampliar Mario Draghi esa política expansiva en septiembre, y de multiplicarla Christine Lagarde en marzo: desde 2019, su serie de Working Papers (WPS) ha incluido no menos de una docena de estudios, algunos críticos, otros menos, sobre ella (web del BCE, del 2237 al 2390). ¡Si casi solo han hecho que sopesar sus efectos!
No los leen. Por eso la calidad económica de su sentencia flaquea. Dice que el fondo de rescate (MEDE) podría haber logrado lo mismo que la QE. ¿Y? El BCE no es su dueño. Y alega que los efectos de la QE han incluido “virtualmente a todos los ciudadanos, accionistas, bonistas, propietarios inmobiliarios, ahorradores, asegurados”.
Sí, pero para bien, pues “la contribución de la política monetaria laxa aumentó un 1,9% el PIB de la eurozona, de 2016 a 2019”, y contribuyó a mejorar el empleo “entre dos y tres millones de puestos de trabajo”. Aparte de que la inflación, su negocio directo, “habría sido medio punto inferior”. (The first 20 years of the ECB, Phillip Hatmann et al, WPS número 2219, diciembre de 2018). ¿O prefieren la devastadora deflación?
Claro que Karlsruhe sangra por la herida de “las considerables pérdidas para el ahorrador privado”: lean el texto crítico que reconoce esa menor remuneración de los depósitos, y sostiene que el más dañado es el “retail”, el pequeño ahorrador, aunque ¡no siempre! (Negative interest rates..., Selva Demiralp, WPS 2283, mayo 2019).
Sostienen los jueces que los bancos comerciales han sido beneficiados porque colocaron sus bonos públicos malos al BCE. Pero esa es una contrapartida a su relativamente menor rentabilidad, de la que tanto se quejan los banqueros. Un quid pro quo: el mayor mercado de clientes “y de mejor calidad” compensa los peores precios obtenidos por sus préstamos (A tale of two decades, Massimo Rostagno et al, WPS 2346, diciembre de 2019).
Y ya es patético cuando arguyen que los efectos de los bajos tipos “permiten a empresas inviables permanecer en el mercado”. Es más terrible aún que a las viables las asfixien con tipos exagerados, como hizo algún primitivo ex economista jefe del BCE. Procedente, ay, del Bundesbank.
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