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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Columna
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Pánico en Cushing, Oklahoma

En esta carrera desenfrenada por quitarse de encima el barril de petróleo, quien manda es la empresa que cuenta con capacidad de almacenaje

Tanques de almacenamiento de petróleo en Cushing,  Oklahoma (Estados Unidos).
Tanques de almacenamiento de petróleo en Cushing, Oklahoma (Estados Unidos).Nick Oxford (Reuters)
Jesús Mota

Como en las más pintorescas visiones del Apocalipsis, la recesión inducida por el coronavirus aparece nimbada por fenómenos extraños, insólitos no solo por su improbabilidad sino por su floración repentina. El mercado del crudo estadounidense, el llamado West Texas Intermediate (WTI), se hundió el lunes de forma catastrófica. Por primera vez en la historia cotizó en negativo (-37,63 dólares por barril frente a los 18,33 dólares del pasado viernes) y causó el pánico entre los inversores. La razón última de la depresión abisal del precio es bien conocida: existe en el mercado una sobreoferta de crudo debido a la caída en picado de la demanda y nadie quiere petróleo físico para usarlo o procesarlo y solo lo acepta si puede almacenarlo para sortear el hundimiento actual de los precios y venderlo más caro en el futuro.

Para conocer el mecanismo que ha llevado al poltergeist del WTI hay que trasladarse a Cushing (Oklahoma) y situarse en el 20 de abril, un día antes del vencimiento de los contratos de futuro para mayo. En Cushing, un lugar estratégico en Estados Unidos, se concentran los tanques de almacenamiento; los inversores saben que se están llenando a un ritmo ligeramente superior a los cinco millones de barriles por semana, una cantidad inusualmente alta si se tiene en cuenta que estamos en la llamada driving season, esa muestra del folclore norteamericano que consiste en conducir sin medida, consumir gasolina sin restricciones en sus vehículos de alta cilindrada y quemar neumático. La reacción de los inversores fue interpretar que no hay capacidad de almacenaje y, por tanto, no hay posibilidad de especular con el crudo físico e iniciar una alocada carrera para desprenderse de él.

En esta carrera desenfrenada por quitarse de encima el barril de petróleo, quien manda es la empresa que cuenta con capacidad de almacenaje; presiona sobre el precio hasta que cobra por aceptarlo. De ahí el precio negativo.

El mercado se desploma sin control porque los contratos de mayo que vencían a 21 de abril (este martes) se encuentran en una situación sin precedentes; si, habitualmente, al vencimiento de los contratos de futuro quien tuviera crudo como activo financiero trasladaba la posición al contrato del mes siguiente (junio, en este caso) ahora se encuentra con que por falta de compradores tiene que vender a pérdida.

Y así se multiplica la depresión de los precios hasta que se produce el colapso en el mercado. A la espera de comprobar la reacción en días sucesivos, pueden hacerse dos predicciones que, como todas en economía, se basan casi exclusivamente en la probabilidad. La primera es, tal como sostiene el analista Antonio Merino, que el riesgo de nuevos episodios de crisis similares a la del lunes se mantiene para los últimos días de mayo, cuando venzan los contratos a un mes.

Como descubrió Hannah Arendt, cuando un hecho desastroso se produce por primera vez nada impide que vuelva a repetirse. La segunda predicción: que las condiciones objetivas del mercado de petróleo seguirán empujando a la baja el precio del brent. Pero el crudo de referencia internacional está relativamente protegido porque en su mercado las entregas físicas son muy limitadas cuando expiran los contratos. A pesar de lo cual, hay un riesgo que nunca sufrirá el mercado de los carburantes: que los precios bajen para el consumidor, así se hunda el petróleo.

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