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Crisis de coronavirus
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El plan de reconstrucción económica

Las medidas aprobadas por el Eurogrupo son menores y marginales. Hay que ir más allá en calidad y cantidad

Ángel Ubide
MARAVILLAS DELGADO
MARAVILLAS DELGADO

La guerra contra el coronavirus cumple ya varios meses, y poco a poco se van conociendo más datos de este misterioso enemigo. Se ha descubierto que hay diferencias notables entre este coronavirus y el del SARS que lo hacen mucho más difícil de controlar. Por ejemplo, que una parte notable de los infectados no tiene síntomas y, por tanto, son contagiosos aunque no los sepan. O que el periodo medio de estancia de los pacientes afectados en las UCI no es de varios días, sino de un par de semanas, lo que ha contribuido al colapso de los hospitales. Ante tales sorpresas, los Gobiernos se han visto obligados a tomar medidas drásticas de distanciamiento y de restricción de movilidad. Por el bien de todos.

Estas medidas están dando sus frutos: las curvas de contagio y de fallecimientos se están aplanando y la presión sobre la capacidad hospitalaria está mejorando. La incertidumbre sigue siendo elevada respecto al número de casos y, por tanto, respecto a la tasa de mortalidad, y dicha incertidumbre solo se reducirá con los resultados de los proyectos de testeo a gran escala.

Ahora hay que asegurarse de que, tras ganar la guerra, no perdamos la paz. Las guerras dejan secuelas profundas, y este virus ataca a una eurozona que aún tenía heridas en carne viva de la crisis anterior, poniendo en evidencia las fallas en su estructura económica. La eurozona se enfrenta a la cruda realidad de que no tiene los medios necesarios para diseñar su política fiscal. Con tipos de interés cero durante muchos años, la política fiscal será el único instrumento para gestionar el nivel de actividad, reducir el desempleo, y estabilizar la inflación. Y la eurozona no está preparada.

La crisis sanitaria puede convertirse en una crisis económica de primera magnitud si la respuesta no está a la altura, y el plan de reconstrucción que debe adoptarse lo antes posible responde a esta urgente necesidad existencial. En todos los países se están rompiendo tabúes: la Fed esta comprando deuda de los Estados y municipios; el Banco de Inglaterra está financiando al Gobierno directamente; el BCE ha eliminado su límite de compras. Sin embargo, el acuerdo del Eurogrupo, con la nueva línea de crédito del Mede, las garantías del BEI, y el programa de apoyo al desempleo, son decisiones menores y marginales. Para salir de la mayor crisis de los últimos 50 años hay que ir mucho más allá, en calidad y cantidad.

El plan de reconstrucción debe basarse en tres principios: no aumentar las disparidades económicas preexistentes de la eurozona; contribuir a aumentar el crecimiento potencial y a avanzar los objetivos estratégicos de la eurozona; y ser de la suficientemente magnitud y persistencia en el tiempo para generar el impulso fiscal necesario para cerrar el output gap (que según las proyecciones del FMI será enorme), eliminar el desempleo cíclico, y elevar la inflación al objetivo del 2% lo antes posible.

Este plan plurianual puede diseñarse en torno a tres pilares. El primero, ayudar a los mayores, evitando que una nueva pandemia pueda volver a causar semejante catástrofe, con un plan de inversión sanitaria y tecnológica que dote a cada país de los recursos necesarios para afrontarla con éxito. El segundo, ayudar a los más jóvenes, con un ambicioso plan de inversión y de medidas regulatorias que reduzcan el riesgo asociado con el calentamiento global y el coste económico de la transición ecológica. El tercero, ayudar a los más necesitados, atacando la desigualdad tecnológica de la eurozona con un plan de inversión en la economía digital que ponga a la eurozona en la vanguardia del acceso individual y de la innovación. Cada país debería diseñar su contribución a este plan, que sería aprobado por los líderes de la eurozona y ratificado cada año en la ronda presupuestaria anual.

Una vez acordado el plan, se debe diseñar la financiación, bajo el principio de que el coste sea el mismo para todos los países, como corresponde a un plan que reacciona a un shock común y exógeno. Esto generará externalidades positivas para todos sus miembros, y aumentará la estabilidad del euro. El Mede podría emitir bonos garantizados con una transferencia de recursos tributarios o un aumento de capital. La recaudación de estos bonos se transferiría a cada miembro para financiar el plan de reconstrucción. El plazo y estructura de vencimientos se diseñaría para reducir su impacto sobre el servicio de la deuda a corto plazo y crear espacio para las políticas fiscales nacionales necesarias para amortiguar el impacto inmediato del confinamiento.

Hay un dicho en política que afirma que “no me digas cuáles son tus valores, enséñame tu presupuesto y yo te diré cuáles son tus valores”. El plan de reconstrucción, y su financiación, son la oportunidad para que la eurozona muestre cuáles son sus valores.

En Twitter: @angelubide

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