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Menos escapadas para comprar tabaco

Los 25.000 estanqueros y trabajadores del sector sufren el golpe, pero esquivan los ERTE por el carácter familiar del negocio

Sergio Paluzo, en el estanco que regenta en Sevilla.
Sergio Paluzo, en el estanco que regenta en Sevilla.PACO PUENTES (EL PAÍS)
Eva Saiz

Sergio Paluzo (44 años) lleva ya más de un mes atendiendo a los clientes de su estanco con guantes y mascarilla desde la cancela que cubre el portón de su local. Acaba de reforzarla con una mampara reciclada de un estante de chicles para protegerse del coronavirus, una amenaza ahora más tangible que el riesgo robo. Los expendedores de tabaco y timbre operan a través de una concesión administrativa del Estado y sus negocios prestan un servicio público que no se ha visto afectado por las medidas del real decreto que regula el estado de alarma.

“El ambiente es raro. La gente viene con prisa y tiene miedo”, explica. Su estanco está en la calle Alfonso XII, en pleno centro de Sevilla. Antes de que la pandemia vaciara las calles, era paso obligado para centenares de turistas. “Solía entrar una media de 600 personas diarias. Esta tarde en las dos horas que he abierto se han pasado seis”, cuenta. “La gente solo compra tabaco. Todo lo demás está parado”, reconoce.

Desde que estalló la crisis sus ventas han bajado un 60%. Fuentes de la Unión de Estanqueros de España dicen que hasta finales de abril no habrá datos oficiales del impacto. Al descenso de la venta directa se suma la pérdida de ingresos de las máquinas expendedoras instaladas en los bares que gestionan muchos estanqueros y la suspensión de la Lotería.

Él aún no ha consultado con su gestor a qué ayudas del Gobierno podrá acogerse para paliar los efectos de la crisis. “Para quienes la mayor proporción de sus ingresos proviene de las máquinas expendedoras, el cierre de los locales ha supuesto la ruina, sin contar con el tabaco que se queda allí metido y al que no se le puede dar salida”, explica Antonio Cruz, vicepresidente de la Asociación Provincial de Estanqueros de Sevilla. “La mayor preocupación es que no todos nuestros asociados cuentan con material sanitario, como guantes o mascarillas, ni mamparas protectoras que cuestan unos 200 o 300 euros”, añade.

Cuando el confinamiento aún no era una realidad, el temor al cierre de los estancos provocó la compra masiva de tabaco. Tras la avalancha inicial, los fumadores llegan con cuentagotas. “El centro no es zona residencial y los que entran vienen de paso. Eso sí, los que antes pedían un par de cajetillas, ahora se llevan un cartón o tres bolsas”, indica Paluzo.

En España hay 13.500 estancos en los que trabajan 25.000 personas, según la Unión de Estanqueros de España. La situación de Paluzo no es extrapolable. “En los barrios humildes se vende más tabaco porque la presencia de policía en las calles ha disminuido el contrabando”, indica.

“Por las tardes apenas hay gente en la calle. He adelantado el cierre a las siete de la tarde”, dice Paluzo. Su tía abuela abrió el estanco hace unos 50 años y ha ido pasando de generación en generación hasta llegar a sus manos. Una gestión familiar muy habitual en este tipo de negocio que, de momento, ha limitado la incidencia de ERTE en el sector, explican en la Unión de Estanqueros de España.

“Nadie de mi familia recuerda una situación parecida”, reconoce Paluzo, que ya piensa en recuperar la normalidad. “Una de las cosas más importantes será minimizar las cargas económicas que hayan podido generarse en estas semanas a los pequeños y medianos empresarios. Será un trabajo duro, pero entre todos, seguro que lo conseguimos”, aventuran desde la Unión de Estanqueros.

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Sobre la firma

Eva Saiz
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.

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