Muere de coronavirus Paco el Pocero, el hombre que dio el pelotazo inventando ciudades
Hace apenas un mes empezó la subasta de inmuebles de su gran proyecto en el secarral de Seseña
Se llamaba Francisco Hernando, pero todo el mundo le conocía como Paco, El Pocero. Esa era la profesión de su padre y fue uno de sus muchos oficios antes de convertirse en millonario y presumir en televisión de tener un yate “un poquito más grande que el del Rey [Juan Carlos]”. Murió este viernes, a los 74 años, de coronavirus, apenas un mes después de que el Consejo General de Procuradores organizase una subasta de inmuebles de la ciudad que inventó en un secarral de Seseña (Toledo), en 2007, y que se convirtió en la mejor fotografía de la burbuja inmobiliaria. Su empresa, Onde 2000, acumulaba una deuda de 87 millones de euros.
En las entrevistas le gustaba decir que se lo debía todo “a las alcantarillas” aunque fueron sus pelotazos en la construcción los responsables de una vida de película. Al periodista Jesús Quintero, El loco de la colina, le reveló que su primera ducha se la dio con 29 años, porque antes de eso solo conocía los barreños de Vallecas. “Nos metimos mi mujer y yo y lloramos como niños”. A los ocho años vendía agua. Luego trapos y carbón. A los 17 se convirtió en “maestro pocero” y en los ochenta dio el salto a los pisos.
Su etapa de constructor le regó de millones y enemigos, especialmente en el gremio de los alcaldes. Una de sus empresas, Horpavisa, suspendió pagos después de que el Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón, en Madrid, rechazase la recalificación de los 400.000 metros cuadrados que había comprado en suelo no urbanizable. La alcaldesa de entonces, Pilar Martínez, del PP, denunció ante la Guardia Civil amenazas de muerte. Él todavía se resistió, apoyando en la sombra a un partido de nueva creación, Renovación Democrática. El nombre de su candidato, Miguel Muñoz, era anunciado por avionetas, según cuentan Ruth Ugalde y Alejandra Ramón en El pocero de Seseña. El partido terminó siendo segunda fuerza política, y Hernando, declarado “persona non grata” en el municipio.
En 2004, el entonces ministro Eduardo Zaplana, que hoy acumula problemas con la justicia, le otorgó la medalla al Trabajo. Cuando la diputada Isaura Navarro, de IU-ICV, se interesó por la distinción al constructor que estaba siendo investigado por la fiscalía Anticorrupción, el Gobierno contestó que no podía “concluir" las razones que habían llevado a hacerlo. El expediente de justificación, de tres folios, contenía una carta de petición de la medalla firmado por Carlos García Cano, jefe del gabinete técnico de la subsecretaría del Ministerio de Administraciones Públicas y pariente del constructor.
En 2008, su hijo sufrió un intento de secuestro que se frustró porque Francisco Hernando del Saz se resistió cuando dos hombres intentaron introducirlo, encañonándole, en el maletero de un coche. La banda fue detenida y condenada después de participar en otro secuestro, el del empresario gaditano Rafael Ávila Tirado. Uno de sus integrantes era Raúl Brey, primo del expresidente del Gobierno Mariano Rajoy.
El avión
“Soy un inversor al estilo de EE UU. Allí se dice que si no te arruinas tres veces no eres empresario”, declaró en una entrevista. Cumplió a rajatabla, y arrastró muchos problemas con Hacienda. Cuando en 2008 pagó tres millones de euros para evitar la cárcel por delito fiscal dejó 1.200 euros de propina al fisco. Antes de irle muy mal, le fue muy bien. "Hasta que no pude comprarme el avión, no paré”, declaró una vez refiriéndose al jet privado y de lujo que en 2006 cedería a la cantante Rocío Jurado para regresar de EEUU cuando ya estaba muy enferma. Con su marido, José Ortega Cano, el Pocero recordaba que había robado lechugas cuando era niño.
Cuando en España empezó la crisis se fue a Guinea, donde intentó, sin éxito, exportar el proyecto de Seseña. Para acceder a la ciudad que había inventado en el secarral de Toledo, frente a un cementerio de neumáticos que ardió durante días, se atravesaba un pomposo monumento con su nombre en letras doradas. Allí, barriendo calles desiertas – muchos de los inmuebles fueron comprados para especular, no para vivir- trabajaba en 2008, cuando la burbuja inmobiliaria explotó, José Antonio. “Tiene su temperamento, pero es un gran hombre", explicaba a EL PAÍS. Llevo 20 años trabajando con él, desde que empezó a construir en Boadilla, me ha dado trabajo en todas las obras que ha hecho. Estoy muy agradecido. Yo solo creo en dos cosas: en Dios y en don Francisco”.
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