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De buzón en buzón en plena alerta sanitaria

Correos cambia el protocolo para seguir repartiendo cartas al incluirse su servicio entre las actividades esenciales

Juan Navarro
Cartera del servicio de Correos en Pamplona durante la tercera semana de cuarentena y confinamiento, este miércoles.
Cartera del servicio de Correos en Pamplona durante la tercera semana de cuarentena y confinamiento, este miércoles.Europa Press

Carro lleno, calles vacías. Carteros como el bilbaíno Juan Ramón Calabaza transitan más rápido en su labor, catalogada como actividad esencial por el decreto que endurece las medidas de confinamiento, sin tanto ajetreo urbano. Este repartidor camina de portal en portal por la céntrica zona bilbaína de Indautxu protegido con una mascarilla que le modifica la voz cuando habla a través de los porteros automáticos. Los porteros físicos lo conocen de tantas visitas diarias y comentan la actualidad con él sin perder el sentido del humor:

—Te dejo unas cartas con viruses—, anuncia Calabaza.

El conserje, Javi, las recoge y se las lleva a sus dominios. Ambos sonríen, irónicos, inmersos en una realidad que jamás habrían imaginado hace un mes.

Los protocolos que se le han impuesto a este cartero, al igual que a los 53.605 empleados de Correos, pretenden reducir el riesgo de contagio para usuarios y trabajadores. Un cambio con respecto a hace dos semanas: ya con la cuarentena impuesta, los repartidores apenas contaban con protección. Las mascarillas, los guantes y los geles higiénicos individuales llegaron el lunes 23, se queja este funcionario, tras días de trabajo sin garantías. “Hemos podido tanto infectarnos como extenderlo”, lamenta, sin parar de aligerar el carrito amarillo.

Ricardo Ochoa, delegado del sindicato ESK en Correo Bizkaia y miembro de la junta de personal, critica que “el daño ya está hecho”, por mucho que el material haya ido llegando. “Durante casi una semana todos los que trabajaban ante el público lo han hecho sin protección”, expone.

El sindicato CGT ha denunciado que 767 de estos trabajadores públicos habían dado positivo, otros 2.147 permanecían en cuarentena y que han fallecido dos compañeros. Esta cifra aumentó respecto a los datos que cuantificaba el sindicato hace apenas dos semanas. La entidad no ha difundido cifras; solo datos para sindicatos “con compromiso de confidencialidad”, pero sí ha decidido que sus trabajadores de más de 60 años se queden en sus casas, así como las embarazadas o aquellos con patologías previas.

Portavoces de Correos afirman que el personal activo es el “mínimo imprescindible” para operar con normalidad y que llevan desde la semana pasada alternándose para aligerar al máximo la coincidencia de carteros en las sedes o áreas de predistribución. Desde Correos afean la posición de los sindicatos e insisten: Correos solo presta el servicio postal público obligatorio, con el personal mínimo imprescindible para garantizárselo a todos los ciudadanos y empresas de España. Para ello, ha reorganizado su operativa y ha implementado nuevos protocolos de actuación que permiten asegurar la continuidad del servicio público, protegiendo al mismo tiempo, y de manera prioritaria, la salud de sus trabajadoras y trabajadores, y de sus clientes. El resultado de estas medidas es que la semana pasada trabajaron presencialmente en Correos una media diaria de 11.640 personas

Pero a los carteros no les convence esta medida. Tanto Calabaza como otros dos colegas suyos afirman que las bajas de los empleados mayores, un número elevado según ellos, y las ausencias de aquellos con afecciones han provocado que les toque volver a sus turnos cotidianos. De este modo, sostienen, sigue habiendo mayores probabilidades de contacto en las sedes de Correos cuando los profesionales acuden al principio y al final de su jornada, aparte de los que trabajan físicamente en estos lugares.

La amenaza de la Covid-19 ha alterado también la metodología de trabajo. Los usuarios ya no tienen que firmar electrónicamente sobre las PDA, sino que basta con que den su nombre, apellido y DNI a los carteros. Y así procede el repartidor bilbaíno al acudir a la oficina de una empresa, una de las pocas que siguen operativas en un edificio lleno de ellas.

Inseguridad

El destinatario le exige distancia de seguridad y se muestra nervioso: “No voy a firmar nada”. No hace falta para resolver el trámite y para que Calabaza continúe su ruta por Bilbao. Explica que la gente ha entendido este contexto tan particular y que cumple con las normas, pero matiza: “Algunas personas pasan del tema, parece que no están concienciadas”. Confiesa que en ocasiones intentan tocarle o se acercan demasiado.

Esta situación, inaudita durante sus 18 años en el gremio, transmite inseguridad a este padre de dos hijos, de ocho y tres años. Su pareja teletrabaja y se hace cargo, como puede, de los menores. Por eso este cartero critica la tardanza en la recepción del material sanitario, si bien portavoces de Correos aseguran que llevan tomando medidas “informativas, organizativas y preventivas desde el 28 de enero” y que se han cumplido en todo momento las indicaciones del Ministerio de Sanidad.

Calabaza entiende que su servicio se considere actividad esencial y valora que se haya cancelado el reparto de paquetes más grandes, algo que hasta hace poco seguía haciendo. Ahora les toca distribuir solamente cartas, en su mayoría certificadas. El repartidor sin embargo critica que en estas circunstancias se sigan enviando facturas en formato papel. “Podrían esperar unas semanas, se van a pagar igualmente”, zanja.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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