El plan de choque europeo encalla por la resistencia de Alemania y Holanda
España, con el apoyo de Italia, logra que las negociaciones se reanuden en 15 días
La esperada cumbre europea sobre la crisis del coronavirus se ha saldado este jueves con un choque frontal entre los países partidarios de un plan Marshall de reactivación económica, liderados por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y los socios reacios a una intervención masiva, con Alemania y Holanda como grandes obstáculos. El objetivo de la cita era pactar una “estrategia coordinada” para recuperar la normalidad social, económica e industrial del continente una vez superada la pandemia. Sin embargo, la férrea oposición del norte a compartir los costes de la peor crisis sanitaria vivida en Europa en los últimos tiempos impidió mayor concreción.
La cumbre estuvo a punto de acabar en rotundo fracaso cuando Sánchez y el primer ministro italiano, Guiseppe Conte, se negaron a secundar una declaración conjunta llena de vaguedades y sin medidas concretas. La presión de España, que impuso la concreción de plazos, e Italia hizo que los Veintisiete dieran 15 días al Eurogrupo para que presente propuestas para afrontar un “shock sin precedentes”. El texto vago e impreciso parecía pactado cuando, según fuentes diplomáticas, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, preguntó a todos los participantes en la videoconferencia si había acuerdo. “No”, afirmó Sánchez, según esas fuentes. Y advirtió que no suscribiría “ningún acuerdo que no fije un mandato claro para que los ministros de Economía puedan seguir trabajando” en un plan anticrisis.
La amenaza del veto, secundada por Italia, obligó a Michel a replantear los términos del texto. Y tras un prolongado rifirrafe (la videoconferencia se prolongó durante seis horas) se aceptó incluso concretar un plazo para que los ministros presenten el nuevo plan. “Dentro de tres semanas", fue la oferta que llegó desde Bruselas. “Para nada, 10 días”, exigió Roma. Resultado: los ministros disponen de 15 días para plantear las propuestas que podrían llevar a un plan de reactivación de la economía europea, condenada a una recesión durante este año por el impacto de la pandemia del coronavirus.
La reunión, celebrada por videoconferencia, vivió momentos de tensión. La mesa de nuevo vivió el empate entre el norte, partidario de que cada país salga de la crisis con sus recursos, y el sur, que pide una actuación coordinada. Se revivió el eterno empate: los defensores de la austeridad siguen bloqueando cualquier paso hacia la mutualización de los costes de la crisis, mientras que los partidarios de compartir costes no pudieron lograrlo ni ante un problema de estas dimensiones.
Según fuentes diplomáticas, Holanda y Austria abanderaron la línea dura, mientras que la canciller alemana, Angela Merkel, dejó claro que no aceptaría los eurobonos que habían planteado nueve países encabezados por España, Francia e Italia. El presidente francés, Emmanuel Macron, defendió ese instrumento con el argumento de que esta no era una crisis como las anteriores y afectaba a todos por igual.
Italia logró también que del documento saltara la única medida concreta a corto plazo, que era la petición a los ministros de Economía de la zona euro para que rematen una suerte de red de seguridad que podría permitir a los países en dificultades acudir a una línea de crédito de emergencia del Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), que tiene una capacidad de hasta 410.000 millones de euros.
Pero esa referencia al fondo de rescate europeo, cuya utilización evoca el peligroso estigma de los países rescatados durante la crisis financiera, soliviantó al primer ministro italiano, Giuseppe Conte, que se niega a utilizar un instrumento pensado para crisis de deuda. Según fuentes consultadas, Merkel advirtió de no rechazar de entrada esa solución, a la vista de que tiene más posibilidades que los eurobonos.
El grupo más ambicioso, en el que militan Italia, España y Francia, representa casi la mitad de la población de la UE. Pero la escala que importa en Berlín o en La Haya es la de los números rojos. Y los nueve países aliados representan el 72% de la deuda púbica de la zona euro. Solo Italia acumula unas deudas pendientes (2,38 billones en 2019) que casi igualan las de Alemania y Holanda juntas (2,47 billones).
Acusaciones de Holanda
El Gobierno alemán de Angela Merkel y el holandés de Mark Rutte se niegan a que en este arranque de la crisis se utilicen ya recursos comunitarios. Ambos países, con apoyo de Austria y Finlandia entre otros, prefieren que se explote inicialmente la vía nacional, aprovechando la suspensión temporal del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (que fijaba un límite del 3% del déficit) y la relajación de las normas de ayudas de Estado (que limitaban los subsidios a empresas en dificultades).
Esas dos medidas aprobadas hasta ahora, sin embargo, benefician de manera asimétrica a los socios comunitarios, porque solo pueden ser explotadas por los países con amplio margen de maniobra fiscal, como Alemania y Holanda. Los que están en números rojos (como España) y con un volumen de deuda cercano al 100% del PIB (como España y Francia) o por encima del 100% (como Italia) apenas disponen de espacio presupuestario para embarcarse en un gran plan de estímulo fiscal con cargo a las arcas públicas.
El ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, ha llegado a sugerir en las reuniones mantenidas con sus homólogos por videoconferencia que la Comisión Europea debería investigar por qué algunos países no disponen de ese margen presupuestario a pesar de que la zona euro lleva siete años de crecimiento ininterrumpido, el periodo más largo de bonanza desde el nacimiento de la moneda única en 1999.
“El problema es que la crisis del coronavirus todavía no ha golpeado a todos los países de manera simétrica”, señala una fuente diplomática meridional. Los países del sur están convencidos de que el brutal impacto acabará sintiéndose en toda la UE. Y que entonces llegará el momento de pactar a nivel europeo un gran plan de estímulo, calificado por el presidente Sánchez como un plan Marshall.
Sin suministros y Schengen lleno de fronteras
La cumbre del coronavirus coincidió con el 25º aniversario de la entrada en vigor del acuerdo de Schengen, que suprimió los controles fronterizos entre los países firmantes el 26 de marzo de 1995. Un cuarto de siglo después, más de una docena de socios de Schengen (entre ellos España) han reestablecido los controles fronterizos internos y todos los socios de la UE (salvo Irlanda) han impuesto restricciones al paso de sus fronteras exteriores, según el recuento recogido en una nota interna de la Comisión. El mismo documento indica que las principales rutas de transporte europeas, que absorben el 75% del tráfico de mercancías por camión, han sufrido limitaciones y retrasos en la cadena de suministros de más de 24 horas, incluido el transporte de material médico.
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