Ecuador sale de la OPEP para escapar de los recortes de producción
La decisión del país sudamericano muestra las primeras grietas en el cartel de exportadores de petróleo en su estrategia para impulsar los precios
Ecuador ya está fuera de la OPEP. El Gobierno del país andino anunció el pasado mes de octubre su intención de abandonar el cartel de exportadores de petróleo, una decisión que entraba en vigor hoy, al comienzo del nuevo año. Este movimiento pone a la vista las primeras fracturas en el seno del club liderado por Arabia Saudí en torno a la estrategia que debe seguir para mantener un nivel de precios que satisfaga a los productores.
Desde el fin del Gobierno de Rafael Correa, la política económica de Ecuador está condicionada por varios ingredientes: el país está sobreendeudado, los ingresos públicos no alcanzan para cubrir los gastos —lo que genera más deuda— y una de sus principales fuentes de recursos, el petróleo, está comprometido prácticamente al 100% en el corto plazo. En este contexto, y ante la necesidad de obtener más dinero cada año, el Gobierno de Lenín Moreno ha decidido saltar de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para evitar seguir sometido a las cuotas de reducción en la producción de crudo. El objetivo de las autoridades ecuatorianas es aumentar la capacidad extractiva, pero los analistas muestran sus dudas sobre su capacidad de alcanzar esa meta.
Ecuador extrajo, en promedio, 537.000 barriles de petróleo diarios en 2019. Sin embargo, la OPEP le había fijado una cuota máxima de 508.000 barriles. No cumplió con el compromiso, pero, según explicaron las autoridades ecuatorianas, esto se entendió en el seno de la OPEP como un exceso necesario dadas las dificultades económicas que atravesaba la nación andina. El ministro de Energía, José Agusto Briones, anunció a mediados de diciembre que en 2020 se bombearán 21.000 barriles diarios más aunque su predecesor en el cargo, Carlos Pérez, dio en noviembre una cifra más ambiciosa: cerca de 600.000. No obstante, la realidad sigue lejos de los 700.000 barriles por día que prometió Moreno al asumir la presidencia en un ya lejano 2017.
Al quedar liberado de las restricciones de la OPEP, Ecuador intensificará su estrategia de elevar el volumen de crudo extraído que, tras los impuestos, es la segunda fuente de ingresos más importante para las arcas públicas. Pero para René Ortiz, ex secretario general del cartel, la decisión de salirse del bloque de países petroleros no encaja con la explicación oficial. “No hay necesidad, porque las cuotas que fija la OPEP no son obligatorias en el sentido de que no conllevan una sanción”, aclara. Ortiz añade que la cantidad de barriles adicionales que puede lanzar Ecuador al mercado es tan pequeña —en relación al resto de socios— que no influye en los precios internacionales. Ecuador era el miembro más pequeño de la organización. Y esta es la segunda vez que se retira del bloque: se unió en 1973, se fue en 1992 y volvió, ya con Correa como presidente, en 2007.
Una necesidad en tiempos de estrecheces económicas
Ecuador necesita producir más petróleo. El país tiene presupuestada para el próximo ejercicio una brecha fiscal entre ingresos y gastos superior al 3% del PIB y una necesidad de financiación de 6.700 millones de dólares (5.980 millones de euros). Los más de 100.000 millones de dólares que genera el país cada año se nutren, en parte, de los ingresos por exportaciones petroleras que entre enero y octubre generaron 7.335 millones de dólares. El problema ahora es el estrecho margen de explotación del crudo a corto plazo dados los compromisos ya adquiridos.
Durante la década de Gobierno de Correa, los contratos de preventa petrolera firmados dejaron un margen mínimo para venta libre de petróleo. Para 2020 la cifra de barriles disponibles, según los datos oficiales, es inexistente: el 100 % del petróleo está comprometido. El Ejecutivo correísta pactó con China y con Tailandia envíos a largo plazo de crudo a cambio de financiamiento. Aún hay un saldo pendiente de 3.100 millones de dólares con un candado de cinco años para los cargamentos. Es decir, aunque se devuelvan los préstamos, el país no puede dejar de despachar el petróleo firmado con Petrochina y Unipec, que suma 340 millones de barriles en el próximo lustro.
En la gestión de Moreno, se han renegociado parte de esos contratos consiguiendo liberar 50 millones de barriles, lo que ha permitido concretar 10 operaciones de venta por un valor conjunto de 1.400 millones de dólares, según cálculos del ministro de Energía. “Si tuviéramos mayor disponibilidad de petróleo podríamos generar más licitaciones o concursos internacionales” que permiten negociar un mejor precio por barril, explicó en una entrevista televisada el gerente de Comercio Internacional de la petrolera pública Petroecuador, Mauricio Samaniego. Ese escenario deberá esperar al menos a la liquidación de los primeros contratos a finales de 2020.
La alternativa para incrementar el bombeo de petróleo es buscar nuevas fuentes. En los planes gubernamentales adelantados por el ministro Briones está la búsqueda de socios estratégicos: inversores privados que exploren y extraigan crudo en zonas de la Amazonia ecuatoriana aún sin explotar. De los 537.000 barriles diarios, 427.000 se producen por Petroecuador y 110.000 por operadoras privadas. Este balance cambiará si se concretan los planes del Gobierno de licitar los campos del Suroriente y del campo Ishpingo, junto al parque nacional del Yasuní.
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