_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Con la mirada puesta en 2030

Las reformas a las que debemos hacer frente están ya tan maduras que corren el riesgo de pudrirse

maravillas delgado

La economía española se asoma al próximo año con más incertidumbres que certezas. Hemos dejado atrás los peores efectos de la crisis, pero nuestra sociedad mantiene un clima de ansiedad que ha llevado a que el último trimestre de 2019 se inaugurara con la mala sensación de una recesión inminente. Afortunadamente, los resultados económicos del mismo parecen confirmar la desaceleración pero los indicadores adelantados señalan que, al menos en términos de la economía global y europea, lo peor podría haber quedado atrás, y el año 2020 será un año de cierta recuperación. Cierta, pero escasa: las previsiones mantienen un crecimiento económico muy débil y con fuertes vulnerabilidades, en un contexto de cambio tecnológico, envejecimiento y baja productividad, que sin duda no serán un caldo de cultivo propicio para remontar una economía que mantiene fuertes desequilibrios en materia de deuda y desempleo. Urge por lo tanto poner en marcha una agenda de reformas que permita vislumbrar una economía más competitiva, más cohesionada y más sostenible.

Las reformas a las que debemos hacer frente están ya tan maduras que corren el riesgo de pudrirse. La ventana de oportunidad sigue abierta y hay que establecer prioridades. En primer lugar, hace falta acometer una seria reforma para mejorar la productividad de nuestra economía. Recuperar puestos en el desempeño del sistema nacional de innovación e investigación, estancado respecto de nuestros socios europeos desde comienzos de la década, pero también invertir en el capital humano y en los intangibles empresariales, como el capital directivo, la reputación o la sofisticación nuestras firmas. Según el informe 2019 del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación Cotec, España ha acelerado su inversión en activos intangibles, pero sigue lejos de los países de referencia.

Pero la inversión no lo es todo: la complejidad y disfunción de nuestras múltiples regulaciones deben dejar paso a un entorno más propicio para el crecimiento empresarial, mejorando la competencia en los mercados y aligerando regulaciones obsoletas que ni protegen al consumidor, ni protegen a los trabajadores, ni preservan la integridad de los mercados.

En segundo lugar, debemos hacer frente al reto de la creación de empleo de calidad y la reducción de las desigualdades. Es particularmente alarmante la situación de los más jóvenes, que según el Banco de España perdieron hasta un 24% de renta entre 2010 y 2017. El resultado es que hoy el grupo poblacional con mayor tasa de pobreza es el de los situados entre 16 y 29 años, con un 28%, cifra que se reduce al 15,6% cuando hablamos de los mayores de 65 años.

El tercer gran reto es mejorar la solidez de nuestras cuentas públicas. España mantiene una alta deuda pública, y un déficit estructural muy abultado, con unos ingresos seis puntos por debajo de la media de la Unión Europea, y unas demandas crecientes en gasto social y sanitario vinculado al envejecimiento de la población, con la amenaza de la sostenibilidad de las pensiones siempre encima de la mesa.

Por último, España sebe acelerar la transición hacia una economía baja en carbono. España emitió en 2018 un 12% más de gases de efecto invernadero que en 1990. Recordando que el objetivo de reducción de emisiones para la Unión Europea es para el año 2030 [un 40% menos que en 1990], establecer una senda para España llevaría a una reducción de un 10% anual entre 2020 y 2030.

Estas son las claves que deben dirigir la política económica de los próximos años. Y debemos hacerlo además con una compleja situación en materia de financiación y vertebración territorial, una demografía envejecida y un clima político poco propicio a los grandes acuerdos. La buena noticia es que el viento institucional sopla a favor: la nueva Comisión Europea ha planteado su estrategia de crecimiento sostenible apuntando al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, y tanto el Fondo Monetario Internacional como la OCDE están propiciando una visión más completa e inclusiva del crecimiento económico. Vivimos en un momento idóneo para plantear una política económica ambiciosa y audaz, que mire al próximo decenio proactivamente.

De este modo, los años que inauguramos serán los años decisivos.

José Moisés Martín es economista y consultor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_