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OPINIÓN / SANTIAGO CARBÓ VALVERDE
Columna
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Y ahora, los mercados

Se echarán de menos grandes reformas que requieren mayorías y durabilidad en su aplicación que difícilmente se pueden asegurar en el actual equilibrio político

Santiago Carbó Valverde
Intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sede central del PSOE en Madrid, el pasado domingo.
Intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sede central del PSOE en Madrid, el pasado domingo. ULY MARTIN
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Los españoles votaron y ahora los mercados permanecen en cierta calma, al menos una no muy distinta de la de las últimas semanas. El Ibex registró el lunes una moderada subida, el primer aumento tras unas legislativas. Evitaron las reacciones que se dan cuando hay sorpresas que generan incertidumbre. Ni subidas de la prima de riesgo (más bien lo contrario), ni briefings de inversores institucionales alarmados, ni editoriales pesimistas de rotativos internacionales. Tranquilidad. Lo que subyace por encima del signo político del resultado electoral es la estabilidad. No podemos jugar con contrafactuales (que habría pasado si…) porque no tenemos evidencia comparable para estimar qué habrían hecho los mercados ante otro resultado. No obstante, el escenario que los inversores temían más era uno de ingobernabilidad y de repetición de elecciones.

La guía interpretativa al uso es la que trata de explicar qué resultado electoral es más del gusto de los inversores. Ese manual tiene hoy páginas borrosas, otras tachadas y algunas arrancadas. Probablemente, una posible coalición de PSOE con Podemos y nacionalistas despierta alguna suspicacia a priori en los mercados. En todo caso, esa coalición puede tener diferentes intensidades porque, aún necesitando apoyos, el partido que ha ganado puede prescindir, en algún escenario, de alguno de ellos. Con la lectura al uso, por ejemplo, empresas como los bancos podrían esperar (tal vez) mayor presión fiscal. Sin embargo, los bancarios estuvieron entre los valores que mejor se comportaron este lunes. Entre otras cosas —y esta es una lección importante— porque en las Bolsas pesan hoy muchos factores con la misma ponderación o más que el resultado de las elecciones.

Parece que el impacto se medirá en varios tiempos. Nunca llueve a gusto de todos. Se valorarán las cuestiones transversales, pero también las que tienen impactos heterogéneos individualmente. Entre las primeras, el control del déficit y la reducción de deuda. Hay que recordar que España salió el mes pasado del control estricto de Europa tras bajar el déficit al 2,6%. Esto no significa que ahora haya más libertad para gastar, sino que se está en un marco de gasto “razonable” a los ojos de Bruselas. La presión aumentará (y mucho) ante cualquier desviación significativa, lo que puede ser un mecanismo de control que calme a aquellos que piensen que ahora el gasto se puede desbocar. Tampoco alguna de las medidas más criticadas en los últimos meses (como la subida del salario mínimo) han tenido el impacto caótico que algunos proyectaban. Parece más bien que se acepta, poco a poco, la tesis que aboga por mayor dignidad salarial. En cuanto a las medidas de efectos dispares según cada casa, estarán por ejemplo las relacionadas con la política energética. Si se apuesta más por energía limpia habrá ganadores y perdedores, pero, sobre todo, una mirada a largo plazo.

Pero en esas luces largas al horizonte se seguirán seguramente echando de menos grandes reformas, como la educativa, la digital o la propia energética, porque requieren mayorías y durabilidad en su aplicación que difícilmente se pueden asegurar en España en el actual equilibrio político.

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