La resistencia de Europa
A pesar de todas las incertidumbres, nuestra visión de la economía de la eurozona es relativamente optimista
La economía global, y en especial la europea, lleva ya muchos meses en situación de duda ante un posible cambio de tendencia hacia un crecimiento más bajo. Como en todos los episodios de cambio de ciclo, la incertidumbre es elevada y es difícil hacer pronósticos a medio plazo. Sabemos cuáles son los factores que están detrás de la debilidad reciente, pero no conocemos bien cuál es su peso relativo, y cómo van a evolucionar hacia el futuro.
Un elemento clave de la desaceleración global durante buena parte del año pasado ha sido el freno del comercio mundial, en gran medida por la presión proteccionista ejercida por la administración americana. Así, todos los indicadores globales han reflejado en los últimos trimestres una debilidad manifiesta del sector industrial, más ligada al comercio, y una resistencia mucho mayor del sector servicios, el consumo y el empleo.
Otro elemento importante de la fragilidad global es el aterrizaje de la economía china desde tasas muy elevadas de crecimiento. Es difícil saber hasta qué punto se debe a la presión proteccionista, a los altos niveles de endeudamiento de sus empresas, o a factores de agotamiento más estructural. Pero es indudable que ambos elementos, comercio global y debilidad en Asia, se han reflejado en menores exportaciones europeas, sobre todo desde los países con mayor base industrial y vocación exportadora, como Alemania e Italia.
También los factores idiosincráticos han tenido un peso importante en la desaceleración europea: la regulación ambiental en el sector automovilístico, las dudas sobre el Brexit, el ruido ligado a la política fiscal en Italia, las protestas en Francia. Casi todos ellos son factores que se han prolongado más de lo esperado. De hecho, una de las mayores incógnitas de la coyuntura actual es por qué la economía alemana, con fundamentos muy sólidos, no termina de arrancar.
A pesar de todas las incertidumbres, nuestra visión de la economía de la eurozona es relativamente optimista. Hay algunos brotes verdes en la economía global, reflejados en los datos recientes de China; Trump tiene prisa por concluir pronto el acuerdo comercial con el país asiático; el Brexit se ha vuelto a retrasar, pero ha dado un giro importante hacia una solución menos “dura”; y los bancos centrales han reafirmado su apoyo a la recuperación. Con todo ello, esperamos un crecimiento bajo del PIB para este año (1%), pero prevemos una cierta recuperación para 2020 (1,3%, en torno a la tasa potencial).
Quizás en el entorno de europesimismo que nos rodea, y que nunca pasa de moda, Europa demuestre que mantiene la resistencia ante los eventos adversos a los que se enfrenta, como hemos visto de nuevo esta semana en París en ámbitos mucho más dramáticos.
Miguel Jiménez, BBVA Research
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