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Georgia lanza mensajes de amor a Europa

El país caucásico quiere atraer inversores de la UE para protegerse de la presión rusa y reducir su dependencia de China y Turquía

Tbilisi, la capital de Georgia.
Tbilisi, la capital de Georgia. Walter Bibicow
Thiago Ferrer Morini

Para convertirse en rey de Tesalia, Jasón reunió a una tripulación de héroes que, en la galera Argo, cruzó el proceloso mar Negro para llegar al pie de las montañas del Cáucaso, a la Cólquida, cuyo monarca guardaba el legendario vellocino de oro. Así rezaban las leyendas de la Grecia clásica. La antigua Cólquida es hoy Georgia, y aunque no haya vellocinos de oro (aunque el metal precioso representa el 6,5% de sus exportaciones), su Gobierno está empeñado en atraer inversores europeos que, a ejemplo de Jasón, crucen el mar Negro en busca de riquezas.

Porque Georgia puede tener muchos conflictos internos (el último, unas contestadas elecciones presidenciales el año pasado) pero una cosa tiene clara: desde la llamada revolución de las rosas en 2003, hay un consenso político sobre el objetivo de incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN. "Estamos haciendo todo lo posible por armonizar nuestro sistema al de la UE", explica David Saganelidze, consejero delegado del Partnership Fund, el fondo soberano de la república caucásica.

Le va la vida en ello. El déficit comercial del país fue del 8,8% del PIB en 2017, según el Banco Mundial. Las tres grandes agencias de clasificación internacionales (Fitch, S&P y Moody's) califican a la deuda georgiana de bono basura. En uno de sus últimos informes, Fitch se declara preocupada por el endeudamiento del país en moneda extranjera. "A pesar de una composición favorable, estimamos que el servicio de la deuda externa es sustancialmente superior al de otros países con el mismo rating", señala el documento.

Y el principal destino de las exportaciones georgianas es Rusia, un país con el que oficialmente no tiene relaciones diplomáticas desde 2008, cuando Moscú prestó un poco disimulado apoyo para garantizar la secesión de las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, que suman el 20% de la extensión del país. A pesar de que la situación continúa pendiente de solucionarse, la dependencia de la economía georgiana de su vecino del norte obligó en 2012 al Gobierno a autorizar que los turistas rusos entraran al país sin visado (la medida no es recíproca).

David Saganelidze, consejero delegado del fondo soberano de Georgia.
David Saganelidze, consejero delegado del fondo soberano de Georgia.Inma Flores

El otro gran socio comercial, Turquía, pena los sinsabores de una inflación disparada. Todo esto llevó a que, en 2017, el país caucásico acordase con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una línea de crédito de 285 millones de dólares (un 1,8% del PIB). Pese a todo, la economía georgiana creció un 5,5% el año pasado (según la estimación del propio FMI) y va a crecer un 4,7% este ejercicio.

Punto intermedio

Georgia tiene una economía diversificada y vende en el exterior, sobre todo, cobre, avellanas y metales ferrosos. Pero con cuatro millones de habitantes y unas exportaciones que apenas superan los 2.000 millones de euros al año, el Gobierno es consciente de que su principal atractivo es el ser un punto intermedio. "Podemos ser un país pequeño, pero somos una puerta entre Asia y Europa", apunta Saganelidze. "Tenemos acuerdos de libre comercio con la UE, China, las repúblicas exsoviéticas y Turquía, y estamos negociando con India, Estados Unidos y Canadá. Eso significa que tenemos acceso a 2.500 millones de consumidores, y las grandes empresas internacionales nos están viendo desde otro punto de vista".

El Cáucaso lleva tiempo siendo el objetivo del apetito chino por la expansión internacional. El acuerdo de libre comercio con el país asiático, que entró en vigor en 2018, elimina los aranceles en más de un 90% de los productos de uno y otro lado. Pero, sobre todo, Georgia está bien posicionada para aprovecharse de las inversiones de la nueva Ruta de la Seda, el principal pilar geoestratégico del Gobierno de Xi Jinping. "Georgia está más cerca de algunas partes de China que Pekín", considera Saganelidze. "Las empresas chinas están moviendo sus industrias a nuestro país, sobre todo por su acceso a la UE".

Pero, por muy tentador que sea el capital asiático, el Gobierno de Tbilisi no ha olvidado su prioridad europea. "Tener más socios nos da profundidad, sobre todo financiera", aprecia Georgi Danelia, viceconsejero delegado del Partnership Fund. "Es fundamental sobre todo para sectores como el agrícola (especialmente, el vino) y algunas industrias". "El acuerdo con China también está empezando a atraer a empresas, y no solo europeas", apostilla Saganelidze. "Estamos negociando con uno de los mayores grupos empresariales de Colombia".

Baja fiscalidad

Además de la posición estratégica, la receta del Gobierno georgiano para atraer inversiones es la baja fiscalidad. El país tiene un impuesto de sociedades del 15% y tiene cuatro zonas francas donde las empresas instaladas no pagan impuestos salvo el IRPF. Danelia afirma: "Somos una economía muy transparente, flexible y abierta".

En el último índice Doing Business del Banco Mundial, Georgia aparece como el primer país de la región (y el sexto del mundo) en facilidad de hacer negocios. "Es toda una diferencia con nuestro pasado soviético", considera Danelia. Lo mismo ocurre con la clasificación de percepción de corrupción de Transparencia Internacional: el país destaca del resto de la región, con 58 puntos (sobre 100, los mismos que España) frente a los 41 de Turquía, 35 de Armenia y 28 de Azerbaiyán.

Uno de los sectores con potencial es el agrícola, y ahí Georgia está interesada en mirarse en el espejo español. El vino georgiano era muy popular en la antigua Unión Soviética, y sus exportaciones ascendieron a 120 millones de dólares en 2016. Con vistas al mercado asiático, el país también está incentivando el cultivo de aceites de oliva premium (Georgia tiene intenciones de entrar en el Consejo Mundial Olivarero) y ha empezado a explotar sus razas autóctonas de porcino.

Pero para que estos planes salgan adelante, es imprescindible mejorar las infraestructuras del país. El Ejecutivo está abierto a la participación de inversores internacionales en la mejora de la red de carreteras y ferrocarriles. "España es muy buena haciendo estas cosas", señala el embajador de Georgia en España, Ilia Giorgadze. El principal proyecto en marcha es la construcción de un tercer puerto en el mar Negro para complementar a los de Poti (que también tiene previstas obras para aumentar su calado) y Batumi.

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

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