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El Eurogrupo logra pactar solo un acuerdo de mínimos para la reforma del euro

Los ministros de Finanzas de la UE atan un mecanismo contra quiebras bancarias, retocan el fondo de rescate y acuerdan seguir trabajando en el presupuesto

El comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, charla con el ministro griego de Finanzas, Euclid Tsakalotos, en Bruselas.Vídeo: AFP / EPV
Lluís Pellicer

A punto estuvieron los ministros de Finanzas de la zona euro de volver a sus capitales con los bolsillos vacíos. Pero tras varios recesos, reuniones bilaterales y borradores lograron salvar los muebles y cerrar un pacto de mínimos para equipar a la zona euro de cara a futuras crisis. Tras 18 horas, lograron atar un respaldo fiscal para las quiebras bancarias y una reforma del fondo de rescate (Mede). A partir de ahí, consiguieron ponerse de acuerdo sobre un desacuerdo: trabajarán en un presupuesto de la zona euro, pero sin la perspectiva de que este actúe como estabilizador de las economías ante recesiones.

El Eurogrupo —ampliado a los Veintisiete— pasó ayer la noche en vela enzarzado en varias batallas que amenazaron con dejar sin contenido la Cumbre del Euro de jefes de Estado y Gobierno de la semana que viene en Bruselas. Pasó todo lo que el jefe del Eurogrupo, Mário Centeno, había tratado de evitar desde septiembre. El ministro portugués decidió dividir todos los asuntos que debían quedar cerrados en diciembre en varios paquetes para que las disputas sobre una carpeta no contaminaran a otra.

Sobre el papel, el lunes debían tener todo el trabajo ya hecho para ir cerrando carpetas. Sin embargo, el viernes apenas estaba claro que solo había madurado el proyecto del respaldo fiscal para afrontar resoluciones bancarias como último recurso, que se arrastraba desde 2013. Para el resto de los asuntos —la reforma del Mede, el fondo de garantía de depósitos o el Presupuesto de la zona euro— no había suficiente consenso.

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El lunes por la tarde, fuentes diplomáticas consideraban que los países serían capaces de cerrar los capítulos referentes a la supervisión y resolución bancaria y dejar para junio los más espinosos: el fondo de garantías, el Presupuesto anticrisis y la idea de un seguro de desempleo comunitario.

Alrededor de las diez de la noche, sin embargo, los países tuvieron que hacer un receso. En ese momento se incorporó el ministro francés Bruno Le Maire, ausente desde media tarde para acudir a una reunión urgente en París. A partir de medianoche, de la reunión llegaban noticias de que los ministros ni siquiera serían capaces de avanzar en las reformas que se antojaban más plausibles.

Empezó el ministro italiano Giovanni Tria quien, según fuentes comunitarias, protestó cuando se pusieron sobre la mesa varias medidas que formaban parte de la reforma del Mede. La más polémica la constituyen las cláusulas de acción colectiva (CAC), que consisten en que una mayoría de acreedores pueden imponer al resto reestructuraciones de deuda. Este mecanismo semiautomático, que se introducirá en 2022, provoca el rechazo de los italianos, que temen que espante a los inversores en deuda de su país.

El meollo de la discusión llegó, no obstante, cuando se abordó el Presupuesto de la zona euro. Ahí afloró de nuevo la línea norte-sur. Los ministros tenían en sus manos dos documentos: el de la Comisión Europea y el elaborado por Francia y Alemania. El último, centrado en las inversiones y anclado en el Presupuesto de la UE, perseguía tres objetivos: la convergencia y la competitividad, pero también la estabilización de los países de la moneda única en tiempos de crisis.

Discrepancias públicas

El ministro holandés, Wopke Hoekstra, enseguida rechazó cualquier mecanismo que contuviera la palabra “estabilización”. Esa misma línea roja, pero en sentido contrario, era la que se había marcado Le Maire: ese vocablo debía aparecer. Y el debate quedó anclado ahí casi toda la madrugada.

Ambos ministros ya habían aireado sus discrepancias públicamente en las últimas semanas. Le Maire afeó a Holanda que lidere un “club de países” estrictos con la disciplina fiscal que, en su opinión, no dejan avanzar al proyecto europeo. Hoekstra, por su parte, afirmó que el proyecto francoalemán había pasado de ser un “elefante” a un “ratón enjaulado”.

Tras varios amagos del francés de dejar la reunión, hubo un momento en el que, según fuentes diplomáticas, incluso se barajó poner fin al Eurogrupo y convocar otro para la semana que viene. Ninguno de los dos se movía. Hasta que, a las 7.30, se llegó a un redactado asumible por ambos. Se ataron las reformas sobre la Unión Bancaria y se descafeinó el proyecto de la zona euro en la declaración final. La palabra en cuestión aparecía, pero en el párrafo sobre el desacuerdo.

En el documento, los países se encomiendan la tarea de trabajar en “el diseño, la implementación y el calendario” de un instrumento para “la convergencia y la competitividad” de sus países. Y a continuación detalla que en la reunión se abordó la función de “estabilización” de ese instrumento e incluso el seguro de desempleo, pero sin llegar a una “opinión común al respecto”. “Las discusiones técnicas continúan”, añade.

Centeno, quien admitió que había sido una “negociación dura” e “intensa”, no se apartó de la literalidad del comunicado. En cambio, Le Maire y Hoekstra salieron con dos interpretaciones distintas del redactado. “La idea, en la que tenemos que trabajar algo más, de estabilización ha sido recogida en la declaración”, afirmó el francés. Hoekstra quitó hierro a la discusión con Le Maire, pero recordó que “el texto final habla por sí solo, y que hay un grupo de países que no está de acuerdo con la función de estabilización”.

Para el fondo de garantías de depósitos, los socios del euro dieron la misma respuesta que en junio: “Vuelva usted mañana”. Es decir, dentro de seis meses.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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