Un problema de nacimientos
La caída de la natalidad obliga a las universidades y escuelas de negocio a captar alumnos extranjeros y atraer a los mayores de 40 años
La demografía es lenta. Parsimoniosa. Se toma su tiempo. Pero también es obstinada como un viejo tren a vapor. Siempre llega a la estación. La crisis económica ha derrumbado la natalidad en España. La tasa se sitúa en 8,4 nacimientos por cada 1.000 habitantes, la cifra más baja desde 1976. Sus consecuencias se expanden al igual que el sonido seco del metal sobre las vías del tren. Los pupitres empiezan a vaciarse, los alumnos comienzan a escasear y las clases se vuelven más silenciosas. Detrás del derrumbe cede la población universitaria. Esa que los demógrafos sitúan entre los 18 y 24 años. Una merma trascendente. En los últimos 15 años se han perdido 700.000 alumnos y los grados y másteres no han sido inmunes a esta inercia. Porque la demografía es destino también para los números. De esos dos ciclos formativos había matriculados 1.572.000 jóvenes en el curso 2011-2012. Poco después, durante el periodo 2015-2016, las estadísticas contabilizaron 1.473.000 chicos. La natalidad impone su voz sobre las cifras y la vida.
Estas son las cartas, la partida está sobre la mesa y cada jugador deberá dar lo mejor de sí mismo para permanecer en el juego. Las universidades y las escuelas de negocio enfrentan el envite de la demografía con la mano firme y la mirada en el tiempo. En el Instituto de Empresa (IE), Rafael Puyol, profesor del centro, demógrafo y antiguo rector de la Universidad Complutense, entiende que la baja natalidad la compensan los alumnos foráneos. “Las escuelas de negocio no viven del alumno español”, sostiene el docente. “En nuestro centro, el porcentaje de estudiantes extranjeros en algunos títulos supera el 80% o 90%”. Esa misma argumentación se refleja en ESADE. “Nuestra institución es global, con alumnos de más de 100 países, muchos de los cuales mantienen estables sus índices de natalidad”, analiza Cristina Olabarría, directora de admisiones.
Dobles titulaciones
Estos pupitres de la élite miran lejos, llevan la partida fuera. ESIC mantiene una fuerte política de captación de estudiantes de América Latina, Europa del este, África y China. El Nuevo Mundo de la educación. Pero viajar no resulta suficiente. Hay que jugar en casa. Cambiar las cartas, modificar las estrategias. Pero ¿hacia dónde? Una buena mano son las dobles titulaciones, maestrías exclusivamente en inglés o las nuevas formaciones. “Titulaciones, en definitiva, que dialogan con un mundo empresarial que cambia a velocidad de vértigo”, relata Felipe Llano, director de Desarrollo Corporativo y de Negocio de ESIC.
El movimiento en educación es una fuerza gravitacional muy potente. Al igual que la gravedad curva la luz, la enseñanza no es solo una derivada del número de alumnos que se sientan en clase, sino de cómo afecta la demografía a la formación superior. Y ahí la clave es el tiempo. “El aprendizaje de por vida siempre ha sido básico. Pero ahora lo es aún más dada la rapidez a la que cambia tanto en la parte técnica como en las habilidades emocionales”, señala Francisco Abad, creador de la Fundación Empresa & Sociedad.
Efectos positivos y negativos
Desde luego, el aprendizaje, ya sea de por vida o durante unos pocos años, resulta muy distinto entre una escuela de negocios y la universidad pública. En las aulas de todos, la caída de la natalidad ha mezclado efectos positivos y negativos. La bajada de la fecundidad ha dejado a las clases con 40 u 80 alumnos cuando en los años noventa podrían superar los 200. “Pero también se han producido otros cambios estructurales”, advierte Gerardo Meil, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. “Se han cerrado titulaciones, reducido facultades y eliminado personal estable en favor de contratos temporales”. Compensar esa oscilación, entre lo positivo y lo pernicioso, dependerá de la capacidad de atracción de los estudiantes extranjeros que tengan las universidades. Hoy en día, solo algo más del 4% de los alumnos llega de fuera. Esto acarreará consecuencias. En su futuro más extremo, augura Meil, podría traer cierre de centros y quién sabe si no veremos fusiones de universidades. “En principio, afectará antes a los colegios que a otras entidades”, prevé Álvaro Balibrea, director del servicio de admisión de la Universidad de Navarra.
Lo innegable es que llega una época nueva, con su acuciante carga de incertidumbre. Y cada institución buscará su lugar en el mundo. En la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) han extendido un mapa de tiempo. Hasta 2021 -estiman- habrá un cierto repunte de estudiantes. A partir de esa fecha, la natalidad impondrá una profunda bajada. Para estos dos intervalos tienen estrategias distintas. “La política en este leve aumento es incentivar las maestrías frente a los grados porque ya son sistemas establecidos en Cataluña”, avanza Josep Ros, vicerrector de Programación Académica y de Calidad de la UAB. Y añade: “Además queremos impulsar la demanda interna, los másteres y la internacionalización”. Después de 2021 no existe una política definida, se vivirá el presente. “La idea es aprovechar nuestras fortalezas específicas. Somos un campus, tenemos una oferta amplia, de calidad y excelencia investigadora”, describe Ros.
Hay que mirar hacia dentro y hacia fuera. Porque la sociedad española ha cambiado, la migración la ha cambiado. “Tenemos que trabajar para atraer a esa generación de hijos de inmigrantes que están integrados desde hace tiempo y que tienen la posibilidad de acceder a la educación universitaria”, enfatiza Juan Ramón Velasco, vicerrector de Estrategia y Planificación de la Universidad de Alcalá. En esa España distinta, los mayores de 40 años vuelven a los pupitres universitarios. Y hay que favorecer su camino.
Volver a los pupitres a los 60
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