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El nubarrón de la deuda ensombrece la fortaleza económica de EE UU

El endeudamiento de Estados Unidos ronda los 15 billones de dólares y se prevé que alcance el 78% del PIB en 2018

La economía de Estados Unidos va bien. El mercado laboral es robusto, los consumidores tienen más dinero para gastar, las empresas más capital para invertir gracias al estímulo fiscal, y el crecimiento global ayuda a exportar más. Pero hay un nubarrón enorme en el horizonte. La deuda pública va camino de alcanzar este año su nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial y al ritmo que crece tendrá el tamaño de su producto interior bruto en el próximo decenio.

El presidente de la Reserva Federal de EE UU, Jerome Powell, en junio.
El presidente de la Reserva Federal de EE UU, Jerome Powell, en junio.Yuri Gripas (REUTERS)

El desequilibrio en las cuentas públicas es el motivo por el que la agencia de calificación crediticia Standard & Poor's sigue negando a EE UU el retorno al club de la triple A. Le acaba de mantener la nota un escalón por debajo a la máxima de solvencia. La perspectiva es estable. Pero advierte de que la visión “cortoplacista” de la Administración que preside Donald Trump y la división política plantean un reto.

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La Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, en sus siglas en inglés) pone números al problema en sus últimas proyecciones. La deuda pública bruta total supera los 21 billones de dólares, por encima del 100% del PIB. Si se mira la deuda federal pública sin contar la parte intragubernamental (la que deben unas partes del Gobierno a otras) ronda los 15 billones de dólares. La previsión a corto plazo es que alcance el 78% del PIB este año. Será el nivel más alto desde 1950 y de ahí, previsiblemente, crecerá al 96% en 2028, aunque incluso podría superar el récord histórico del 106% que se alcanzó en 1946.

Aquella vez la deuda se disparó por el incremento del gasto para financiar el dispositivo militar que se movilizó durante la contienda. Hubo otros repuntes después, por los baches en la economía. Esta vez, sin embargo, la situación es completamente diferente porque la mayor potencia del mundo crece con solidez, el mercado laboral está en una situación de pleno empleo y no hay tensiones financieras.

Ben Bernanke, que presidió la Reserva Federal durante la última recesión, advertía recientemente que es el “momento equivocado” en el ciclo para reforzar los estímulos fiscales y elevar el gasto. La economía, insiste, simplemente no los necesita estando en una situación de pleno empleo. El temor del economista es que el crecimiento se venga abajo cuando su efecto empiece a difuminarse en 2020.

El actual presidente de la Fed, Jerome Powell, dijo en mayo a los congresistas que no deberían dormir tranquilos por la degradación de las cuentas públicas. Evitó ser alarmista, pero sí dijo que es el “mejor momento” para hacer frente a un problema que califica de serio. “La progresión no es sostenible”, advirtió. La baja tasa de paro y el crecimiento, explicó, crean una oportunidad.

Christine Lagarde, desde el Fondo Monetario Internacional, también insiste en que es el momento de reparar el tejado antes de que llegue la tormenta. Es su manera de decir que el Gobierno debe contar un margen para poder elevar el gasto en caso de emergencia. La proyección de organismo es que EE UU crezca un 2,9% este año y un 2,7% el que viene, pero bajaría al 1,9% en 2020 y de ahí al 1,4% en 2023.

La CBO aclara en su análisis que la proyección de la deuda no es precisa, porque la tendencia dependerá de los cambios en la política fiscal, la marcha de la economía y factores globales que no se pueden controlar. Pero este desequilibrio en las cuentas públicas refleja sin embargo que hay una brecha estructural mayor entre lo que se recauda en impuestos y lo que se gasta, que se debe atender.

La reforma de la legislación fiscal adoptada el año pasado sumará 1,84 billones al déficit durante los próximos 10 años y Trump contempla una segunda ronda. A esto se le suma un incremento en 300.000 millones del gasto. El Departamento del Tesoro insiste, sin embargo, que si la economía crece a un ritmo sostenido del 3% podrá compensar buena parte del dinero de más que va a la deuda.

Larry Kudlow, principal consejero económico de la Casa Blanca, aplaca las dudas diciendo que el déficit empieza a reducirse “rápido” gracias a que más gente trabaja, en mejores empleos, y eso aumenta los ingresos. “El crecimiento resuelve muchos problemas”, reitera, pero su afirmación no coincide con la proyección de la CBO, que anticipa que el gasto subirá un 6% y la recaudación solo un 3%.

Trump repite una y otra vez que la reforma fiscal va a elevar el gasto de las empresas y los consumidores, y ese crecimiento que se genera permitirá reducir el déficit. “Nos decían que no podríamos batir el 2% de crecimiento”, dice Kudlow, “pues estamos superando el 3%”. Es la cifra mágica que necesita para que le cuadren las cuentas. Pero, de nuevo, la afirmación no refleja aún la realidad.

El primer año de la presidencia de Trump se cerró con un crecimiento del 2,3%. En el primer trimestre se moderó al 2% aunque se espera repunte al 4% en el segundo gracias al impulso de las inversiones por la rebaja del impuesto. Lo que no se ve aún es que el consumo esté respondiendo también en el mismo sentido. La proyección de la Fed es que la economía crezca este año un 2,8% y un 2,4% en 2019.

El Committee for a Responsible Federal Budget anticipa que la deuda puede llegar al 200% en tres décadas si la rebaja fiscal y plan de gasto acordado se hacen permanentes. La CBO lo ve cerca del 150% por el coste de financiar los programas públicos de pensiones y de salud por el efecto del envejecimiento de la población, conforme toma cuerpo la ola de jubilaciones entre la generación del baby boom.

“La deuda creciente representa un riesgo sustancial para el país”, reitera Keith Hall, director de la CBO, “y un reto significativo para los legisladores”. Es más, advierte de que para 2048 los costes derivados de los intereses que se tendrán que pagar por la deuda se duplicarán y ese aumento lo colocará al nivel del gasto en las pensiones públicas, que es actualmente el mayor programa federal.

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