Christine Lagarde: “Nadie puede ganar en una guerra comercial. Perderán los pobres”
La jefa del FMI señala que el crecimiento sostenido está reñido con la desigualdad. Sobre los pensionistas, apunta que han estado más protegidos que los jóvenes en la crisis
Christine Lagarde, nacida en París hace 62 años, lleva siete al frente del FMI y está empeñada en darle la vuelta a la imagen de un organismo que en Latinoamérica sigue generando una fuerte oposición, en especial en Argentina. De viaje en Buenos Aires para la primera cumbre ministerial del G-20, la exministra de Economía francesa explica cómo está cambiando el FMI, con mucha mayor preocupación por la pobreza y la desigualdad, y la inquietud que despierta la posible guerra comercial entre EE UU, China y la Unión Europea.
Pregunta. ¿Cómo es ser directora del FMI y viajar a Argentina, tal vez el país del mundo más indignado con su organismo?
Respuesta. Es una relación en vías de normalización. He percibido una mezcla de simpatía y curiosidad, pero no animadversión hacia mí. Me hicieron preguntas sobre el pasado, que fue muy difícil para este país, pero también veo decisión como país para ser miembro de la comunidad internacional, para abrirse. Y la relación con el FMI es parte de ese proceso de normalización, de vuelta al juego.
P. La última vez que vino un director, Rodrigo Rato, en 2004, hubo graves disturbios. Ahora nada. ¿Es usted? ¿Es el nuevo FMI? ¿Argentina?
R. No, no creo que sea yo. Es el país y el FMI. El país se quiere abrir, quiere jugar su papel en el mundo. Las autoridades se han movido. Pero el FMI ha cambiado también desde los días de Rato. Ahora estamos más atentos a la gente, a la protección social, miramos todos los aspectos de la economía, tratamos de medir el nivel de protección que necesita la gente al mismo tiempo que medimos cómo reducir el gasto o aumentar los ingresos. Somos una institución diferente.
P. ¿La gente también cambió su visión? Las encuestas son negativas para el FMI en esta zona.
R. Estuve estos días viajando por Argentina, fuera de Buenos Aires. La gente fue muy amable, me decía bienvenida, se tomaba fotos. Sí vi en las calles algunos símbolos no muy amistosos, pero creo que no sabían que yo iba dentro, les molestaba la comitiva que cortaba el tráfico.
P. ¿El FMI necesita hacer autocrítica del pasado?
R. Por supuesto. Tenemos una oficina de evaluación interna, que no depende de mí, que solo reporta al consejo, y busca identificar errores. Se fija mucho en los niveles de protección social que implican nuestras recomendaciones. No somos los guardianes de la verdad. Queremos diseñar los mejores programas para que los países alcancen su autonomía y la salud de sus finanzas. Pero cometemos errores, y tenemos que analizarlos y remediarlos.
P. ¿Cuál fue el gran error del FMI en aquellas grandes crisis latinoamericanas y asiáticas de finales de los noventa?
R. No creo que se puedan analizar esas situaciones como errores del FMI. Cuando nos llamaron para pedir ayuda, ya se habían cometido los errores, ya había shocks. Pero sí, sobreestimamos la capacidad de las sociedades y sus economías de absorber esos tratamientos tan duros, tan frontales. En ese momento se pensaba que las medidas frontales serían más duras, pero te sacarían de las dificultades más rápido. En ocasiones fuimos demasiado a fondo y demasiado rápido para que la sociedad lo asumiera. Y además ya hemos analizado que subestimamos el impacto de los multiplicadores.
P. ¿Se sienten más a gusto con el giro en Latinoamérica de los últimos años en varios países hacia políticas más ortodoxas?
“En ocasiones hemos actuado demasiado a fondo y demasiado rápido”
R. Otra lección que aprendimos del pasado es que cada país tiene su situación. Creo que es diferente Venezuela, México, Argentina o Paraguay. Es cierto que la situación económica ha mejorado mucho. Los dos gigantes, Brasil y Argentina, han salido de sus recesiones. El precio de las materias primas se ha recuperado.
P. La gran excepción es Venezuela. ¿Acabará con una intervención del FMI?
R. Venezuela es la historia más triste del continente. En cuatro años ha reducido el 40% del PIB; vive una crisis humanitaria, y el Gobierno lo niega. No sé cómo se va a resolver pero necesitará apoyo humanitario, financiero, una completa reanimación del país.
P. ¿Estas políticas ortodoxas no pueden traer más desigualdad, como sucedió en el pasado?
R. Usted podría definir a Macri como un liberal por su visión económica, pero él está claramente enfocado en reducir la pobreza. Latinoamérica es una de las pocas regiones del mundo donde la desigualdad se está reduciendo, aunque parte de niveles muy altos.
P. Pero eso sucedió con Gobiernos de otro tipo, no ortodoxos.
R. Es verdad que se benefició de programas sociales, fue así en Brasil, pero también en México y no se puede decir que estuviera gobernado por socialistas. Veo por todas partes en la región la determinación de reducir la pobreza y de incluir a las mujeres, que es muy importante. Si las mujeres consiguen salir de la informalidad se reducirá la desigualdad.
P. ¿Le preocupa la guerra comercial entre EE UU y la Unión Europea? ¿Hacia dónde vamos?
R. Espero que no nos estemos embarcando en el camino de la guerra. Porque eso sería muy dañino para todas las buenas consecuencias del comercio que hemos visto recientemente, como el crecimiento, la innovación, la mejoría de la vida de mucha gente. Espero que podamos volver al diálogo. No digo que el comercio sea un jardín de rosas. Es cierto que produce muchos beneficios, pero genera desventajas. Tenemos que revisar algunas cosas. Pero es demasiado pronto.
P. ¿Quién ganará?
R. Nadie. Las guerras comerciales no son juegos que se puedan ganar. Nadie gana. Si hay menos crecimiento, menos innovación, mayor coste de vida, los primeros que perderán serán los pobres, los menos privilegiados.
P. ¿Quién puede parar esto? ¿El FMI, el G-20, la OMC...?
R. Tienen que ser los países, con consenso. Todos son miembros de la OMC, el FMI, la ONU. Ellos tienen que buscar soluciones para las desventajas, la desigualdad que genera el comercio. Nosotros solo podemos ser el foro donde los miembros encuentren una solución. Depende de la voluntad política.
P. ¿Puede ser como en los años treinta, cuando después de la gran depresión llegó el proteccionismo?
R. Espero que no. Ahora no tuvimos una depresión sino una gran recesión. Y la economía mundial ha salido de esa recesión. Estamos en niveles de crecimiento similares a los previos a la crisis. La situación es diferente. Espero que personas que se consideran civilizadas sepan aprender de la historia para no repetir los errores de los años treinta.
P. ¿Trump está rompiendo el orden de los últimos 70 años, el que surgió de Bretton Woods, cuando nacieron el FMI y otros organismos?
R. No tengo ninguna razón para pensar que esta sea la visión de EE UU. Ellos jugaron un rol clave y muchas veces exclusivo en promover nuestras organizaciones. Fue muchas veces el líder de los miembros del FMI, no percibo por qué debería abandonar ese papel.
P. Miles de pensionistas salieron a la calle el sábado en España. En Italia, Francia, Reino Unido, se expresa de distintas maneras mucha rabia contra este nuevo mundo postcrisis que en teoría vuelve al crecimiento. ¿Por qué cree que es así?
R. En muchos de estos países que están saliendo antes de la crisis, como EE UU o Alemania, vemos que la macroeconomía nos dice que hay crecimiento, el desempleo baja, y después suben los salarios. La gente escucha las buenas noticias, pero no percibe esa mejoría todavía. Pero es un hecho que hay menos desempleo y los salarios suben. En cuanto a los pensionistas, nuestros estudios recientes muestran que han sido mucho más protegidos durante la crisis que los jóvenes. Y no digo que los pensionistas estén bien.
“Venezuela vive una crisis humanitaria. No sé cómo se va a resolver pero necesitará apoyo humanitario, financiero"
P. Sus datos señalan que las desigualdades están creciendo. ¿No habrá quedado un mundo más injusto después de la crisis?
R. Ha aumentado precisamente la distancia entre los jóvenes y los jubilados. Por eso les decimos a los Gobiernos que intenten incluir rápidamente a los jóvenes en el mercado laboral. Durante los últimos cinco años venimos diciendo que el crecimiento sostenido necesita menos desigualdad.
P. Sarkozy dijo que había que reinventar el capitalismo. ¿Por qué no sucedió nunca?
R. Lo dijo porque estaba enfrentándose a esa crisis masiva. Si no hubiera llegado esa crisis, a lo mejor él podría haber reinventado el capitalismo [sonríe].
P. En la película Inside Job usted decía, "me preocupa que después de esto los banqueros vuelvan a hacer las cosas a la manera de siempre". ¿No es lo que ha pasado?
R. Tenemos que tener mucho cuidado para aprender las lecciones de 2008 y no olvidarlas. La crisis no ha llegado al punto en el que podemos volver a hacer los negocios como se hacían antes de la crisis. Eso no sería una buena idea, en absoluto.
P. ¿Usted gana menos que los anteriores directores del FMI?
R. Por supuesto que no.
P. ¿Qué le parece que millones de mujeres ganen menos que sus compañeros por hacer el mismo trabajo?
R. Espero que todas las mujeres que sucedan a un hombre insistan en que les den el mismo salario o más. La brecha salarial es del 16%, en algunos países llega al 24%. Una parte puede ser explicada porque hacen otros trabajos, o por la maternidad. Pero buena parte no tiene explicación. Y eso debe ser erradicado.
P. Primera mujer ministra del G-7, directora del FMI, ¿será la primera presidenta de Francia o gobernadora del Banco Central Europeo?
R. No, no, no, no. Mi hijo se casó ayer, estoy encantada. Por primera vez en mi vida soy suegra. Ahora espero tener nietos.
P. ¿El affaire Tapie cerró esa puerta del regreso a la política para usted?
R. El affaire Tapie está cerrado.
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