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Lo que hay detrás de la nueva palabra ambiental de moda: ‘basuraleza’

Organizaciones proponen el término para acercar al ciudadano el problema del abandono de residuos

ISTOCK

– ¿Qué entiendes por basuraleza?

– Supongo que basura tirada por ahí, ¿no?

– ¡Sí! ¿Y tú?

– Basura... en la naturaleza.

– Exacto.

Nadie se equivoca. Todo el mundo capta rápido el significado. Basuraleza es el término propuesto por un grupo de expertos medioambientales para acercar al ciudadano un preocupante problema: el abandono de desechos en espacios naturales, un fenómeno que abarca desde la lata que se oxida al pie de un árbol hasta el plástico que languidece durante cientos de años en el fondo del mar. En grandes cifras son miles de especies las que peligran por esta basura olvidada, según la IUCN Red List, unos residuos que mutilan a peces e intoxican a aves y que en porciones minúsculas acaban en la cadena alimentaria humana. El asunto se empieza a considerar como un agente del temido cambio global, una versión expandida del cambio climático que aglutina todas las alteraciones (destrucción de hábitats, sequías, calentamiento global) que sufre la tierra por la acción del hombre.

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"Urge generar concienciación", entiende Miguel López, portavoz de SEO/Birdlife, una de las partes de LIBERA, el proyecto de limpieza de basura de entornos naturales del que ha salido la palabra. "Y para ello había que idear un término entendible".

El objetivo era sustituir la voz inglesa littering, que designaba hasta ahora el problema y que, según el grupo de trabajo encargado de la búsqueda del nuevo término, complicaba las labores divulgativas. "Littering, además, también hace también referencia a residuos orgánicos como la hojarasca y desperdicios ligeros que suelen ir a papeleras de calle", detalla López. Acepciones que llevaban a la confusión y diluían lo que se pretendía transmitir. "Si en cada programa o charla tenemos que explicar el término durante cinco minutos, mal vamos", añade.

Acercar la realidad

Los expertos se pusieron manos a la obra. "Queríamos un término preciso y claro", recuerda Sara Güemes, coordinadora del proyecto LIBERA por parte de Ecoembes, la otra organización que lo integra. "Una palabra que ayude a reflexionar sobre quién es el generador de la basura, sobre si uno forma parte o no de lo que hacemos mal y sobre qué podemos hacer para atajarlo".

Del acrónimo entre basura y naturaleza, los dos elementos esenciales del tema, salió la nueva palabra. Tras varias pruebas con ella, los impulsores comprobaron que casi nadie se equivocaba. Basuraleza sonaba directamente a esos desperdicios que emborronan y dañan los paisajes.

"La creación de palabras es algo que hacemos todos los días", explica María Victoria Pavón, profesora de Lengua Española de la Universidad Carlos III de Madrid. "Nombrar las cosas contribuye a identificarlas y a que entren en el imaginario de la gente. Me parece estupendo".

Basuraleza, cuya propiedad fue elogiada recientemente por el escritor Antonio Muñoz Molina, es también un ejemplo de cómo a veces castellanizar las palabras ayuda a comprender a lo que remiten. "El uso de un término en castellano suele acercarnos la cara real del problema", sostiene Ramón Morillo, catedrático de Lingüística de la madrileña Universidad Rey Juan Carlos. "Refuerza nuestra forma de percibir el mundo".

Entre sus acepciones hay otra una fundamental: la basuraleza es también todo elemento que venga de la mano humana y desestabilice el equilibrio entre ecosistamas. No es solo la mísera colilla aplastada en el parque. Podría ser la edificación que desplaza a familias de animales y el asfaltado que ahoga la respiración natural del suelo. O la hoguera desatendida que prende fuego a un bosque. "Según la hipótesis del relativismo lingüístico, vemos la realidad y la interpretamos en función de los conceptos que manejamos", amplía la profesora Pavón. "Las palabras son filtros para ver la realidad. Esta nueva palabra tiene que echar a andar".

Una amenaza por estudiar

El reino animal es el principal damnificado por la basuraleza, un fenómeno estudiado desde los años sesenta principalmente en el ámbito marino, donde más de 800 especies corren diferentes peligros a relacionados con estos residuos a la deriva. Casi cuatro veces más que hace 20 años, según estimaciones de la Convención de Biodiversidad Biológica de Naciones Unidas. En España, aves como la pardela cenicienta o la balear están en riesgo por la basuraleza. "Observamos que es un agente de destrucción y empobrecimiento de hábitats", tercia López. "Por ejemplo, la perdiz roja cada vez tiene menos espacios de nidificación y alimentación". Las perspectivas aterran: en 2050, el 99% de las aves marinas habrá ingerido algún tipo de basura tóxica, según la Academia de Ciencias Naturales de Estados Unidos.

Combatir la basuraleza y sus efectos pasa por conocerla a fondo. Para ello, el proyecto LIBERA impulsa acciones de ciencia ciudadana en entornos naturales para recoger y caracterizar los vertidos. El año pasado participaron más de 4.000 voluntarios y asociaciones como Paisaje Limpio, Vertidos Cero o KAI Marine proveyeron metodología científica. "A ello se sumará el estudio del abandono de residuos en ocho hábitats muy diferenciados (un humedal, un bosque atlántico, una zona esteparia) para desarrollar guías de actuación", adelanta Güemes, "y una campaña, ya en marcha, para que estudiantes de entre 12 y 18 años de institutos de todo el país apadrinen espacios naturales".

Basuraleza llega para poner sobre la mesa un reloj de arena ambiental. ¿Alguna vez será recogido por la Academia? "Lo paradójico es que el término nace con la intención de ser efímero", termina López. "Queremos que todo el mundo lo conozca pero que desaparezca cuanto antes, y que con él se termine el problema".

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