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Lumpenproletariado en la era digital

Trabajadores, empleadores y sindicatos libran batallas en los tribunales para mejorar las condiciones de los nuevos obreros de la ‘economía de los recados’

Luis Doncel
Un repartidor de Uber Eats circula por Lille (Francia).
Un repartidor de Uber Eats circula por Lille (Francia). Philippe Hugyuen (AFP / GETTY)

"El lumpenproletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de sus condiciones de vida, está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras".

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En 1848, Karl Marx y Friedrich Engels diseccionaban en El manifiesto comunista esa clase surgida al calor de la Revolución Industrial que, pese a situarse entre los más castigados de la escala social, servía a los intereses contrarrevolucionarios. La última revolución tecnológica también ha generado un nuevo estamento, los precarios digitales. Son aquellos que te llevan comida a casa y te transportan por la ciudad a través de aplicaciones móviles con las que no guardan ninguna relación laboral. Pero, a diferencia de lo que Marx y Engels criticaban en el siglo XIX, hace tiempo que este nuevo tipo de precariado se ha organizado para reclamar sus derechos.

Muy lentamente, pero algo se mueve en el mundo de los ciclomensajeros, chóferes y demás trabajadores a los que se contrata —y despide— a golpe de clic. La cascada de sentencias judiciales e iniciativas político-administrativas que exigen una mayor responsabilidad a las empresas hacia unas personas vitales para su actividad ha logrado un cambio de discurso en plataformas como Deliveroo.

La empresa líder en reparto de comidas anunció el pasado diciembre que en Reino Unido sus riders —como Deliveroo denomina a sus ciclistas— estarían cubiertos por la aseguradora Bikmo. Por una pequeña cantidad, 15.000 trabajadores sin contrato podrían reclamar, en caso de enfermedad, un 75% de sus ingresos medios durante un máximo de 26 semanas. "Estamos buscando formas para dar más seguridad a la gente con la que trabajamos. Ofrecerles un seguro es el último paso como continuación de iniciativas similares que hemos tomado en Francia, Bélgica e Italia", asegura Joe Carberry, director de comunicación de Deliveroo, imperio que cuenta con más de 30.000 repartidores en 200 ciudades de una docena de países.

Todos estos movimientos son, según el sindicalista Rubén Ranz, tan solo una estratagema para evitar ir al corazón del problema: la necesidad de tratar a los riders como empleados, y no como autónomos. "Deliveroo se ve acorralada y ofrece alguna mejora. Pero si cumpliera lo que le exigen ya dos inspecciones de trabajo y diera de alta en la Seguridad Social a estos trabajadores, no necesitaría ningún seguro privado", asegura Ranz, coordinador de turespuestasindical.es, la página que UGT usa como asesoría para estos precarios digitales.

El anuncio de Deliveroo llega tras intensas críticas contra empresas de la llamada gig economy o economía de recados. Además de la formación de asociaciones de riders en defensa de sus derechos, la Inspección de Trabajo de Valencia y Madrid —a las que en breve pueden unirse Zaragoza y Barcelona— han dictaminado que estos repartidores son en realidad asalariados. UGT también denunció a esta empresa y a otras como Glovo, UberEats y Stuart por "relación laboral encubierta".

Fuera de España, un tribunal británico forzó el año pasado a Uber a considerar a sus chóferes como asalariados, una decisión con efectos sobre el salario mínimo o las vacaciones pagadas. En el otro lado de la balanza, Deliveroo celebraba el pasado noviembre una sentencia del Comité Central de Arbitraje de Reino Unido que avalaba la condición de autónomos de sus repartidores. Además, el Tribunal de Justicia de la UE dictaminó que Uber es una empresa de transporte y no una plataforma de intermediación entre viajeros. Con este fallo, los taxistas se apuntaban un tanto, logrando que sus competidores trabajen siempre con licencia, algo que en España ya ocurre desde 2014. La Comisión Europea ha presentado una directiva para dar más garantías a los cerca de seis millones de trabajadores irregulares que calcula que hay en los 28 Estados miembros.

Un estudio de Mckinsey publicado en 2016 cifraba el volumen del trabajo independiente —aquel que conjuga un alto grado de autonomía, el pago por tarea y una relación a corto plazo entre empleado y empleador— entre el 20% y el 30% de la población en edad de trabajar en EE UU y la UE, lo que equivale a unos 162 millones de personas. De estos, en torno al 70% podrían considerarse como "independientes voluntarios", y el 30% restante optaría por estos empleos solo por necesidad. "La creciente demanda hace que las plataformas digitales necesiten cada vez a más trabajadores. Estas empresas tendrán que adaptarse", resume en conversación telefónica Jacques Bughin, coautor del estudio de McKinsey.

Sobre el equilibrio entre flexibilidad y precariedad, el portavoz de Deliveroo destaca la libertad que esta plataforma proporciona a los repartidores e incluso recuerda que el fundador y consejero delegado, Will Shu, empezó como rider y aún pedalea de vez en cuando. Ranz prefiere fijarse en el vaso medio vacío. "El círculo se estrecha cada vez más. Y nosotros vamos a seguir trabajando para demostrar que estamos ante una relación laboral como tantas otras", asegura el sindicalista.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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