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México aumenta el salario mínimo un 10%, pero lo mantiene por debajo del umbral de pobreza

Los sueldos más bajos recuperan con creces el terreno perdido por la inflación, aunque el incremento es inferior a lo exigido por trabajadores y empresarios

Ignacio Fariza
Un trabajador de la hostelería, uno de los sectores en lo que más se paga el salario mínimo.
Un trabajador de la hostelería, uno de los sectores en lo que más se paga el salario mínimo.CUARTOSCURO

Luz verde para la subida de uno de los salarios mínimos más bajos de América Latina, pero por debajo de las expectativas. El suelo salarial mexicano pasará el próximo 1 de diciembre de 80 pesos (4,2 dólares) a poco más de 88 pesos (4,6 dólares) diarios. Con este aumento, del 10%, se cubre con creces el aumento de la inflación, que ronda el 6% en lo que va de año y que golpea con especial virulencia a los que menos tienen. Sin embargo, pese al incremento –reclamado desde hace años por centenares de académicos y organizaciones de la sociedad civil–, el salario mínimo queda todavía por debajo de la línea de bienestar por lo que un trabajador que sea retribuido de acuerdo a este umbral salarial seguirá sin poder cubrir las necesidades del día a día. Para alcanzarlo, habrá que esperar a finales de abril, para cuando la Comisión de Salarios Mínimos (Conasami) se ha comprometido a emparentar el salario mínimo a la línea de bienestar.

“No hay prosperidad posible sin un trabajo digno y bien remunerado”, ha subrayado el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, en el acto en el que se ha dado a conocer el nuevo suelo salarial. “El salario mínimo debe ser una retribución justa y en eso estamos trabajando, siempre manteniendo la estabilidad macroeconómica y una tasa de inflación baja. No se trata de un ajuste menor, dado que al principio de la Administración el salario mínimo era de 60 pesos y la recuperación ha sido de un 20% en términos reales [descontando la inflación], algo que no había ocurrido en más de 30 años”, ha añadido al tiempo que sacaba pecho por las cifras de empleo logradas durante su Administración, en la que se han creado o formalizado más de un millón de puestos de trabajo.

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El aumento es un imperativo moral: pese a ser uno de los países más prósperos de Latinoamérica, México tiene el tercer salario mínimo real —teniendo en cuenta el poder adquisitivo en cada país— más bajo de la región, solo por delante de Nicaragua y Venezuela. También el más bajo de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el think tank que reúne a las economías avanzadas. Solo el 61% de los puestos de trabajo creados en México son de tiempo completo y proporcionan un nivel de ingresos suficiente para que el trabajador pueda satisfacer sus necesidades del día a día. A eso hay que añadir la presión inflacionista: la subida de los precios, superior al 6% en septiembre, castiga con mayor crudeza a las capas más pobres de la población. Pero el progreso se antoja escaso.

Paradójicamente, una de las grandes patronales mexicanas ha sido una de las más críticas con el leve avance. "Emparentarlo con la línea de bienestar establecida por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), lo que hubiere significado elevarlo a 95,2 pesos", ha subrayado la Coparmex en un comunicado. La entidad, que reúne en su seno a miles de empresas, ve en el incremento un "avance limitado y de medio camino". Los 88,4 pesos vigentes a partir de diciembre servirán para cubrir el 93% del monto necesario para alcanzar la línea de bienestar: una mejora respecto al 84% actual, sí, pero lejos de las expectativas generadas en las últimas semanas.

"Ahora que desde el Gobierno federal se destacan las metas de generación de empleos, reiteramos que el reto de México no es solo lograr generar 1,2 millones de puestos de trabajo cada año sino que los mismos sean empleos de calidad", agrega la Coparmex en el duro comunicado en el que fija su postura. Esta patronal ha sido uno de los actores más beligerantes con la necesidad de incrementar los salarios más bajos en México. "El reto de México es la evolución ordenada de su mercado laboral para el abatimiento de la desigualdad", apunta.

Algo más optimista se muestra Enrique Cárdenas, exdirector del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, que considera una "buena noticia" que "vaya avanzando". "No se pueden lanzar las campanas al vuelo, pero es importante, si bien seguimos muy por debajo de lo que debería ser", añade. "Es difícil hacer el ajuste de golpe y si de verdad es en abril cuando lleguemos a la línea de bienestar, habrá habido un cambio importante". "Es una buena señal, pero el objetivo es alcanzar los 100 pesos lo antes posible", agrega el también economista Rodolfo de la Torre, experto en cuestiones de desarrollo y equidad.

En México chocan dos visiones contrapuestas sobre el salario mínimo. Por un lado, el Banco de México y las últimas Administraciones alinean sus tesis con las de los economistas más ortodoxos y ponen énfasis en el riesgo de que una subida del salario mínimo provoque un repunte de los precios en un país que tiene un pavor –justificado por la historia reciente– a la inflación. Por otro, la citada Coparmex, decenas de asociaciones de la sociedad civil –entre ellas Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, la Unión Social de Empresarios de México y Oxfam– y reputados economistas abogan por un incremento mayor (aunque no drástico) en el suelo salarial y desligan este aumento de la inflación, al afectar solo a una pequeña parte del total de asalariados.

Los estudios más recientes sobre la cuestión dan la razón al segundo grupo: los últimos incrementos en el umbral de los sueldos apenas han contribuido a aumentar la inflación, que se ha visto acelerada por otros factores como la depreciación del peso frente al dólar o el repunte en los precios de la gasolina y de los productos agropecuarios. Nada que ver con el salario mínimo.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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