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El FMI pide a Bruselas que sancione a los países que incumplen el déficit

El Fondo reclama multas más graduales y vincular los fondos estructurales a cumplir las metas fiscales

Claudi Pérez
Guindos, con el ministro portugués de Finanzas, Mario Centeno.
Guindos, con el ministro portugués de Finanzas, Mario Centeno.E. DUNAND (AFP)

Carga de profundidad contra el Pacto de Estabilidad (y Crecimiento, según consta en los tratados europeos). El Fondo Monetario Internacional (FMI), en un jugoso documento de trabajo de 43 páginas, hace un juicio sumarísimo a una de las piezas claves de la infraestructura económica europea, que la institución con sede en Washington juzga un completo desastre. El Pacto es procíclico —en economía, otra forma de decir estúpido—, según el FMI: contribuye a hinchar burbujas y a hacer más graves las crisis. Tiene sesgos políticos que afean la política fiscal europea (lleva a ajustar por la vía de los impuestos más que por el gasto público, y dentro de los gastos a recortar inversiones más que gasto corriente). Es injusto: Bruselas es más dura con los pequeños países, y más sensible con los grandes. El FMI lo califica de "demasiado complejo" y de "poco transparente", y lo acusa de contribuir al "déficit democrático" que achacan los críticos a la eurozona. Y lo más importante: nadie lo cumple. Los objetivos de déficit se violan en el 80% de los casos; el 90% desde el inicio de la crisis del euro. Y aquí llega el quid de la cuestión: el FMI achaca a la falta de sanciones los problemas del Pacto de Estabilidad. España --y Portugal-- estuvieron muy cerca de las multas, y se libraron en el último minuto tras una ronda de llamadas del ministro alemán Wolfgang Schäuble. El Fondo apunta que "la Comisión Europea no ha aplicado una sola multa o sanción", y eso constituye "un signo de débil ejecución".

La receta es sencilla: modificar de arriba abajo la estructura de los incentivos. En plata: "Introducir de forma gradual y proporcionada sanciones [para los incumplidores] y claros beneficios para quienes cumplen". A más largo plazo, el FMI aboga por combinar "una mayor disciplina de mercado" --muy del gusto de países como Alemania-- con "una gobernanza fiscal más fuerte", camino de una unión fiscal muy difícil de poner en marcha a la vista de la desconfianza entre el Norte y el Sur; entre países como Alemania, Austria, Finlandia y Holanda y otros como Francia, Italia y el resto de la ribera del Mediterráneo.

La parte más jugosa del informe --que firman el exministro conservador portugués Vitor Gaspar, el exfuncionario del Tesoro francés Luc Eyraud y el economista Tigran Poghosyan-- es el diseño de esas sanciones. Actualmente, el Pacto de Estabilidad prevé sanciones de hasta el 0,2% del PIB (algo más de 20.000 millones, en el caso español) por el incumplimiento de los objetivos fiscales para los países que están en el denominado brazo correctivo del pacto (por encima de un agujero fiscal del 3% del PIB). Esas multas no se han aplicado nunca, y los propios funcionarios de Bruselas admiten que nunca se aplicarán después del sainete protagonizado por España y Portugal el pasado verano. El FMI critica la estructura actual de las sanciones, que imponen un "estigma", un "coste político" enorme a los países que reciben esa multa. Y apuesta por un sistema "mucho más gradual", que suponga pequeñas multas cuando las desviaciones respecto a las metas de déficit son pequeñas, y penalice "duramente" a los países que incumplan reiteradamente y registren diferencias enormes. Además, apunta la necesidad de establecer "incentivos positivos" en la estructura del pacto. Gaspar y compañía citan dos posibilidades: vincular los fondos estructurales y otros subsidios europeos al cumplimiento de los objetivos pactados, y condicionar la futura capacidad fiscal de la eurozona --un seguro de desempleo común, por ejemplo-- al cumplimiento de las reglas.

El resultado de todo el documento es demoledor: el FMI apunta --e incluso escribe-- que la credibilidad del Pacto de Estabilidad, un cojunto de reglas extremadamente complicadas que se ha ido reformando durante los últimos años, deja mucho que desear. El rey, en fin, está desnudo, como en aquel cuento de Andersen.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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