Cómo ha logrado Teruel tener un aeropuerto rentable sin pasajeros
El aeródromo turolense ingresa dos millones de euros convertido en almacén de aviones, escuela y banco de pruebas para cohetes
Estudiantes de vuelo, mecánicos, personal de desguace y especialistas de rescate forman parte del ecosistema habitual del aeropuerto industrial de Teruel. En estas instalaciones lo que no se ven son pasajeros. Pero allí opera de forma permanente Tarmac Aragón (participada por Airbus) y otras cinco empresas. Al contrario que en buena parte de los pequeños aeropuertos de España, en Teruel han conseguido que la falta de conexiones aéreas regulares y de trasiego de maletas no sean un problema y han encontrado negocio en actividades paralelas y auxiliares que dan vida a un aeropuerto que podría formar parte de la poco gloriosa lista de instalaciones vacías.
Tras cuatro años de actividad, el consorcio formado por Ayuntamiento y Diputación de Aragón (PLATA) que administra las instalaciones ha registrado ingresos de gestión por dos millones de euros, con unos gastos de explotación de alrededor de un millón, según explica el director general, Alejandro Ibrahim. La última memoria de sostenibilidad publicada en la web de PLATA indica que en 2015 el consorcio tuvo ingresos de gestión de casi 850.000 euros: una cifra cuatro veces superior a la registrada en 2012.
Los aviones llegan al aeródromo para quedarse aparcados antes de volver a emprender el viaje, para ser sometidos a mantenimiento o para ser desmantelados por Tarmac Aragón, la empresa que tiene un contrato de concesión por 1,2 millones de euros al año con PLATA. A raíz de los acuerdos iniciales, Tarmac llegará a pagar la totalidad de este canon en 2018. Ibrahim explica que el consorcio llegará al equilibrio de presupuesto este año, tras un 2016 en un ligero déficit de unos 300.000 euros. "Han encontrado una forma de explotación más inteligente que en otros casos", comenta al respecto Germa Bel, profesor de política económica de la Universidad de Barcelona, "pero este tipo de inversiones públicas producen pocos beneficios sociales", añade.
Formar técnicos para el desmantelamiento
El Instituto Aragonés de empleo organiza a partir de noviembre 2016 un curso de formación profesional para auxiliaros en operaciones de mantenimiento aeronáutico en colaboración con Tarmac. El curso prevé 330 horas de formación práctica en las instalaciones de la empresa, y teórica, que se lleva a cabo en el Instituto San Blas de Teruel. El director del centro, Eloy Mayo, explica que los primeros 15 beneficiarios del curso, todos en paro e inscritos a las listas de los Institutos para el Empleo de la zona, acabarán su ciclo formativo el próximo 31 de enero. "Hubo 150 prescripciones para 15 plazas", concluye Mayo.
Hasta la fecha el aeropuerto ha generado 180 nuevos empleos, según Ibrahim. Sin embargo, para Bel es necesario "invertir la perspectiva" para poder evaluar el éxito de una inversión pública: "¿Hacía falta invertir 45 millones de euros para los efectos que está teniendo en la población?", pregunta. El coste de la reconversión de la base de Caudé ha sido inferior con respecto a la de aeropuertos como el de Castellón, que supuso una inversión inicial de 150 millones o Murcia, que costó 266 millones y nunca ha llegado a ser operativo, mientras que Teruel ha incrementado progresivamente su actividad.
En noviembre el aeropuerto ha despachado 800 vuelos, con un incremento del 388%, según Ibrahim, debido la llegada de la escuela de vuelo británica FTA. “La empresa, con sede en Brighton, ha decidido desplazar en Teruel parte de su curso porque las condiciones meteorológicas nos permiten enseñar el ‘vuelo a vista’ [sin ayuda de instrumentación, ndr]”, afirma Ianin McInnes, uno de los dos instructores de vuelo. El material promocional del aeropuerto asegura que en Teruel hay 242 días de sol al año.
Desmantelar aviones y ensayar con cohetes
La pista de casi tres kilómetros permite el aterrizaje del pequeño Piper de FTA así como de un Boeing 747. Frente al hangar de Tarmac, estacionan nueve aeronaves parcialmente desmanteladas. La empresa fue la única que se presentó cuando el consorcio sacó a concurso la concesión. “Reciclar aviones es un negocio que tiene mucho recorrido”, prosigue Ibrahim, “la vida útil de los aviones se ha reducido progresivamente y ahora es de entre 16 y 30 años”.
Entre las actividades que se desarrollan en Teruel está también la investigación aeroespacial. La startup española PLD Space ensaya allí la propulsión de motores para cohetes comerciales que lleven al espacio satélites de pequeño tamaño de empresas privadas. “Necesitábamos un espacio amplio, vigilado y con acceso a combustible para nuestros test”, explica Raúl Torres, administrador delegado de la empresa con sede en Elche.
Las instalaciones para los ensayos de PDL se realizaron en 2015 y en junio de este año la empresa, que está financiada por un conjunto de inversores privados y por el Centro de Desarrollo Industrial del Ministerio de Economía, ha realizado el primer ensayo. Torres relata que en noviembre PDL recibió el visto bueno, y una inversión de 750.000 euros por parte de la Agencia Espacial Europea, para realizar el primer cohete reutilizable. “Tenemos previsto el primer lanzamiento para 2018”, concluye.
Un aeropuerto en expansión
Al lado del hangar principal, que mide 80 metros cuadrados, el consorcio está construyendo otro, más pequeño, cuyo coste está previsto que alcance los 750.000 euros. El proyecto ha salido a concurso: el plazo acabó el pasado 13 de diciembre y solo Tarmac Aragón ha presentado su propuesta. El contrato prevé una concesión de 25 años con un canon mínimo de 56.000 euros. El consorcio evaluará la candidatura de Tarmac y hará publico el resultado en marzo, según explica Ibrahim.
En otro hangar blanco se encuentra el helicóptero de la empresa Inaer (recientemente adquirida por la multinacional Babcock) que gestiona el transporte sanitario de emergencia por parte de la diputación de Aragón. Fernando Sáenz, el piloto, cuenta que durante el invierno suelen salir unas cinco veces al mes. Mientras que en verano esta cifra se multiplica por cuatro. “Cobramos tasas aeroportuarias por cada operación”, añade Ibrahim y aclara que el consorcio no pertenece a AENA, la sociedad que gestiona los aeropuertos de interés general de España.
En el atrio del terminal principal se encuentra un pequeño cartel de aduana, pegado al cristal de una cabina en desuso. Recuerda que allí podría haber controles de facturación. Fuera, kilómetros de terreno agrícola rodean las instalaciones. La carretera comarcal corre a lado de la pista y desaparece de la vista cuando llega un Boeing 737 procedente de Dubái. “No tendremos pasajeros”, concluye Ibrahim, “pero tenemos espacio para expandirnos”.
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