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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El ‘shock’ de las renovables

El problema es que las renovables es que requieren tecnologías caras que se pagan con dinero público

El mercado de la energía en Europa presenta un evidente retraso respecto a otros mercados, como, por ejemplo, el financiero, en lo que se refiere a integración y modelos de oferta y demanda. Las razones pueden entenderse con facilidad. La energía se transmite a través de redes que, con mucha frecuencia, han sido financiadas con recursos públicos y, con más frecuencia aún, por los propios consumidores; los gobiernos necesitan (tienen entre sus prioridades) garantizar el suministro energético a sus ciudadanos y prefieren minimizar los riesgos asociados a depender de otros países, por más integrados que estén en una estructura común; y los modelos regulatorios son heterogéneos incluso, en algún caso, contradictorios. Los gobiernos se resisten a prescindir de las barreras de entrada precisamente porque, en parte, permiten un margen de operación política para garantizar el abastecimiento energético.

Pero el factor que está introduciendo un cambio drástico en el mercado energético es la explosión de las energías renovables. Como suele suceder, las almas bellas, convencidas de la ecología cueste lo que cueste y a quien cueste, resaltan que la energía eólica o la solar son más baratas y, en teoría, infinitas. No están sometidas a limitaciones físicas como el petróleo ni de confianza como la nuclear; hay aire y sol para siempre. El problema es que las renovables, cuya materia prima es inagotable y limpia (bueno, son marginalmente sucias) requieren tecnologías caras que han sido financiadas parcialmente con dinero público no reembolsable. De hecho, como se recordará, la preocupación de Rodríguez Zapatero por apostar en energías limpias y con gran valor añadido, una apuesta correcta pero pésimamente instrumentada, provocó una burbuja energética en España que hubo que pinchar violentamente suprimiendo las primas públicas. No todos los países tienen capacidad para financiar la innovación tecnológica en las primeras fases de desarrollo, cuando es más costosa.

En fechas próximas, Bruselas quiere orear el mercado energético europeo. Están en ciernes tres directivas (renovables, eficiencia energética y mercados) que prometen decir mucho sobre nada y nada sobre mucho. Desde el convencimiento de que la financiación pública de las nuevas tecnologías, como se ha dicho, no será reembolsable, la aparición de energías con coste variable cero (viento, sol) implica que los precios de la electricidad tienden a desplomarse cuando están en operación; pero cuando no lo están (porque no hay viento o no hay sol), es necesario recurrir a la producción convencional. Y ésta, como efecto de la depresión de los precios de las renovables, resulta desplazada por su baja competitividad relativa. Bruselas quizá se proponga considerar que incentivos debe emitir el mercado para atraer inversiones a los ciclos combinados si acaso fueran necesarios (que ahora no lo son).

Lo que no hay que perder de vista es que hay un ajuste de la estructura de producción en marcha, debido a la obligación establecida de aumentar progresivamente la generación por renovables hasta el 20% del total en 2020. Tampoco hay que olvidar que, a pesar de lo que propagan algunos teóricos fervientes, el eléctrico no es un mercado. Primero porque exige una financiación pública considerable en las primeras fases de la innovación tecnológica, como ya se ha dicho; segundo porque en algunos países (como España) el cliente vive en un universo de libertad legal de elección de suministradora, pero de cautividad real; tercero, porque a pesar de que las inversiones en generación están sujetas al principio del riesgo, en cuanto se producen pérdidas se reclaman compensaciones vía tarifa. Las directivas de Bruselas seguramente serán instructivas, pero no pasarán de la categoría de liturgias vacías si previamente no se toman decisiones en cada país para reestructurar los mercados.

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