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Juicio por las tarjetas opacas
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Pudo haber un mundo de clones ‘black’

En el desmadre de las tarjetas algo funcionó: hubo copias ilegales, pero esas sí fueron neutralizadas

Íñigo Domínguez
SERGIO BARRENECHEA (AFP)

En enero de 2006 un delincuente genial dio un golpe maestro: clonó una tarjeta black de un consejero de Caja Madrid. Jugó al negro y salió negro. No lo sabía, pero a lo mejor nunca le hubieran denunciado, porque entonces tendrían que explicar a la Policía qué tarjeta era esa. Y es que todavía este miércoles, en la nueva sesión del juicio, no había manera de aclararse.

La historia la contó Antonio Romero, poltrona del PSOE en el consejo y 252.000 euros pulidos. Él ni se enteró –dice que no tenía acceso a los movimientos y gastaba a ciegas, como otros-, le avisaron los servicios técnicos: él estaba en Alcalá de Henares y le aparecían gastos en Alicante, Palma y Murcia. Se la anularon y le dieron otra. Es decir, alguien, aunque no se sabe quién, controlaba las tarjetas. Es un gran consuelo saber que pudo haber sido todo mucho peor. Aunque hubiera sido magnífico, al menos literariamente, que cada black real tuviera su clon oculto, con tres mundos paralelos. Y en el que al menos los clones, conscientes de su condición, se habrían cortado más. Ser clon y encima opaco debe de ser fatal para la autoestima, lo más negro de lo negro, y ni puedes andar fardando con los amigos invitando a marisco. En cambio los acusados que declararon insistieron en que, en su ignorancia, nunca vieron nada raro.

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El misterioso departamento black que detectaba clonaciones no lo tenía fácil. La vivacidad de algunos consejeros les colocaba en situaciones de concurso. Por ejemplo, Ricardo Romero de Tejada, del PP, marca de 212.000 euros, que presumió de que nunca nadie le dijo nada en 18 años, se gastó 347 en lotería el 11-M. Era para sospechar la clonación, pero no, parece que era obra del original, e inimitable.

Lamentablemente quien, según apuntan muchos acusados, podría explicar todo, el exsecretario general de Caja Madrid Ángel Montero, falleció en 2000. La fantasmagórica central de datos cazaba clones, pero luego los consejeros de carne y hueso seguían con la tarjeta dos meses tras ser cesados y nadie les decía nada. Otros guardaban tickets por si acaso –“por pura prudencia”, dijo Romero de Tejada- aunque no se comprende por qué si resulta que todo estaba tan claro. Ramón Espinar, del PSOE, dijo que hasta ofreció los resguardos pero le contestaron: “¡Olvídate!”. Llegó a fundirse 178.000 euros, pero optó por el perfil bajo: “Nunca llegué al límite para que no me llamaran la atención”. Andaba con miedo de pasarse, el hombre. Aclaró que tampoco le enviaban extractos de la tarjeta “y ni siquiera propaganda”. Otra frase buena que dejó: “La obra social requiere relaciones sociales”.

Muchos ni sabían dónde estaba el límite. José Manuel Fernández Norniella confesó que se enteró “ayer o antes de ayer”. La famosa hoja Excel de resumen de los gastos que ha aportado Bankia ha complicado todo más porque debe de haberse colado más de una chapuza. “No tengo por costumbre ir con dos coches a un aparcamiento, no tengo esa habilidad”, apuntó José Maria de la Riva, PSOE, récord personal de 208.000. En resumen, las black eran parte del sueldo, pero no lo controlaban. Y casi mejor, al contrario de la vida real, donde baja contra la voluntad, era un sueldo que crecía descontrolado hacia arriba, no hacia abajo.

En fin, un colosal sobreentendido, y por eso este miércoles fue aún más gracioso cuando el fiscal pronunció la expresión “tarjeta black”. Nunca lo hubiera hecho: se armó un gran revuelo en la sala. Huyuyuy, ha dicho black. Sí, sorprendente, pero era la primera vez que alguien lo decía en una semana de juicio. El escándalo para los 65 acusados llegó con dos años de retraso, al llamarlo por su nombre. Black o no black, quedó claro que aquello no estaba muy claro, o casi negro. Todos pensaban que si eso les habría dicho algo otro, que controlaba otro, que otro pagaba los impuestos… Ellos creían realmente en un mundo paralelo, otro más. Y si otro hacía todo, la pregunta es: pero esta gente ¿qué hacía? Hablan de reuniones, comidas y, por ejemplo, ir a bodas familiares de otros consejeros para pagarlo con la black. “Porque a esa boda no hubiera ido si no hubiera sido consejero”, explicó Ignacio de Navasqués. Un clon nunca lo habría hecho, entre ellos no se conocen.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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