Esos tipos reunidos en Wyoming
La política monetaria resulta difícilmente comprensible para gran parte de la población
El simposio organizado por el Banco de la Reserva Federal de Kansas City cada año en Jackson Hole (Wyoming) —donde se reúnen los principales bancos centrales— es una gran referencia sobre el estado de la economía mundial. En la edición de este año, celebrada el pasado fin de semana, el tema de discusión era el diseño de las políticas monetarias. Por supuesto, más coyunturalmente, los movimientos de tipos de interés en EE UU. Janet Yellen, presidenta de la Fed, sugirió que la subida está más cerca. Otros, que los riesgos siguen estando ahí y puede retrasarse aún.
Cunde la sensación de que, al margen de su efectividad, la política monetaria actualmente al uso tiene un inconveniente más general: resulta difícilmente comprensible para una parte importante de la población. Tipos de interés negativos y sus límites, acumulación de reservas, curva de rendimientos, control de apalancamiento bancario… Son todos términos que se alejan de los canales de transmisión tradicionales de precio del dinero, papel de los bancos y capacidad de endeudamiento. La reunión de este año tuvo un reconocimiento explícito de esta desconexión social, en unas reuniones inéditas entre grupos de activistas y algunos destacados economistas del simposio. Las expansiones cuantitativas en Estados Unidos han devuelto al empleo a un gran número de hogares pero con condiciones y salarios considerablemente peores a los de antes de la crisis. En Europa, ni siquiera se han recuperado los niveles de empleo previos en algunos países.
En veloz retrospectiva: la Gran Crisis generó una respuesta monetaria inédita, con diferentes tiempos, intensidad y apoyo fiscal en Estados Unidos y Europa. Esa acción ha estrangulado excesivos incentivos especuladores a apalancarse a corto plazo para hacer inversiones a largo. Sin embargo, de paso, con una curva de rendimientos demasiado plana (escasa diferencia en rentabilidades con independencia de su plazo) ha propiciado también que el margen de interés de los bancos haya caído demasiado. Puesto que la deuda privada es aún elevada, todo esto conlleva que esa política monetaria no tenga, en algunos casos, la transmisión a la economía real que sería deseable que tuviera. Sobre todo, si no la acompaña la política fiscal.
Por otro lado, tan sólo en EE UU, los bancos han pasado de acumular reservas —en exceso a las que requiere la regulación— de 2.000 millones de dólares con la caída de Lehman Brothers en 2008 a 2,3 billones a finales de 2015. En Europa también se acumula dinero a espuertas. Y no sólo la atesoran los bancos: también las empresas no financieras. Síntoma inequívoco de precaución por falta de confianza en las expectativas de crecimiento.
Las recetas son controvertidas: algunos expertos aseguraron que no debe temerse a un límite aún más bajo para los tipos de interés de referencia. Otros sugieren que la regulación bancaria sobre apalancamiento y liquidez está siendo demasiado severa y que la adopción de riesgo consustancial a las inversiones se está desincentivando en exceso. ¿Un mundo sin riesgo es un mundo sin crecimiento? Lo que los tipos de Wyoming saben es que un mundo sin política fiscal les deja a ellos una papeleta complicada y un puzle casi imposible de resolver sólo monetariamente.
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