Que el ajuste no frene a Latinoamérica
El continente no puede darse el lujo de postergar estrategias que atraigan recursos para el desarrollo
La peor tasa de crecimiento de China desde 1990 en 2015 ha provocado una mayor caída en las materias primas, lo que sumado al fortalecimiento del dólar, viene impactando fuertemente sobre las economías de los emergentes. Retornaron con fuerza los déficits gemelos, el fiscal y el de cuenta corriente externa, a todos los países grandes de América Latina. El déficit externo se profundiza cuando el financiamiento aparece más difícil de alcanzar, tanto por el lado financiero como de flujos de inversión extranjera directa (IED). Los niveles de deuda pública son bajos, pero muestran una trayectoria que empieza a alertar sobre la "desagradable aritmética" del déficit y la deuda. La región atraviesa un periodo de menores tasas de crecimiento del producto interior bruto (PIB) —con importantes países ya en recesión—, ajustes fiscales con caída de la inversión pública, ajustes externos con caídas de las importaciones, monedas que se deprecian, tasas de interés más altas, presiones inflacionarias y problemas de empleo.
Esta situación de América Latina y sus nada halagüeñas perspectivas se explican porque, al igual que hace más de un siglo, el ciclo económico es determinado por el comportamiento del mercado internacional de materias primas. Los escritos de Raúl Prebisch de los treinta y la posguerra siguen dando cuenta del funcionamiento de nuestras economías. Los países de la región desaprovecharon la oportunidad del superciclo de las materias primas para transformar sus estructuras productivas.
El telón de fondo sobre el que América Latina está llevando adelante su ajuste es el mundo de la cuarta revolución industrial y las negociaciones de megaacuerdos comerciales, que están reescribiendo las reglas internacionales. El Internet de las cosas, big data y open data, disruptiva de los modelos de negocios, determina que ningún jugador sabe de dónde provendrá mañana una competencia que pondrá en jaque su modo de hacer las cosas. Los bancos creen que en cualquier momento empresas como Amazon o Google brindarán servicios financieros. En todo el mundo ciertas aplicaciones permiten rentabilizar el capital de quien, por ejemplo, tiene un coche (Uber) o una propiedad (Airbnb), generando nueva competencia a los instalados, taxis en un caso, y alojamientos estándar y hoteles en el otro. Esto abre oportunidades y conflictos, y grandes desafíos regulatorios a todo nivel, impositivos, laborales, Seguridad Social y la tutela del consumidor y calidad del servicio.
Entretanto, los dos megaacuerdos de comercio e inversión (Transpacífico, TPP, y el Transatlántico, TTIP) implican avanzar en mayores disciplinas que las establecidas por la Organización Mundial de Comercio (OMC) y ampliar las materias bajo tratamiento. El TPP, pendiente de ratificación, constituirá la zona de libre comercio más grande del mundo medida por PIB y la segunda, luego de la Unión Europea, según el comercio interno.
En la integración al mundo es importante diferenciar la situación de los países del Mercosur del resto. Mientras los integrantes de la Alianza del Pacífico y Centroamérica tienen acuerdos de libre comercio con Europa, Estados Unidos y una gran mayoría también con Japón, Mercosur sólo tiene liberado una parte importante del comercio con la propia región. Por este motivo, el impacto del acceso a mercados de un acuerdo como el TPP presumiblemente tendrá para los países integrantes de la Alianza del Pacífico que lo han firmado (Chile, México y Perú) efectos expansivos superiores a los contractivos. Dichos países ya han abierto su economía a la principal potencia del mundo y, por ende, han pagado los costes en términos de relocalización de recursos, y con este acuerdo tienen para ganar la apertura en condiciones más favorables de los mercados de los otros socios. En el caso del Mercosur, en cualquier ejercicio de integración deberá considerarse que, a las oportunidades que se abran con el acceso a nuevos mercados, se opondrán las pérdidas producidas a raíz de que parte de la producción local será desplazada por la competencia importada que ingresará en condiciones más competitivas. Igual razonamiento es válido para el caso del acceso a las licitaciones de los países integrantes del acuerdo en materia de compras públicas.
Los desafíos que tienen por delante los países de la región son complejos de administrar y se dan en un momento internacional en que las condiciones financieras y comerciales se endurecen. América Latina no puede darse el lujo de postergar estrategias productivas que atraigan recursos para el desarrollo, y así evitar que se amplíen las brechas con los países desarrollados, en particular la tecnológica.
Federico Ignacio Poli es economista, asesor económico del Consejo Iberoamericano de la Productividad y Competitividad, y ex jefe de gabinete del exministro de Economía argentino Roberto Lavagna.
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