El último banquero central, que se lleve el ponche
Los últimos cuatro banqueros centrales de Estados Unidos, Bernanke, Greenspan, Volcker y Yellen, comparten mesa redonda sobre estímulos monetarios
William McChesney Martin, que fue presidente de la Reserva Federal durante casi 20 años, hizo célebre la metáfora de que los banqueros centrales eran los tipos encargados de llevarse el ponche justo cuando la fiesta empezaba a animarse. La encargada de controlar la juerga ahora es Janet Yellen, pero después de casi una década de happy hour en política monetaria, la economía no está muy dicharachera en Estados Unidos y da la sensación de que si se lleva la bebida, se acaba lo que más que una verbena, parece una discreta recepción. Lo malo es que es tanto lo bebido en estímulos hasta ahora que hay quien teme una dura resaca o algo peor.
Los últimos cuatro responsables del bol de ponche participaron este jueves en una mesa redonda sobre política monetaria organizada por la International House de Nueva York. Si en algo coincidieron la actual presidenta de la Fed, Janet Yellen, y sus predecesores —Ben Bernanke, Paul Volcker y Alan Greenspan (este último, de 90 años, por videoconferencia desde Washington)—, es en que el apocalipsis puede esperar.
¿Se ha empezado el precio del dinero demasiado pronto? O al revés, ¿ha habido un exceso de estímulos y se cuece otro desastre? Yellen defendió la decisión de la Fed de aprobar en diciembre la primera subida de tipos de interés en casi una década, pese a que han aumentado las incertidumbres globales desde entonces. “No creo que diciembre fuera un error”, recalcó, para destacar que el “enorme progreso” llevado a cabo por la economía estadounidense desde 2008, aunque la subida de tipos será muy gradual. “No veo una situación de burbuja”, dijo al mismo tiempo, frente a quienes temen que los estímulos hayan creado excesos financieros que puedan pinchar en masa.
A Ben Bernanke (2006-2014) se le elogia por haber rescatado a la economía estadounidense de una debacle financiera con una oleada de estímulos sin precedentes -el balance de activos de renta fija de la Fed se ha más que cuadruplicado durante la crisis-. Pero casi una década después de aquello, la reactivación tiene riesgos. Y el repliegue de estímulos ya ha comenzado. “¿Cómo acabará esto?”, le preguntaron. “Por suerte no me toca hacerlo a mí”, bromeó. “¡Me lo ha dejado a mí!”, terció Yellen entre risas. Bernanke resaltó que el aumento de activos no dista de lo hecho por otros grandes bancos centrales, como el europeo (BCE) o el de Japón y Yellen también descarto grandes turbulencias por la gradual reducción de esa cartera.
Bernanke lamentó que se esté “dando la impresión de que solo los bancos centrales pueden hacer algo” para solucionar las crisis, y consideró que los gobiernos “en determinadas circunstancias deben usar la política fiscal (impulsar el crecimiento con gasto público)”. “Hemos aprendido que es un error poner demasiado peso en los bancos centrales”, recalcó.
En una línea similar, Paul Volcker, que presidió la Fed entre 1979 y 1987, también descartó una burbuja y señaló con ironía que “ya había recesiones antes de que existiera la Reserva Federal”.
Pero él tuvo algo que ver con una colosal. Cuando llegó a cargo topó con una inflación desbocada tras la crisis del petróleo y llevó los tipos de interés del 10% hasta casi 20% en los 80, lo que evitó el hundimiento del dólar, pero llevó a la recesión más dura en medio siglo. “La gente estaba muy descontenta con la inflación, la subida tenía mucho apoyo entonces”, defendió este jueves en Nueva York.
Su sucesor, Alan Greenspan (1987-2006), comenzó con subidas pero reaccionó al 11-S dejando el precio del dinero en el 1%, el nivel más bajo de los últimos 50 años, lo que desde luego animó la economía pero mucho consideran una sobrerreacción que causó la gran burbuja crediticia.
“¿Cree que alguien después de usted echó vodka en el ponche?”, preguntaron a Volcker, en una clara referencia a Greenspan. “Todos mis sucesores fueron geniales”, respondió con diplomacia.
Greenspan, quien llegó a entonar un discreto mea culpa tras el estallido de la crisis financiera, resumió muy bien la desdicha de los banqueros centrales. “El verdadero problema es que buena parte de la política monetaria se basa en las previsiones económica, y la capacidad de esta es limitada”. Por eso es tan difícil saber cuándo retirar el ponche.
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