A punto de morir de un disparo en la cara, sus compañeros policías le robaron el teléfono y la billetera en Lima
Los agentes que socorrieron al suboficial Pablo Baltazar se llevaron su celular y le dejaron un dólar en la cartera, lo que ha aumentado la indignación de los peruanos con su cuerpo de Policía
A mitad de semana, una balacera conmocionó a los vecinos de San Borja, un distrito residencial en Lima que hasta hace unas semanas acogió a los jefes de Estado de las veintiún economías del Foro de Cooperación Asia-Pacífico. Una banda de delincuentes le arrebató 32.000 soles (8.650 dólares) a una cambista en las inmediaciones del centro comercial La Rambla y, de inmediato, se montaron en una moto lineal para emprender la fuga. En medio de la huida, en un semáforo en rojo, un policía se les plantó en el cruce de las avenidas Aviación y San Borja Norte. Apuntó al aire para frenarlos, pero, lejos de atemorizarse, uno de los ladrones le disparó a quemarropa en el rostro a menos de dos metros. El agente quedó tendido boca abajo.
La escena ha protagonizado los noticieros y ha despertado la indignación de una población harta de la sensación de inseguridad que ha envuelto a la ciudad. Según el Sistema Nacional de Defunciones, hasta la fecha se han contabilizado 1.811 homicidios durante el 2024, en el Perú. Se encamina a ser el más sangriento de los últimos diez años. Eso se ha traducido en tres paros nacionales desde septiembre. En un principio fueron promovidos por los transportistas, víctimas de los extorsionadores, pero luego se sumaron comerciantes de distinta índole, y la sociedad civil en su conjunto.
El suboficial de tercera Pablo Gregorio Baltazar Sánchez, de 30 años, seguía con signos vitales y fue auxiliado por unos colegas y conducido a la clínica más cercana. En tanto, uno de los hampones fue abatido por la Policía y los otros dos fueron detenidos a un par de cuadras del tiroteo, cuando intentaban esconderse en una de las casas aledañas. Se trata de Yefferson Luquez Toledo y Junio Romero Quero, ambos de nacionalidad venezolana. El juzgado dispuso para ellos una detención preliminar que culminará el miércoles 4 de diciembre.
#PNPInforma🚨| En medio de un robo frustrado, un efectivo policial que patrullaba las calles de #SanBorja fue herido de bala cuando se enfrentó a cuatro delincuentes, dos de ellos extranjeros. Uno murió y tres fueron detenidos. pic.twitter.com/xhQAcyLuvn
— Policía Nacional del Perú (@PoliciaPeru) November 27, 2024
En la clínica, el estado de Baltazar Sánchez era de pronóstico reservado, pero a medida que avanzaron las horas se estabilizó. La bala había ingresado por su sien izquierda y había salido por su maxilar derecho, desfigurando su cara y comprometiendo su vista. El caso ha despertado la solidaridad de la gente, no solo porque se trata de un efectivo policial que dignificó su profesión, sino porque Baltazar Sánchez acaba de ser padre de una niña, que hoy tiene tan solo dos meses.
Lo turbio del asunto es que cuando los familiares de Baltazar Sánchez reclamaron sus pertenencias no encontraron su celular y su billetera apenas tenía un dólar. Algo no cuadraba, porque estaban enterados de que justo ese día el agente había pedido un préstamo de 830 soles (224 dólares). Las investigaciones apuntan a que los dos policías que lo trasladaron a la clínica Vesalio, dos compañeros que le deben lealtad a la misma institución y cuyo deber es proteger a las personas, le habrían robado sus cosas mientras él estaba herido e inconsciente.
Los presuntos culpables son Hover Huamaní Tardeo y Christoper Mena Murrieta, agentes de la comisaría de Chacarilla del Estanque. El Ministerio Público está llevando a cabo las diligencias preliminares contra ambos por el presunto delito de hurto agravado. El general Máximo Ramírez, director general de la Defensoría del Policía del Ministerio del Interior, ha condenado el accionar y ha señalado que se les daría de baja. “Si les corresponde la cárcel se tendrán que ir a la cárcel. Imagínese, en un momento tan difícil apropiarse del dinero del policía”, cuestionó.
Lo cierto es que solo se trata un hecho más que mella la imagen de una institución desacreditada como la policial. Hace poco, el suboficial Darwin Condori descuartizó a una jovencita en su casa, en el distrito de Comas. Condori fue hallado muerto en un hotel, colgado de un rac para TV. La familia de la víctima, Sheyla Cóndor, ha denunciado la negligencia de dos comisarías que se opusieron a comenzar su búsqueda y, además, dudan de que Condori se haya suicidado. Creen que fueron otros policías quienes lo mataron para silenciarlo. Otro incidente que ha puesto en evidencia ya no solo la moral, sino la preparación de las fuerzas del orden sucedió en el distrito de La Victoria, cuando un grupo de policías oró con un crucifijo en mano frente a una joven en pleno ataque de epilepsia. En lugar de aplicar los protocolos médicos, intentaron exorcizarla.
“En el Perú de hoy estamos malacostumbrados a ver matar y ver morir, pero también a ver –cada vez más– policías corrompidos que viven en la podredumbre moral absoluta. No podemos aceptar que aquellos a quienes se les confió un uniforme para proteger a los ciudadanos sean precisamente quienes agreden, asaltan, violan y humillan. No es normal, no está bien. Naturalizarlo equivale a ser uno de ellos”, ha cuestionado el escritor Renato Cisneros en una columna de opinión. En cuanto al valeroso agente Pablo Baltazar Sánchez, este viernes se le practicó la primera de una serie de intervenciones quirúrgicas para reconstruirle el rostro y salvar su vista.
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