Innovación contra un futuro más seco
Israel busca convertirse en el principal exportador mundial de tecnologías del agua
En al menos cinco ocasiones, el Antiguo Testamento relata historias de agua obtenida o recuperada milagrosamente. "Por desgracia, a nosotros nadie nos ha dado esa receta", bromea Shlomi Kostelitz, miembro del Grupo de Tecnologías del Agua de la Universidad Ben Gurion. Y haría falta. La región es una de las más deficientes en agua del mundo: en Israel, casi el 80% de los recursos renovables de agua dulce se aprovechan cada año, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO). En países vecinos, como Jordania o Egipto, esa cifra supera el 95%.
A esta situación, ya problemática en tiempos bíblicos, se le suman los efectos del cambio climático. La propia FAO alerta que el aumento de la población hará crecer en todo el planeta la demanda de agua, no solo para dar de beber a todo el mundo, sino también por la creciente necesidad de alimentos. Al tiempo, el calentamiento global y la reducción de los suelos cultivables harán de satisfacer esa demanda un desafío mucho mayor.
Es un mercado en auge en el que Israel quiere ser líder, sostenido por el poderío de su industria tecnológica y la experiencia de su sector agrícola en hacer más con menos. En palabras de Avi Perel, científico jefe del Ministerio de Agricultura, "los desafíos de la falta de agua, poco suelo y escasez de mano de obra ya los teníamos hace 65 años".
Según el Ministerio de Exteriores, Israel vende fuera de sus fronteras tecnologías relacionadas con el agua por valor de 2.000 millones de dólares (1.800 millones de euros) al año, el equivalente a más de un 4% del total de las exportaciones. Las técnicas que el país quiere exportar se orientan tanto a la producción de agua desde fuentes alternativas como a mecanismos para un uso más responsable del líquido elemento.
Mucho más que ecología
Como en casi todos los aspectos de la vida cotidiana, el agua en Oriente Próximo es política y geoestrategia. Un estudio de 1984 indica que Israel obtenía entonces más del 50% del agua que consumía de fuentes situadas en territorio situado más allá de la línea de armisticio de 1949, es decir, ocupado según la comunidad internacional.
Y aún las fuentes obtenidas dentro del territorio israelí son problemáticas. La construcción del Acueducto Nacional, que acarrea agua del mar de Galilea a la llanura litoral y al desierto del Negev, ha provocado una crisis ecológica en el bajo valle del Jordán, donde viven 75.000 personas. Este enclave es relevante para el turismo por ser tradicionalmente el lugar del bautismo de Jesús.
En 1991, las autoridades israelíes y palestinas acordaron en Oslo la gestión del agua en los territorios ocupados. Pero aunque el Gobierno israelí argumenta que el país cumple y sobrepasa lo acordado y acusa de la escasez a unos métodos agrícolas obsoletos y la corrupción de las autoridades palestinas, lo cierto es que la diferencia de recursos hídricos sigue siendo evidente: según la organización israelí B'Tselem, los palestinos en Gaza y Cisjordania no llegan a disponer de los 100 litros de agua por persona y día recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
Un ejemplo del primer tipo de tecnología es la planta desaladora de Sorek, situada a 21 kilómetros al sur de Tel Aviv y a la que visitamos como parte de un viaje organizado por la Asociación de Prensa Europa Israel (EIPA, en sus siglas en inglés). Esta planta de ósmosis inversa de agua de mar es, según IDE Technologies, la principal empresa del consorcio internacional que la gestiona, "la mayor y la más avanzada del mundo".
Con un coste de 250 millones de dólares, procesa 624.000 metros cúbicos de agua al día, lo suficiente para abastecer el equivalente a la demanda de 400.000 personas. Un tubo de 3.600 metros entra en el Mediterráneo y otro, de 2.100 metros, devuelve la salmuera al mar.
Según Jacky Ben-Jaish, director de la división de procesos de IDE, el tamaño de Sorek es su principal activo. "Utilizamos membranas de 16 pulgadas de ancho, el doble de las normales", explica. "Y aunque los materiales que utilizamos sean de primerísima calidad, con el fin de resistir durante toda la vida útil de la planta (25 años), podemos ofrecer el precio más bajo, de 50 centavos de dólar por metro cúbico".
Ben-Jaish hace hincapié en que, a excepción de las membranas (fabricadas en EE UU), toda la tecnología de la planta es israelí. IDE Technologies, que cerró 2014 con beneficios de 55 millones de siclos (13 millones de euros), tiene presencia en países como China, Estados Unidos, Chile (donde tiene tres desaladoras), España, Venezuela y México.
Pero no solo se trata de obtener agua: el objetivo es utilizarla de forma más eficiente. Una de las principales herramientas para ello, el regador por goteo, ganó su forma moderna en un kibutz (granja colectiva) a 115 kilómetros al sur de Tel Aviv. Aquí, en una colina rodeada de arbustos de jojoba, está la primera de las 18 fábricas que la empresa Netafim tiene en todo el mundo, cinco de ellas en América Latina.
El riego por goteo ha existido desde hace siglos, pero fue el ingeniero israelí Simcha Blass el que, en 1965, desarrolló el regulador por membrana que evita los atascos y permite un flujo constante y distribuido de agua. Hoy Netafim está presente en 110 países y la tecnología tiene aplicaciones impensables hace años. "En India y en Italia ya están surgiendo hasta arrozales con riego por goteo", explica Nathan Barak, responsable comercial de la firma para las Américas.
Además, Netafim ha desarrollado un sistema de riego por goteo en fincas familiares, cuyo coste de producción es de solamente 200 dólares y en el que la presión necesaria se obtiene instalando el tanque de agua a tres metros de altura. Tecnologías como esta surgen del orgullo de la empresa: su departamento de I+D. Según Barak, el énfasis de la firma en la innovación le permite mantener su ventaja sobre sus rivales (tiene un 30% de cuota de mercado) a pesar de sus mayores costes de producción. "El 15% de nuestra plantilla son agrónomos", considera.
Riesgos futuros
Netafim no es la única empresa israelí que ha crecido en el exterior gracias a su innovación. Muchas firmas utilizan sistemas de depuración de agua basados en el uso de bacterias que convierten las sustancias orgánicas en el agua en calor y energía. AqWise, una empresa con sede en Herzliya, fabrica pequeñas formas de polímero de un dedo de largo que, utilizadas en grandes cantidades, aceleran ese proceso. En algunos casos, plantas ya existentes han duplicado su capacidad de depuración gracias a los productos de la firma.
AqWise, fundada en 2000, está presente en 400 instalaciones de 40 países. Y aunque no facilita cifras de ingresos (es una firma no cotizada), su consejero delegado, Elad Frenkel, apunta que más del 90% de su facturación viene del mercado internacional. No es la única. Lo diminuto del mercado del país mediterráneo (menor que la Comunidad Valenciana y con la población de Andalucía) obliga a las firmas desde un principio a buscar negocio fuera de sus fronteras. "El mercado israelí es un buen campo de pruebas", considera Frenkel, "pero pensamos globalmente desde el primer día".
Esa dependencia del mercado exterior hace que todo este empeño empresarial esté pendiente de la evolución de las campañas promovidas por distintas organizaciones internacionales pidiendo, entre otras medidas, el boicot de las empresas israelíes y la retirada de inversiones internacionales en el país mediterráneo. La política oficial de "bilateralidad" del Ejecutivo de Benjamin Netanyahu —que, en la práctica, se traduce en una ausencia de avances en las relaciones con las distintas autoridades palestinas a la vez que crecen los asentamientos judíos en los territorios ocupados— es uno de los motivos argumentados.
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