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El despilfarro de comida no tiene coto en España

La distribución española carece de una norma para frenar el desperdicio como la aprobada en Francia, que obliga a los supermercados a donar alimentos

Carmen Pérez-Lanzac
Conversión de sobras alimentarias de Lidl en pienso para animales en la empresa Promic, en Les Masies de Voltrega (Barcelona)
Conversión de sobras alimentarias de Lidl en pienso para animales en la empresa Promic, en Les Masies de Voltrega (Barcelona)VICENS GIMÉNEZ

Este otoño-invierno, en Almería ha hecho un tiempo estupendo. Con temperaturas que muchos días superan la media, el crecimiento de sus frutas y verduras está siendo óptimo. Tanto, que a muchos agricultores les sobran toneladas de tomates o pepinos. Hasta 100.000 kilos de estos últimos se quedan en sus manos cada día junto con piezas descartadas para la venta, bien por golpes o simplemente feas. ¿Qué hacen con este desecho? El vertedor está descartado, cuenta Andrés Góngora, responsable de frutas y hortalizas de COAG; tienen prohibido tirar sus restos sin más. Así que muchos lo dejan donde están para que se conviertan en abono. O lo regalan a ganaderos para que alimenten a sus animales. O lo venden a la industria para zumos o mermelada, aunque no siempre necesitan. Si fallan todas estas opciones, lo llevarán a un vertedero autorizado para que haga compost, la opción que menos les gusta, porque para que acepten su desecho tienen que pagar. No es mucho, unos 2,5 céntimos el kilo, pero les duele.

Los datos

Se calcula que un tercio de la comida del planeta se desperdicia.

España desecha 7,7 millones de toneladas de alimentos, siendo el séptimo país más derrochador de la Unión Europea.

En la cadena alimentaria donde más se tira es en los hogares, responsables del 42% de lo desperdiciado. La industria alimentaria tira el 39%, restaurantes y servicios alimenticios el 14% y comercios y distribución el 5%.

Si sumáramos todos estos desperdicios tendríamos al tercer país más contaminante del planeta, por detrás de Estados Unidos y China.

Eso es lo que se hace con los desperdicios en uno de los escalones de la cadena alimenticia. En los países ricos, un tercio de los alimentos acaban desechados y el reparto en su generación es el siguiente: hogares (42%), industria alimentaria (39%), restaurantes y servicios alimentarios (14%) y comercios y distribución (5%).

España genera 7,7 millones de toneladas de residuos, según un estudio de 2010 de la Comisión Europea. El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente está en estos momentos terminando un informe sobre cuánto se desperdicia para identificar medidas que pongan freno a este despilfarro, aunque no dan pistas de qué línea seguirán ni en qué parte de la cadena se aplicarán.

Francia nos lleva ventaja en este asunto. Gracias a las 200.000 firmas de ciudadanos que apoyaron la iniciativa de Guillaume Garot, exministro delegado de Agricultura, el pasado 9 de diciembre los diputados acordaron por unanimidad una normativa que obliga a los supermercados de más de 400 metros cuadrados a donar la comida que descartan para bancos de alimentos, alimentación animal o abonos. La ministra Ségolène Royale tuvo duras negociaciones con el sector y amenazó con publicar el nombre de quienes no se comprometieran a sumarse a la iniciativa. “Y no creo que les haga buena publicidad”, comentó. El objetivo final de Francia es reducir en 2025 a la mitad las sobras.

En España no hay una normativa que ponga coto a los desperdicios en los supermercados. Las sobras no comestibles de restos animales sí se supervisan, pero de todo lo demás no sabemos mucho. La Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) afirma que han puesto en marcha una estrategia para reducirlos y dice que no es necesario que imitemos a Francia. “Llevamos cuatro años trabajando para despilfarrar menos, firmando acuerdos con bancos de alimentos”, explica Ignacio García, de Asedas. "Intentamos el máximo aprovechamiento, pues el desperdicio es coste. Somos un sector muy regulado y estamos comprometidos con el tema, aunque seguro que podemos mejorar”, consiente.

La impresión del presidente de la Federación de Bancos de Alimentos, Juan Raúl Sanz, que representa a 9.000 bancos, es que las grandes superficies cada vez aprovechan mejor todo lo que venden. “A nosotros nos llega cada vez menos. Y yo diría que es porque gestionan mejor la rotación de alimentos”. Sanz estima en 600 kilos la merma que les llega cada semana de los hipermercados, la mayoría lácteos.

Los restos también contaminan

Los miles de kilos que no se consumen y se pudren, también contaminan. Según la FAO, si sumáramos todos estos desperdicios tendríamos al tercer país más contaminante del planeta, detrás de Estados Unidos y China.

Los restos alimentarios emiten durante su descomposición metano, un gas de efecto invernadero que contamina 23 veces más que la misma cantidad de dióxido de carbono (aunque hay 200 mucho más CO2 en el planeta). Además, durante la producción de estos alimentos, que luego son tirados, se consume mucha agua y energías fósiles que también tienen su impacto en el cambio climático.

En España la producción de comida emite 41,7 millones de toneladas de CO2. El 73% de esta contaminación es responsabilidad del sector cárnico, y el 8,75% del lácteo, informa la ONG VSF. De entre las empresas cárnicas destaca Campofrío, la líder, que emite una cantidad de gases equivalente a las emisiones de Uruguay y Paraguay juntos. Danone, una de las líderes en lácteos, emite la cantidad equivalente a República Democrática del Congo. Cuando el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente publique el estudie que está elaborando en estos momentos con los datos actualizados sobre la contaminación en España, podremos estimar mejor cuánto emitimos al desechar parte de la producción de la industria alimentaria.

El pasado mes de mayo, la asociación de consumidores Facua envió una encuesta sobre el tema a 28 supermercados interesándose por sus medidas para evitar desperdicios. Solo nueve respondieron: Caprabo, Consum Cooperativa, Covirán, Dia, E. Leclerc, Eroski, Grupo El Corte Inglés, Lidl y Mercadona. “Nuestra conclusión es que algunos supermercados han adoptado medidas y otros no”, dice Rubén Sánchez, portavoz de Facua. “Y creemos que la mayoría de los supermercados que no han querido comunicar cómo gestionan sus sobras, no tienen protocolo”. EL PAÍS ha invitado a cuatro de las marcas que respondieron a enseñar la conversión de sus deshechos en alimento de animales, compost o biogas: Mercadona, DIA, Eroski y Lidl. Solo uno, Lidl, ha accedido a mostrar su sistema de reciclaje, que le viene marcado desde Alemania.

Muchos de los alimentos que llegan para su reciclaje lo hacen envueltos en el típico pack. Desde la empresa Recytrans, una de las principales del sector, cuentan que están probando maquinaria que facilite separar el alimento del plástico, pero que actualmente lo siguen haciendo a mano. La empresa estos días está convirtiendo en biogás miles de litros de Coca-Cola caducada que habían quedado en las plantas que la multinacional cerró hace poco.

Un cambio en el sistema

Reciclar nuestros alimentos no es la solución para el problema, dicen desde Ecologistas en Acción, que afirma que para reducir las sobras de nuestros sistema tendríamos que cambiarlo. “Habría que abrir circuitos cortos de comercialización, potenciar las cooperativas entre consumidores y productores cercanos y apoyar a los grupos de consumo”, dice Charo Morán, del grupo ecologista. “Y en casa tendríamos que organizar el menú semanal antes de hacer la compra y esforzarnos por ajustarnos a lo previsto, sin dejarnos llevar por ofertas que hacen que llenemos el carro sin tener claro el momento de consumo, y dar a nuestra alimentación la importancia que tiene”.

En Carabanchel, Madrid, la asamblea que nació durante el 15-M, intentó aprovechar los restos de Mercamadrid para ayudar a comer a algunas familias del grupo. El gran centro de alimentos acabó echándoles, así que ahora reciben los de tres fruterías y dos panaderías del barrio. Olivia Fallente, de 55 años, monitora de un comedor escolar cuyo marido ha estado años en el paro (hasta hace tres semanas), es una de las beneficiarias. “Participamos por necesidad y porque nos da pena que se tire tanto”, dice. “Lo que más nos dan son tomates. Nos hinchamos de pisto”.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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