Volkswagen culpa del escándalo a un pequeño grupo de empleados
El exjefe de Porsche, Matthias Müller, ha sido elegido por la compañía como nuevo presidente ejecutivo este viernes
Volkswagen presentó ayer “el nuevo comienzo” que Martin Winterkorn anunció esta semana al dejar el mando de la empresa. El elegido para pilotar los cambios es un hombre de la casa, Matthias Müller, hasta ahora jefe de Porsche y profundo conocedor del grupo. Será el responsable de remontar el escándalo mundial que Volkswagen tildó ayer de “desastre político y moral” y del que responsabilizó a “un pequeño grupo de empleados”. Pero la tarea será difícil. Tan solo en Alemania hay 2,8 millones de vehículos afectados por la manipulación de las emisiones de gas, según anunció ayer el Gobierno.
Müller deberá sacar a Volkswagen de su mayor crisis desde el final de la II Guerra Mundial. Había sonado como favorito durante toda la semana, incluso antes de que Winterkorn anunciara el pasado miércoles su dimisión. “Bajo mi liderazgo, Volkswagen hará todo lo que pueda para desarrollar y poner en marcha los estándares de cumplimiento de las normas y de gobernanza más altos de toda la industria”, dijo el nuevo presidente.
No lo tendrá fácil. Nadie discute sus conocimientos técnicos y de los entresijos de un grupo que da trabajo a 600.000 personas, tiene 119 plantas en 31 países distribuidos por cuatro continentes y que el año pasado facturó más de 200.000 millones de euros. Vinculado a Volkswagen desde hace casi 40 años, Müller es un hombre de confianza de los primeros accionistas, la familia Porsche-Piëch, y ha colaborado estrechamente durante años con el hasta ahora hombre fuerte, Martin Winterkorn.
Pero precisamente su cercanía a la anterior cúpula puede sembrar dudas sobre las prácticas para esquivar las normativas medioambientales y sobre hasta dónde puede llevar en su tarea para depurar la empresa. Según información interna a la que tuvo acceso la agencia Bloomberg, el mecanismo para falsificar las emisiones fue dirigido por altos directos desde la central del grupo en Wolfsburgo. Según esta información, fueron los ingenieros alemanes, y no ninguno en EE UU, los que configuraron el mecanismo que ha desatado el escándalo.
Suspensión de empleo
Para hacer frente a cualquier duda de tibieza, el presidente del Consejo de Supervisión, Berthold Huber, usó las palabras más graves que encontró para disculparse ante “nuestros clientes, la opinión pública, las autoridades y los inversores”. “Quiero ser muy claro. La manipulación de las pruebas para motores diésel es un desastre político y moral”, afirmó. Huber anunció que la empresa ha suspendido temporalmente de empleo con carácter inmediato a un número indeterminado de trabajadores hasta que se aclaren los detalles de la investigación. El también miembro del Consejo de Supervisión Bernd Osterloh señaló como responsables a “un pequeño grupo de empleados”.
Volkswagen ha reducido además el número de miembros de la cúpula y ha eliminado el puesto de jefe de producto. Jürgen Stackmann, presidente de Seat desde hace tres años y medio, pasará a ser el responsable mundial de ventas y marketing. Le sustituye Luca de Meo, hasta ahora responsable de ventas y marketing de Audi. Una junta de accionistas extraordinaria prevista para el 9 de noviembre deberá aprobar los cambios.
Mientras el Consejo de Supervisión deliberaba en Wolfsburg, el ministro de Transportes, Alexander Dobrindt, anunciaba en Berlín que solo en Alemania hay 2,8 millones de vehículos afectados por el engaño de los gases contaminantes. Un caso que al principio parecía circunscrito a medio millón de vehículos vendidos en EE UU dio un salto gigantesco el martes, cuando la compañía admitió que el número de vehículos bajo sospecha era 11 millones en todo el mundo, una cifra que supera las ventas en todo un año del grupo.
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