Bruselas y el BCE proponen un seguro de desempleo común en 2017
Coincidiría con la unión bancaria y unión fiscal y la creación de un fondo monetario europeo
La esperada propuesta de los cuatro presidentes de las instituciones europeas (BCE, Comisión, Consejo y Eurogrupo) para pulir la zona euro está prácticamente lista, e incluye un mecanismo fiscal para luchar contra shocks económicos como el de los últimos años: un seguro de desempleo común desde mediados de 2017. “El euro es un proyecto político”, dice el borrador del texto, “y eso requiere solidaridad en tiempos de crisis”. Bruselas y el BCE descartan cambios de tratados hasta dentro de dos años. Y a partir de ahí, lo quieren todo: unión bancaria y unión fiscal, con la creación de un fondo monetario europeo.
Los jefes del BCE (Mario Draghi), la Comisión (Jean-Claude Juncker), el Consejo (Donald Tusk) y el Eurogrupo (Jeroen Dijsselbloem), más el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, presentarán en apenas unos días el documento que está llamado a definir la evolución de la eurozona en los próximos tiempos. El borrador del texto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, combina dosis de ambición y realismo. Los cuatro presidentes han diseñado una hoja de ruta en dos etapas: hasta mediados de 2017 se trata de exprimir al máximo los tratados y de recuperar la senda de la convergencia entre los socios con una especie de Maastricht II. Y a partir de julio de 2017 apuestan por reabrir los tratados —un guiño para el Reino Unido, cuyo referéndum sobre la UE será a finales de ese año— con las medidas más rutilantes.
En especial dos de ellas. Una: los cuatro presidentes proponen una facilidad de gasto de la eurozona para combatir las fases bajas del ciclo económico, que se traducirá en un seguro de desempleo común. Y dos: quieren convertir el Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede) en un fondo monetario europeo para luchar contra las crisis de deuda.
La Comisión ya había sugerido otras veces la posibilidad de activar un seguro de paro europeo. Para los cuatro presidentes, las razones son evidentes: con la política monetaria única, los socios solo pueden ajustarse con dolorosas devaluaciones internas. “Hay que dar pasos para compensar a los Estados miembros por las herramientas de ajuste que han perdido”, dice el texto. Cuando se producen shocks, una zona monetaria “necesita economías flexibles para reaccionar con rapidez”, para lo que hacen falta reformas, pero también requiere mecanismos “para compartir riesgos ante la posibilidad de que los mercados priven a los países de la posibilidad de usar estabilizadores fiscales”.
La propuesta está basada, como casi todo en la UE, en ideas alemanas: en una primera etapa, Bruselas y el BCE apuestan por “corregir las divergencias” que crean “fragilidad” en la eurozona, con una gobernanza simplificada respecto al alud de reglas actuales. Y fija el objetivo de replicar las condiciones del Tratado de Maastricht con exámenes regulares de una serie de indicadores económicos, especialmente laborales, que serán imprescindibles para acceder a ese seguro.
El informe subraya que un mecanismo anticíclico de esas características “sería el desarrollo natural para lograr una mayor integración fiscal”. Y añade una serie de condiciones: no debe conducir a transferencias permanentes entre los Estados en una sola dirección; no debe minar los incentivos para una política fiscal sólida ni para las reformas, y no puede convertirse en un mecanismo de gestión de crisis de deuda. Para eso está el Mede, que los presidentes abogan por transformar en un fondo monetario europeo. Francia lleva tiempo con esa idea, que consiste en integrar el Mede dentro de los tratados y dejar que sea su consejo —en el que se sientan los socios del euro—, y no la Comisión Europea, quien decida cómo actuar y a cambio de qué condiciones cuando un país solicita ayuda.
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