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El 10% de las familias no puede celebrar el cumpleaños de los niños

El 7% de los hogares monoparentales es incapaz de comprar ropa a sus hijos por falta de recursos. La tasa casi se ha triplicado respecto al año 2009, según el INE

Una mujer del programa de la Junta de Andalucía de ayuda a las personas en situación de extrema pobreza.Foto: atlas | Vídeo: Atlas / Paco Puentes

El impacto de la recesión se ha dejado sentir hasta en las celebraciones infantiles, según una encuesta elaborada en la primavera de 2014 por el Instituto Nacional de Estadística (INE) relacionada con la carencia material en España. El 10,4% de los hogares no celebran el cumpleaños de los niños por no poder permitírselo, frente al 6,5% en 2009. La tasa sube hasta el 34,7% entre las familias de extranjeros no comunitarios y al 27% entre los más pobres (el 20% con ingresos más bajos). Además, el 11,3% no asiste a actividades extraescolares (deporte, tocar un instrumento, participar en organizaciones juveniles), el doble que hace seis años.

El estudio también muestra que el 7,4% de los hogares monoparentales no puede comprar ropa a sus hijos. La tasa casi triplica el porcentaje que se encontraba en esta situación en el año 2009. En toda la población, un 6,5% de las familias sufre este problema (el 3,8% al inicio de la crisis económica). De nuevo, los inmigrantes son los más desfavorecidos: en casi uno de cada cuatro hogares no pueden renovar el vestuario de sus hijos.

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La ropa o el ocio se encuentran entre los primeros gastos a los que renuncian las familias más arrinconadas por la recesión. Ello explica que sea en estos recursos donde se note más la tijera en los presupuestos familiares frente a otros, mucho más rígidos, como la alimentación, según apunta Gabriela Junquera, de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN, por sus siglas en inglés).

En todo caso, a pesar de tratarse del último reducto de donde reducir el gasto, también hay datos llamativos sobre el ahorro a costa de bajar la calidad de la dieta que ilustra de la dificultad extrema por la que atraviesan muchas familias. No tanto en cuanto al consumo de frutas y verduras frescas sino al de proteínas (medido como poder tomar al menos una comida de carne, pollo o pescado cada dos días). Hay un 2,5% de los hogares en los que viven hijos que no pueden permitirse esta alimentación, frente al 0,7% de 2007. Sigue siendo un porcentaje bajo, pero como insiste Junquera, “la comida de los niños es lo que más se protege, por lo que aunque parezca una tasa reducida muestran unos niveles de carencia graves y describen situaciones familiares muy duras”.

La coordinadora de EAPN en Madrid añade otra variable: la situación comparativamente peor en la que se encuentran los extranjeros no comunitarios y los ciudadanos más pobres en cualquiera de las variables que se analicen. Por ejemplo, en cuanto a la calidad de la alimentación, en un 7% de las familias más perjudicadas y casi un 8% de los hogares de inmigrantes no se come tanta carne como sería recomendable. “Estos datos muestran que el coste de la crisis no los han pagado todos por igual, sino que recae especialmente entre los que se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad”, añade Junquera.

El estudio del INE (en el que han participado 32.000 personas y que forma parte de la Encuesta de Condiciones de Vida) evalúa también datos de la población adulta (mayores de 16 años). Entre 2009 y 2014 quienes no se pueden permitir reunirse con amigos o familiares han pasado de representar el 6,6% al 11,8%. Entre los parados, la tasa asciende al 26%, y hasta el 27% entre los extranjeros. Un 16% es incapaz de gastar una pequeña cantidad de dinero en sí mismos y el 41% no puede cambiar sus muebles estropeados o viejos.

La carencia material severa es una de las tres patas sobre las que se sostiene el concepto de riesgo de pobreza o exclusión social (también llamado indicador Arope, del inglés at risk of poverty or social exclusion). Los otros dos son el riesgo de pobreza (tener unos ingresos por debajo del 60% de la mediana de la población) y la baja intensidad en el empleo (hogares en los que sus miembros en edad laboral trabajaron menos del 20% de su potencial de trabajo). Basta con cumplir uno de los tres para ser considerado en riesgo de pobreza o exclusión.

El indicador Arope es el que emplea Eurostat como valor homogéneo para comparar la situación de la población desfavorecida entre los países de la UE. Además, ofrece una visión más completa que el umbral de la pobreza tomado de forma aislado, ya que éste es un valor relativo: más que pobreza absoluta mide cuánta gente tiene ingresos bajos respecto al conjunto de la población.

La semana pasada, el INE publicó el indicador de riesgo de pobreza o exclusión en la sociedad española. Una de cada tres personas se encuentra en esta situación. La tasa ha pasado del 26% en 2010 al 29,2% en 2013 (últimos datos publicados).

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