Metamorfosis bancaria
El peso de la banca como financiador del Estado sube, mientras baja como acreedor del sector privado
Siguiendo su costumbre de ser el primero, Bankinter iniciaba esta semana la campaña de presentación de resultados correspondientes a 2014 por parte de los bancos cotizados. Más allá de los resultados publicados por dicha entidad, cuya especialización de negocio y de modelo productivo le hace poco representativa del conjunto del sistema, merece la pena reflexionar sobre lo que ha sido el año para el negocio bancario en España, y lo que cabe esperar para 2015.
El sistema bancario en su actividad en España va a cerrar un buen año con un crecimiento de resultados cercano al 20%, desde los 8.800 millones de 2013 al entorno de 10.500, con dos factores positivos y uno negativo. Sin duda el impacto positivo más directo e inmediato es la reducción de la morosidad, que estimamos en unos 20.000 millones —con la tasa de morosidad bajando del 13,8% al 13% o ligeramente por debajo— lo que habría permitido reducir en casi 7.000 millones las necesidades de provisión en la cuenta de resultados, con similar impacto positivo en el resultado antes de impuestos. En la medida en que la economía española, y el empleo, van a mostrar registros en 2015 incluso algo mejores que en 2014, cabe esperar para el próximo ejercicio una nueva contribución de la morosidad a la mejora de las cuentas de resultados.
El otro factor de apoyo a los resultados en 2014 ha sido sin duda el fuerte descenso en el coste de los depósitos, y de los pasivos en general, en un contexto de tipos de interés cercanos a cero. En torno a 13.000 millones sería la aportación de ese menor coste de los pasivos a la mejora de los resultados bancarios en 2014, y puede esperarse una nueva aportación positiva, aunque de menor cuantía, en el próximo año.
Frente a esos dos factores positivos, pesan en negativo los ingresos financieros procedentes del activo, que registran una caída de más de 10.000 millones, también subsidiarios del mencionado descenso de tipos de interés.
Pero más allá de esa traslación de tipos de referencia al coste de pasivo y a la rentabilidad del activo, merece la pena destacar el importante trasvase entre las dos grandes categorías de activos bancarios, es decir, la inversión crediticia y las carteras de valores. Mientras el saldo vivo del crédito habría experimentado en 2014 una nueva caída del orden de 70.000 millones —que serían más de 400.000 acumulados desde el inicio de la crisis— las carteras de valores, sobre todo las de títulos de deuda pública, experimentaban un incremento casi de similar magnitud.
Sin entrar en el debate sobre cuánto de la caída del crédito es atribuible a la oferta o a la demanda, lo cierto es que esa deriva en las dos categorías de activos pone de manifiesto una poco deseable metamorfosis del negocio bancario, y por tanto de su cuenta de resultados, en la que va ganando peso su papel como financiador del Estado, y perdiéndolo como financiador del sector privado, sean hogares o empresas.
Ángel Berges y María López son profesores de AFI Escuela de Finanzas
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