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Rui Nabeiro, el último cafetero

Delta Cafés, creada hace medio siglo en el pueblo portugués de Campo Maior, se extiende por 40 países y disputa a Nespresso la idea de la cápsula monodosis

El fundador de Delta Cafés, Rui Nabeiro, en la fábrica de la empresa en Campo Maior (Portugal).
El fundador de Delta Cafés, Rui Nabeiro, en la fábrica de la empresa en Campo Maior (Portugal).JOÃO HENRIQUES

"Con el café crecí y me hice hombre", la frase de Rui Nabeiro está clavada a la entrada de su empresa, que desde el pueblecito portugués de Campo Maior ha extendido por el mundo. No extraña que en una rotonda se yerga una estatua de cuerpo entero al hijo predilecto del pueblo, el que fundó Delta Cafés en 1961 y que ha llevado su nombre a más de 40 países, de Angola a China, pasando por España, ahora legalmente, y en la posguerra con burros que cruzaban la frontera extremeña cargados de café verde. Historias que Nabeiro cuenta como un personaje del Macondo de García Márquez.

"Empecé trabajando a los 13 años en una tienda con mi tío Joaquim y mis padres. A la muerte de mi padre, a los 17, creé mi primera empresa. No sabía nada de cafés. Contaba con un almacén de 50 metros cuadrados y dos tostadoras con una capacidad de 30 kilos. Viajaba mucho, me recorrí toda España. El mercado estaba copado, así que empecé a introducirme con sucedáneos como la achicoria. Sin hacer ruido...". Hace no mucho asistió al congreso del partido socialista portugués y dio su opinión sobre las disensiones en la organización. "Soy un buen militante de base, y un buen socialista es aquel que acata las decisiones de la dirección".

Nabeiro ha cumplido los 83 años, pero no le faltan ánimos para trepar sobre las sacas de café si el fotógrafo así lo exige. Cuando pasean por su fábrica, Rui Nabeiro (Campo Maior, 1931) y su hijo João Manuel, director general, los empleados se ponen firmes primero y luego se acercan a saludar con un respeto casi papal, siendo correspondidos usando su nombre de pila. Uno de ellos se llama Avelino. Su misión es probar la calidad del producto antes de ser tostado. A su alrededor hay sacos de Brasil, Uganda, Vietnam, Honduras, Timor... Avelino cata cada día de 150 a 200 cafés. "Y duermo perfectamente", avisa el maestro cafetero. Por si falla su paladar, el laboratorio mide los grados de acidez y humedad del producto. Según sus resultados pasarán más o menos tiempo en la tostadora, a más o menos de 200 grados.

En las instalaciones de Campo Maior, a 14 kilómetros de la frontera, se han tostado este año 22.000 toneladas de café verde procedentes de 30 países. El pasado año el grupo facturó 300 millones de euros, el 15% en mercados internacionales, con lugar destacado para España, donde cuenta con 16 delegaciones y 400 de sus 3.300 empleados. Delta tiene el 39% del mercado del café en Portugal gracias a su penetración en supermercados y cafeterías. Es también líder en Mozambique y Angola.

‘Alentejo, Alentejo’

La familia Nabeiro es un símbolo de la tierra que los vio nacer, el Alentejo. Un mar de encinas y alcornoques, de donde se extrae el corcho —primer productor mundial—, identifican esta región, símbolo en otro tiempo de la tierra más humilde de Portugal, aunque últimamente salen en la parte buena de los informativos. Su cante improvisado en tabernas y tertulias —que Sérgio Tréfaut ha plasmado en la película Alentejo, Alentejo— ha sido reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, y su Costa Vicentina es un ejemplo de belleza y respeto al medio ambiente. Ahora toca la ruta del vino, los quesos y del aceite.

En esas tierras crecen 160 hectáreas de viñedos propiedad de los Nabeiro. Si Delta Cafés es la marca que identifica la empresa creada en 1961, desde 1998 el nombre oficial del imperio es Grupo Nabeiro. Bajo su paraguas se ramifican 25 empresas, algunas de ellas ya con poca relación con el café. Es el caso del vino Adega Mayor, con una bodega levantada por el arquitecto Álvaro Siza en medio del campo alentejano.

La diversificación comienza en la agricultura, con la producción de aceitunas o altramuces, y recorre toda la cadena de consumo, como concesionarios de automóviles, hoteles restauración, distribución o la fabricación y diseño de tiendas, espacios publicitarios y hasta toldos.

El imperio Nabeiro, que entre sus principios empresariales destaca 'la solidaridad, la humildad y la verdad', desarrolla programas extraescolares en la comunidad de Campo Maior, apoya económicamente una cátedra de biodiversidad en la universidad de Évora y desde este marzo se ha cumplido un viejo sueño del fundador, el Centro de Ciencia del Café, inaugurado por los presidentes de cada lado de su frontera, el de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, y el de Extremadura, José Antonio Monago.

Las máquinas más modernas de la fábrica son las que se dedican al incipiente negocio de las cápsulas monodosis. Hay tres líneas de producción y dos más en montaje. "Despachan 600 cápsulas la minuto". Al hijo del comendador se le llevan un poco los demonios con este tema y, más concretamente cuando se mienta a Nespresso. "Nosotros ya teníamos las cápsulas monodosis, pero envueltas en bolsas de aluminio para conservar el aroma. Vinieron a ver nuestras instalaciones y luego sacaron su sistema con una protección industrial total".

Ahora conviven varias marcas monodosis, Nespresso, con sus tiendas temáticas, y, en los supermercados, Dolce Gusto (Nescafé) y desde 2007 en Portugal Delta, con su marca Delta Q. "En Portugal somos los líderes de este sector, los únicos que hemos ganado a Nespresso", se ufana João Manuel.

El negocio de las cápsulas supone el 17% del negocio de la empresa, va creciendo pero no cree que sea nunca el más importante del sector. "Es cierto que ha llenado un hueco, el del uso individual en el hogar, pero no ha entrado en las cafeterías. Ellos innovaron con la tiendas temáticas y nosotros con la introducción en supermercados". Las cápsulas de Delta Q, sus cafés, infusiones y cafeteras se llevan en el carrito de la compra a precios un 25% inferior a la competencia.

Sin embargo, para el consumidor, ese producto exclusivo que ha repetido el esquema de las impresoras o de los sistemas informáticos no es la solución ideal. El cliente preferiría cápsulas que valieran para cualquier cafetera. João Manuel no lo ve factible. "Es un tema de propiedad intelectual". Incluso es escéptico sobre su futuro. "A mí me gusta el café de puchero", confiesa. "Es cierto que ha entrado fuerte en el hogar, pero lo importante no es la cápsula, sino la calidad del café".

Proteger la marca Delta le ha costado a la empresa más de 10 millones de euros en España. Antes perdieron otras por ellos creadas, como las míticas La Cubana, El Camello, La Jirafa, recuerda el fundador. Delta ahora ha llevado las cápsulas a China y en Angola han comprado Liangol, la ex empresa pública de producción de café. "Nuestra ventaja en el comercio internacional es que llevamos muchos años en ese mercado; cuando regresaban todos con la Revolución de Abril, yo iba al revés", recuerda el fundador. "Luego la Providencia te va llevando y te va dirigiendo", dice este socialista tradicionalista. "Nuestra actitud ha sido la de dar trabajo, pero con mucha calma. Mi historia está ligada a la fraternidad de las personas. Trabajamos todos, mi mujer, mis hijos... y trabajamos siempre".

Estos cafeteros, pese a su larga experiencia, se niegan a desentrañar ese gran misterio de la Península Ibérica: por qué el café en un bar español es, por lo general, veneno y en un bar portugués, vicio. Los Nabeiro sonríen y, tan fronterizos, ni afirman ni niegan. "Hay una parte de tradición, de cuando en la posguerra los comisarios compraban lo más barato", dice el fundador de Delta. El hijo João Manuel mira al futuro. "Va a ocurrir lo que ya ocurre con el vino; los bares, las cafeterías, ofrecerán varios tipos de cafés para que el cliente elija según su gusto o según el momento del día en que lo toma". Avelino, por ejemplo, recomienda para la mañana, "un café con carácter, con fuerza; para mediodía uno más aromatizado y equilibrado; y para tarde y noche algo más equilibrado, sin olvidar el achocolatado de Uganda".

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