Uría se aventura en Latinoamérica
El bufete español lidera una fusión con abogados de Chile y Colombia
Martín Carrizosa lanza un torrente de palabras. Todas serían perfectos sinónimos del vocablo entusiasmo. Es el arquitecto del acuerdo. Puso la idea sobre la mesa en septiembre de 2013. Fusionar el despacho colombiano Prietocarrizosa, del que es miembro del comité ejecutivo, con el bufete chileno Philippi para construir un gigante regional de 29 socios, 191 abogados y “unos 50 millones de dólares de ingresos conjuntos”, confirma una fuente cercana al acuerdo. De la empresa resultante, Uría Menéndez se hace con una participación del 30%. En contraprestación, los dos estudios latinoamericanos rubrican una entrada minoritaria (que está por definir) en el capital de la firma española.
Este triángulo legal y amoroso (las compañías comparten profesionales desde hace más de una década) se estrenará en el ruedo del Derecho el próximo 1 de enero. Lo hará con una tarjeta de visita en la que se lee: “Philippi, Prietocarrizosa & Uría”. Un apellido largo que llevarán en sus bolsillos y carteras 220 abogados repartidos en las oficinas de Santiago de Chile (Chile), Bogotá y Barranquilla (Colombia). En palabras del poeta alemán Bertolt Brecht “es el principio del comienzo”. El final será la integración plena dentro de cinco años en Uría Menéndez. “Queremos hacerlo como se baila. Se baila con ritmo; no con velocidad”, compara Carrizosa.
Esta hoja de ruta tranquila tiene otras paradas. Un año para dar forma a la fusión y tres para ganar tamaño dentro del continente. El propósito es crecer mirando a otros mercados como Perú y México. Buenos lugares para nuevos bufetes. Pero no son dos destinos al azar. Junto a Chile y Colombia dibujan la Alianza del Pacífico. Este bloque comercial —némesis de Mercosur (Argentina, Venezuela, Uruguay, Paraguay y Brasil), que tiene una percepción más intervencionista— se creó en 2011 y ha defendido desde sus inicios la economía de mercado y la proximidad a Estados Unidos a través de acuerdos de libre comercio. La nueva empresa ha identificado a estas naciones como el centro del negocio porque a su vez lo han hecho compañías asiáticas, europeas y norteamericanas. Pero ¿y Mercosur? ¿Se abandona? “No excluimos la entrada en países que están más allá de la Alianza”, precisa Luis de Carlos, socio director de Uría Menéndez, aunque recuerda las trabas legales que para los bufetes extranjeros tienen destinos como Brasil.
La entidad española une sus fuerzas con los bufetes Philippi y Prietocarrizosa
Nadie dijo que el viaje fuera fácil. El mercado latinoamericano cada vez resulta más atractivo y firmas anglosajonas e incluso algunas big four (KPMG, Deloitte, PwC y EY) ofrecen una fuerte competencia ampliando constantemente sus departamentos dirigidos a América Latina. También competidores nacionales, como Garrigues, han trazado sus planes para la región. Pero era el momento. El desarrollo vertiginoso de la clase media, el fenómeno creciente de las multilatinas, los programas de inversión en infraestructuras públicas —como el que promueve el Gobierno colombiano— son síntomas del vigor de una tierra y de las oportunidades de negocio del continente. “El éxito suele ser un mal consejero”, reflexiona Martín Carrizosa. “Teníamos que anticipar tendencias, ver más allá de la curva y salir de la zona de confort”.
En el fondo se trata de hallar un lugar propio en el mercado. Para eso, por lo general, hay dos caminos. Ser una firma global o bien un bufete independiente con una elevada especialización. Pero también existe una tercera vía. Convertirse en una empresa regional. Esta es la carta sobre el tapete de Philippi, Prietocarrizosa & Uría. Al fin y al cabo, “vamos a representar el derecho en castellano en el mundo”, sostiene el abogado colombiano.
Desde luego, en el planeta de los negocios no solo cuentan los números sino también las palabras. “La idea era tan poderosa”, reconoce Juan Francisco Gutiérrez, presidente de Philippi, “que nos fue transformando la identidad. Y hoy, nuestro futuro está asociado a una región”. En cuanto a la carpintería del acuerdo, se ha creado un comité de dirección cubierto por dos socios por cada despacho junto a un senior partner y un managing partner, que todavía están pendientes de ser nombrados.
Sin embargo, en ese juego de Lego que es siempre encajar todas las piezas en una fusión hay que atender también al factor humano. La operación reúne culturas próximas pero distintas, abogados que se hallan entre sí a cientos de kilómetros de distancia, y la tecnología no es siempre el bálsamo de Fierabrás que restaña todas las heridas. Habrá que hacer un esfuerzo extra de comunicación interna. A favor tienen las edades medias de los abogados de ambas firmas. Entre 25 y 35 años. Y su elevada especialización. Si esta parte se arma bien se conseguirá atraer a buenos profesionales. “En Colombia y en Chile queremos incorporar el talento español en áreas donde tiene mucha experiencia como son las infraestructuras”, concede Carrizosa.
Con ellos se trazará el futuro, porque los planes son ambiciosos. Tras la integración, que tardará ese lustro, tiene que surgir un bufete diferente. Cuando el almanaque descuente esas fechas, Uría Menéndez “debería repartir sus ingresos al 50% entre España y el exterior”, vaticina Luis de Carlos. Lejos quedará ese pequeño despacho fundado por Rodrigo Uría González en 1946 en la calle Núñez de Balboa de Madrid.
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