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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

UE: cuestionario de (in)satisfacción

Si el sondeo fuera sobre Europa como solución a la crisis, los resultados serían decepcionantes

Santiago Carbó Valverde

Como usuarios de distintos servicios, se nos insta a rellenar cuestionarios de satisfacción sobre los mismos, contrastando las expectativas con la realidad. Si el sondeo fuera sobre el papel de Europa como solución a los problemas de España durante la crisis, los resultados serían decepcionantes. No pongo en cuestión la necesidad de la integración europea y los beneficios que reporta pero, en el contexto de la crisis y tras los sacrificios realizados no se puede señalar a un propósito común europeo como la solución para remontar el vuelo. Europa se antoja un todo extraño, en el que las políticas monetarias y fiscales están hoy más condicionadas que nunca por un propósito de estabilidad pero no se sabe con certeza cuál es el proyecto más allá de esa supuesta situación de calma.

El BCE debe actuar si quiere evitar que la deflación golpee a la UE

Al marcar las opciones de respuesta, la valoración no sería muy positiva a preguntas como: ¿está satisfecho con los objetivos y la cuantía del presupuesto europeo? ¿Ha acompañado el tipo de cambio del euro los esfuerzos por ganar competitividad? ¿Existe una política comercial satisfactoria entre los estados miembros y con el exterior (entiéndase por ejemplo, Rusia)? ¿Se está haciendo todo lo posible por evitar que la deflación se convierta en un riesgo considerable? Cierto es que la competencia en estas materias se reparte entre diversos actores pero la lentitud y el unilateralismo siguen siendo la nota dominante. Y los resultados son patentes.

Los últimos días han dejado un reguero de malos datos de crecimiento en países como Alemania, Francia o Italia. No sirve ya la socorrida “excusa de los dos trimestres” que, aludiendo a la estacionalidad y a eventos imprevistos sugiere que hay que considerar al menos seis meses seguidos de evolución del PIB para comprobar la verdadera situación de coyuntura. Si se hace la media de los dos últimos datos trimestrales, la conclusión sigue siendo la misma: Europa se para. Sería absurdo pensar que esto no afectará a una España que precisamente ahora muestra mayor capacidad de crecimiento. Desgraciadamente, se trata de un alumno aparentemente aplicado pero con dos grandes problemas de entrada. El más importante, un abrumador desempleo. El más triste, unos compañeros de promoción que andan cada uno a la suya, algunos, utilizando un símil, como pollo sin cabeza.

Lo que podemos aprender de Europa es que los que menos sufren son los que la lideran

La caída del PIB en las economías con mayor peso de la UE terminará afectando al sector exterior español. Además, los últimos datos (como el de producción industrial de junio) han sido peores de lo esperado. El turno sigue siendo para el de siempre, el Banco Central Europeo. Desde Fráncfort se ha repetido una y otra vez que el BCE no puede sustituir a los gobiernos y que, si no hay reformas, los problemas volverán, aunque haya estímulos monetarios. Lo desgraciado es que, aún siendo así, el BCE debe actuar si quiere evitar que la deflación sea el síntoma de una Europa herida de muerte.

Para países como España, el riesgo es errar en las opciones. Completado el cuestionario y manifestada la insatisfacción, alternativas como abandonar la consolidación fiscal serían suicidas. Lo que podemos aprender de Europa es que los que menos sufren son los que la lideran. Para alcanzarles hay que reducir el paro, mejorar la educación y formación profesional, los incentivos al trabajo, a la inversión y a la investigación. También hay que reconfigurar la administración pública, o clarificar la política energética. Son sólo algunas de las (notables) tareas pendientes. Hacen falta años, constancia y responsabilidad. Emulando así a los que, como Alemania, tuvieron el coraje de reformar cuando podrían haberse detenido a presumir de que les iba mejor.

Santiago Carbó es catedrático de Economía de la Bangor Business School (Reino Unido) y de la Universidad de Granada, e investigador de Funcas.

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