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El frenazo de la eurozona presiona al BCE

Las dudas sobre el crecimiento de los socios del euro y una nueva caída de precios en julio alimentan la tensión sobre Draghi para que tome medidas en septiembre

Ignacio Fariza
El ministro de Economía, Luis de Guindos,con el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en diciembre de 2013
El ministro de Economía, Luis de Guindos,con el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en diciembre de 2013F. LENOIR (REUTERS)

A la sombra de los decepcionantes datos de crecimiento de la eurozona —arrastrados por el discreto desempeño de sus tres grandes economías: Alemania, Francia e Italia—, la oficina estadística de la UE hizo público otro dato igualmente alarmante para el club del euro. Los precios siguieron en julio su tendencia desinflacionista, es decir, con crecimiento excepcionalmente bajo (0,4%). Esta preocupante tendencia no llega a plasmarse en la temida deflación (los precios aún no se han instalado en la zona negativa) pero da muestras de un estancamiento claro. La combinación de crecimiento débil y baja inflación es una de las espirales que más aterran a los economistas y amenaza con extenderse definitivamente en una eurozona que no logra escapar a las comparaciones con el Japón de los noventa. En medio de esa tesitura, todos los focos vuelven a situarse sobre el Banco Central Europeo y sobre su presidente, Mario Draghi.

Uno de los primeros en volver a alzar la voz en favor de una acción urgente del BCE ha sido el ministro francés de finanzas, Michel Sapin. El jueves, mientras Eurostat desgranaba el dato, Sapin alegaba en una entrevista radiofónica que la situación “excepcional” de débil crecimiento e inflación debería empujar a Fráncfort a actuar y anunciaba, en un artículo en el diario galo Le Monde, que su país no cumplirá su objetivo de déficit.

Fráncfort puede optar por esperar a los exámenes de la banca en octubre

Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI y profesor de la Universidad de Harvard, cree que es “altamente recomendable” que el BCE se mueva pronto para revitalizar la inflación y profundizar en la insuficiente depreciación del euro —pese a los esfuerzos del BCE, desde mayo apenas se ha depreciado un 4% frente al dólar—, pero reconoce que las opciones son “limitadas” hasta la recuperación definitiva del sector financiero.

Desde octubre de 2009, cuando la economía europea se encontraba sumida en el peor momento de su historia reciente, no se registraba un crecimiento tan bajo de los precios al consumo en la eurozona. La evolución es negativa en cuatro de los 18 Estados del euro y hay un récord en el número de países (10) en los que la inflación crece por debajo del 1%, el nivel en el que el presidente del BCE, Draghi, califica de “zona de peligro”. Los productos que más empujaron a la baja los precios fueron las frutas y las verduras, el sector que presumiblemente más se verá afectado por las sanciones agrícolas aprobadas por Rusia.

Los datos negativos se amontonan sobre la cacareada recuperación europea. Al inadmisible nivel de paro en la periferia y la elevada deuda pública y privada, se suma el crecimiento nulo en el segundo trimestre, consecuencia directa del frenazo de las grandes economías de la UE.

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Paul de Grauwe, profesor de la London School of Economics, considera “urgente” una acción coordinada de las políticas monetarias y fiscales, que resume en “un BCE más proactivo y una Comisión Europea que abandone su dogmatismo y apueste por la inversión en un momento de dinero excepcionalmente barato”. Y pone el foco en el efecto positivo que tendría sobre la disminución de la abultada deuda privada de la periferia. “Es la única forma de digerirla”.

A pesar de las crecientes voces de aquellos que piden ahondar en las políticas monetarias no convencionales, los más cercanos al día a día del BCE inciden en la baja probabilidad de que se atreva a lanzar un quantitative easing (QE) —un programa de compra de activos a gran escala— antes de que termine el año. Entre las razones que esgrimen, destacan dos: en primer lugar, que el BCE aún cree que hay que esperar a que las medidas tomadas en junio (rebaja de tipos hasta su mínimo histórico, tasa de depósito negativa y más barra libre de liquidez para la banca) den sus frutos. En segundo, los más ortodoxos —que son mayoría en el órgano de Gobierno de la entidad que maneja los hilos de la política monetaria europea— temen que un movimiento prematuro desincentive a París y Roma en su cumplimiento de la agenda de reformas prometidas a Bruselas.

El problema es que Francia e Italia ya no son los únicos países del corazón de la zona euro que preocupan por su débil crecimiento. Alemania, auténtica locomotora europea sustentada sobre su potente sector exterior, ha frenado en seco en el segundo trimestre tras su buen desempeño en los tres primeros meses de 2014. Y el peso de estas tres economías es tan significativo —en conjunto suponen las dos terceras partes del PIB de la eurozona—, que ha hecho rebrotar los temores de una tercera recesión.

Frente a las voces que exigen medidas cuantitativas, el director del think tank europeo CEPS, Daniel Gros, considera que la política monetaria ha alcanzado su límite. “El QE tiene sentido si el coste de financiación es elevado, y eso no es el caso de la eurozona”, remarca. Según Gros, el factor que sí podría marcar la diferencia es un euro más débil. “Pero el BCE se resistirá a acometer una intervención cambiaria directa”, considera. Como Gros, Rogoff también cree que Draghi no intervendrá por el momento y esperará hasta tener en sus manos los exámenes de resistencia a la banca de octubre, en los que basa parte de sus esperanzas de revitalización del sector bancario y, por ende, de multiplicación de la efectividad de la política monetaria. “Parece reticente a actuar hasta entonces”, concluye.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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