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Robots para la economía europea

La Comisión Europea apuesta por los autómatas para reindustrializar el continente

Thiago Ferrer Morini
Un robot humanoide en el taller de la empresa francesa Aldebaran Robots.
Un robot humanoide en el taller de la empresa francesa Aldebaran Robots.PHILLIPE WOJAZER (REUTERS)

En 1921 el dramaturgo Karel Chapek estrenó en Praga su obra R. U. R., que introdujo por primera vez la palabra robot (de un término checo relacionado con el trabajo servil) como sinónimo de autómata. El tiempo se ha ocupado de convertir en realidad la ciencia-ficción y, nueve décadas más tarde, la robótica es un mercado que, según la Federación Internacional de Robótica (IFR, en sus siglas en inglés), mueve 19.000 millones de euros al año. La Unión Europea estima que, en 2020, el sector valdrá 60.000 millones de euros; la propia IFR cree que durante los próximos tres años el mercado crecerá a un ritmo del 6% anual.

Pese a la potente posición que tiene Europa en el sector (un 35% de cuota de mercado, según la UE), la Comisión no quiere que el continente pierda comba ante la competencia, sobre todo asiática. Es por ello que Bruselas ha decidido encabezar una iniciativa que aportará 2.800 millones de euros al sector. El 75% del dinero destinado a esa iniciativa, denominada SPARC, será aportado por el capital privado, mientras que el resto saldrá de los presupuestos comunitarios.

Para la vicepresidenta de la Comisión y responsable de la agenda digital europea, Nellie Kroes, es una inversión imprescindible. “Otros países, como Estados Unidos y Corea del Sur, se están tomando este sector en serio”, afirmó en la presentación del programa, en un congreso en Múnich este mes de junio. “Nuestro liderazgo vale millones de euros”.

Para Bruselas, mantener la preponderancia en el mercado de la robótica no solo es positivo desde un punto de vista económico, sino también político. “No podemos salir de la crisis solamente con sacrificios”, declaró en 2012 el comisario europeo de Industria, Antonio Tajani. “Es necesario el crecimiento económico, y eso pasa por proponer alternativas competitivas”. Los 240.000 empleos que promete el programa para 2020 serían un resultado tangible de las políticas comunitarias, cada vez más cuestionadas por la ciudadanía europea.

Una industria en la vanguardia tecnológica es uno de los objetivos definidos por la Comisión en la estrategia Horizonte 2020, que prevé invertir 77.000 millones de euros antes del final de la década para mantener el liderazgo del continente en políticas sociales, desarrollo industrial e innovación.

El programa prevé la creación de 240.000 puestos de trabajo en siete años

Para euRobotics, la patronal del sector y colaboradora del proyecto SPARC, la industria europea está preparada para el reto. “La robótica ha salido de los laboratorios y ha pasado al mundo real”, señala Uwe Haass, director de la organización, en una conversación telefónica.

El mercado de la robótica está, en líneas generales, dividido en dos: los robots industriales —destinados a tareas repetitivas y, en muchos casos, pesadas, como en la industria del automóvil— y los robots de servicio, que sirven como auxiliares en actividades humanas, incluidas las domésticas.

Para Haass, esta división empieza a estar superada por la propia evolución de la tecnología. “Hasta ahora, los robots eran fuertes y estúpidos”, comenta. “Ahora son más inteligentes, más flexibles y cooperan con los usuarios. Esto los hace cada vez más útiles en cada vez más empresas, especialmente las pequeñas y artesanales”.

Esto hace que, en el sector industrial, se haya abierto un abanico de nuevas posibilidades para la robótica, como en el sector de las energías renovables, el aeronáutico y el logístico, especialmente los ferrocarriles.

Juan Luis Elorriaga, presidente de la Asociación Española de Robótica (AER-ATP), cree que el sector de la robótica industrial debe concentrarse en impulsar la automatización de una mayor variedad de procesos productivos. “Lo importante no es fabricar o no fabricar robots. Lo importante es integrarlos en la industria”.

Para el presidente de la patronal española, la implantación de la robótica industrial ha sido clave para mantener a flote a determinados sectores industriales. “Ahora mismo tenemos fábricas muy competitivas”, comenta. “En el coste de un automóvil fabricado en España, la mano de obra representa un 8% del total”.

Según IFR, en todo el mundo hay 1,5 millones de robots industriales, lo que representa un mercado de 26.000 millones de dólares (19.300 millones de euros). En 2013 se vendieron 179.000 robots industriales, un 12% más que el año anterior.

Aun así, el propio Haass reconoce que es el mercado de autómatas de servicio el que tiene un mayor potencial de crecimiento en los próximos años. “Europa tiene un 63% de cuota de mercado en esta clase de robots”, comenta. “Estados Unidos y Asia tienen programas para incentivar esta industria. Tenemos que hacer algo en Europa”. Elorriaga está de acuerdo con el llamamiento. “Vivimos una cuarta revolución industrial en la que la robótica va a tener mucho protagonismo. Europa se debe poner las pilas”, afirma.

Grandes empresas españolas, como Indra, ya están presentes en la robótica de servicio y han indicado su compromiso con el programa SPARC. “Supone un esfuerzo que, estamos convencidos, veremos recompensado”, afirman desde la compañía, que, entre otros productos, fabrica robots sanitarios, de seguridad y de uso agrícola. “Tenemos claro que es necesario invertir y aunar esfuerzos con los investigadores y empresas europeas más relevantes del sector”.

Los expertos coinciden en que la robótica empieza a entrar en los hogares y es ahí donde está el potencial negocio

Hay dos clases de robots de servicio. Por un lado, los autómatas auxiliares destinados al uso profesional, como el agrícola, sanitario u hostelero; por el otro, los robots de uso puramente doméstico, cuyo ejemplo más extendido son las cada vez más populares aspiradoras robotizadas.

Macco Robotics es una empresa sevillana que comercializa robots orientados a la hostelería. Su producto estrella es un autómata camarero, del que esperan vender 100 unidades para 2015.

“Nosotros estábamos en la robótica industrial”, cuenta Víctor Martín, su consejero delegado. “Pero vimos cómo estaba el mercado y decidimos darle una vuelta al negocio”. La compañía, que según Martín factura en torno a cinco millones de euros, está presente fuera de las fronteras españolas, en países como Estonia o Emiratos Árabes. Para Martín, más que la construcción de autómatas, el verdadero frente del avance tecnológico es la creación de programas adaptados a los servicios a prestar.

El crecimiento de la robótica de servicio no está libre de trabas. Una de ellas es que los robots de servicio están muy presentes en el imaginario colectivo. “Y, claro, la gente tiene demasiadas expectativas”, explica Celestino Álvarez, de Adele Robots, una empresa especializada en robots que interactúan con las personas. “Las universidades cuelgan en [el portal de vídeos] YouTube una película mostrándote un autómata haciendo algo asombroso y los clientes te preguntan por qué no puedes hacer algo parecido. Hay que explicarles que en la universidad, en la mayoría de los casos, el robot deja de funcionar al apagar la cámara y que no se puede comercializar un producto que no funciona siempre”.

“Hace falta comunicar lo que pasa”, reflexiona Uwe Haass. “Se sabe muy poco de cómo está avanzando la tecnología, en industrias como la del calzado, que utilizan materiales muy específicos, muy delicados y costosos. La gente no tiene idea de cuánto han cambiado las cosas, y desde aquí nos esforzamos en explicarlo”. 

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

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